Papa Bergoglio

Abrazo papal a Canarias: «Eso hay que llorarlo»

En el vuelo de regreso de Bélgica, Francisco se duele por el naufragio

de un cayuco en El Hierro

Las dos horas de vuelo entre Bruselas y Roma hacían prever que el encuentro de Francisco con los periodistas a modo de balance de su viaje a Luxemburgo y Bélgica sería breve. Pero no por ello menos jugoso. De principio a fin. O a la inversa. Porque fue precisamente al concluir el turno de preguntas que impidió preguntarle por el reciente y trágico naufragio de un cayuco en la isla del Hierro, cuando el Papa abordó por iniciativa propia la crisis del drama migratorio. «Me duele ver a esas personas perdidas en Canarias», entonó sobre el medio centenar de desaparecidos. «Hoy muchísimos emigrantes que buscan la libertad y se pierden en el mar o cerca de él», añadió el pontífice, que apeló justo después a la conciencia de sus interlocutores: «Estoy hay que llorarlo».

Con esta reflexión remataba una comparecencia pública en la que abordó también la ofensiva israelí en el Líbano. «La defensa debe ser siempre proporcional al ataque», comentó Jorge Mario Bergoglio, que criticó el uso «desproporcionado» de la fuerza «de forma tan superlativa». «Son acciones inmorales, incluso en la guerra hay una moralidad que proteger», comentó después. Y alertó: «Cuando esto no se hace, se ve –decimos en Argentina– ‘mala sangre’».

Ante los periodistas, Francisco tuvo que afrontar su defensa de la abdicación de 36 horas del rey Balduino como objeción de conciencia ante la reforma del aborto que calificó de «ley asesina». «El rey fue valiente porque ante una ley de muerte no firmó y dimitió. Eso requiere valor», reiteró. A la vez, remarcó que «la mujer tiene derecho a la vida: a su vida, a la vida de sus hijos». «No olvidemos decir esto: un aborto es un asesinato», insistió el Obispo de Roma.

Rechazo tajante

Con la misma contundencia abordó el rechazo público a través de un comunicado de la rectora de la Universidad francófona de Lovaina, Françoise Smets, al discurso papal sobre el papel de la mujer en la Iglesia durante su visita al centro académico. «En primer lugar, esta declaración se hizo en el momento en que yo hablaba, estaba hecha de antemano y esto no es moral», criticó duramente el Papa Francisco.

No se quedó ahí: «Las mujeres –siempre lo digo– son más importantes que los hombres, porque la Iglesia es mujer, la Iglesia es la esposa de Jesús». «Si esto les parece conservador a esas señoras, yo soy Carlo Gardel. No se entiende... Veo que hay una mente obtusa que no quiere escuchar hablar de esto», comentó en tono coloquial justo después.

«En la vida de la Iglesia la mujer es superior porque la Iglesia es mujer. Sobre el ministerio –refiriéndose al sacerdocio–, es más grande la misticidad de la mujer que el ministerio», buscó aclarar. En esta misma línea aportó que «masculinizar la iglesia, masculinizar a las mujeres, no es humano, no es cristiano. Lo femenino tiene su propia fuerza».

El otro de los ejes del viaje, esto es, el «mea culpa» por los abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia, tampoco se escapó en la rueda de prensa del vuelo. «Tenemos la responsabilidad de ayudar a los maltratados y cuidar de ellos. Algunos necesitan tratamiento psicológico, tenemos que ayudarles con eso. También se habla de indemnización», dijo Francisco. También señaló que no va a entrar en la guerra de cifras de que los abusos son mayores en otros espacios diferentes a los eclesiales: «No me importa, me ocupo de los de la Iglesia».

A la par, recordó que «no se puede dejar a un maltratador libre en la vida normal, con responsabilidades en parroquias y colegios». «Les dije a los obispos belgas que no tuvieran miedo y que siguieran adelante, la vergüenza es encubrir, esa es la vergüenza», denunció el Sucesor de Pedro.

Una chiquillada

En un tono más distendido, Francisco se refirió a la escapada sorpresa que protagonizó el pasado jueves después del almuerzo a una cafetería en Luxemburgo. «Lo del bar fue una chiquillada. Lo siguiente será la pizzería», bromeó, para asegurar justo después que el país centroeuropeo le impresionó «como sociedad equilibrada, con leyes equilibradas».