Ensayo nuclear Corea del Norte
Bomba H: ¿Qué ocurriría si explotara?
Una bola de fuego de un radio de 500 metros, edificios evaporados, evacuaciones a distancias de hasta 100 kilómetros, cosechas contaminadas durante años... Estas serían las consecuencias de la explosión de una bomba de hidrógeno
Una bola de fuego de un radio de 500 metros, edificios evaporados, evacuaciones a distancias de hasta 100 kilómetros, cosechas contaminadas durante años... Estas serían las consecuencias de la explosión de una bomba de hidrógeno.
Cuando Einstein dijo aquello de que ignoraba cómo sería una III Guerra Mundial, pero que en la IV se lucharía con piedras y palos, sabía lo que se decía. A lo largo de este año, Corea del Norte ya había avisado con el lanzamiento de misiles balísticos ICBM, capaces de portar una cabeza nuclear. Y el pasado domingo, Pionyang confirmó las peores sospechas. No sólo probó con éxito su sexta detonación nuclear en la zona montañosa de Punggye Ri: se trataba de la explosión de una bomba de hidrógeno, o bomba H, de una potencia de entre 80 y 100 kilotones (kt), lo que equivale unas ocho veces a la lanzada en Hiroshima en 1945, erigiéndose así en el arma más destructiva jamás creada por el hombre. ¿Se trata de una bravuconada norcoreana? La consecuencia a corto plazo es una escalada de tensión entre EE UU y Kim Jong-un, reavivando el miedo a un hipotético holocausto nuclear del que difícilmente se recuperaría la raza humana. Ahora bien, ¿qué supondría la explosión de una bomba de estas características? ¿Y cómo sería ese «día después»?
Hay que tener en cuenta que, en teoría, la bomba sería simiilar a la utilizada a finales de la II Guerra Mundial sobre Japón... más un devastador «plus». Como explica a LA RAZÓN Alex Wellerstein, profesor de Historia de la Ciencia del Instituto de Tecnología Stevens de Nueva Jersey (EE UU), «la bomba atómica o de fisión es la que fue lanzada sobre Hiroshima y Nagasaki. Obtiene su energía sólo por la división de atómos de uranio o plutonio, en lo que se conoce como fisión nuclear». Sin embargo, en la bomba H, o termonuclear, no sólo se da una fisión; también un proceso de fusión. Así, un artefacto como el de Corea del Norte cuenta en un extremo con una bomba de fisión, y en el otro, con una gran cantidad de material de fusión, «normalmente un compuesto llamado deuteruro de litio, que es litio e hidrógeno de forma sólida». Tras detonar la bomba, la energía se canaliza a través de la carcasa, comprimiendo así el material de fusión. «Esto acaba creando muchas reacciones de fusión, dando pie a mucha energía por sí solas, pero también generando más neutrones, lo que puede inducir a más reacciones de fisión en cualquier compuesto extra, como el uranio, que se haya puesto en la bomba».
¿Conclusión? «Una bomba de hidrógeno puede ser cientos, incluso mil veces más poderosa que una simple de fisión», afirma Wellerstein. Para hacerse una idea, el funcionamiento de la bomba «es similar a los procesos de fusión que se producen a temperaturas muy altas en el núcleo del sol», afirma a este diario Matthias Perdekamp, profesor de Física en la Universidad de Illinois (EE UU).
Concidiendo con el 70 aniversario de las bombas lanzadas sobre Japón, Wellerstein creó Nukemap, una «app» tan curiosa como inquietante. Se trata de un GPS con el que podemos seleccionar cualquier rincón del planeta, un armamento nuclear concreto, «detonarlo» y, a través de algoritmos, comprobar los resultados. Las estimaciones son escalofriantes. Las consecuencias de la detonación de una bomba de 100 kt sobre Madrid arrojaría un saldo de 202.090 muertos y 430.850 heridos.
¿Cómo sería ese «día del juicio»? Primero, si la intención es causar el mayor daño posible a una ciudad, la bomba debería explotar a cierta distancia sobre el suelo, provocando un aumento de la onda expansiva. «Esa distancia, para un arma de 100 kt, sería de unos 1.450 metros. Si se detona demasiado cerca del suelo, se generará más energía cerca del centro de la explosión y menos en las áreas más alejadas», dice Perdekamp. Así, si la bomba se detonara a cierta altura del suelo en el centro de Madrid, las muertes superarían las 355.000, y los heridos, los 956.000.
Imaginemos, como expone Perdekamp, que el artefacto explotara a 1.450 metros sobre el kilómetro cero de la capital. En menos de un microsegundo, habría liberado toda su energía. En unos pocos metros de radio, la temperatura alcanzaría los 10 millones de grados, y la presión, un millón de atmósferas. La energía liberada lo haría en forma de rayos X, que calentarían la atmósfera, y, en apenas cinco segundos, formarían una bola de fuego de un radio de 500 metros, y cuya superficie sería tan caliente como la del sol. Después, «una potente onda expansiva causaría efectos devastadores».
En el caso de que la bola de fuego tocara el suelo, «evaporaría todo: edificios, personas, plantas, animales...» en un radio de un kilómetro. Aquellos que estuvieran a 1,1 km de la explosión, sufrirían dosis de radiación de 500 rem o más. «Sin tratamiento médico, entre el 50% y el 90% fallecería en horas o semanas», explica Perdekamp. «Incluso los árboles morirían», añade. Sólo habría unos «afortunados»: los insectos. «Manejan la radiactividad mejor que los humanos. Pero se debe a que no viven el suficiente tiempo como para desarrollar un cáncer por este tipo de exposición a la radiación», dice Wellerstein.
A 3,2 km del centro de la explosión, las ondas de presión alcanzarrían las 0,35 atmósferas, «lo que colapsaría la mayoría de los edificios», dice Perdekamp. A ello habría que sumar que la radiación provocaría que muchos materiales combustibles prendan –madera, gasolina...–, provocando, además, «incendios y explosiones de gasolineras». A una distancia de 4,4 km, aquellos que no tengan la piel protegida sufrirían quemaduras de tercer grado, pudiendo requerir amputación. Además, los que hayan visto la bola de fuego «sufrirían quemaduras en la retina, pudiendo resultar en ceguera». Ni que decir tiene que los efectivos de rescate se verían superados.
Esto no es todo. Habría que tener en cuenta la lluvia radiactiva, especialmente peligrosa en las primeras 48 horas. Según Nukemap, de producirse el holocausto nuclear en Madrid, se prolongaría en dirección nordeste hasta llegar a la provincia de Soria. «En este caso, el parte de bajas dependería de si la población está refugiada adecuadamente de la nube radiactiva. Si no, las consecuencias podrían ser la enfermedad por radiación –pérdida de cabello, vómitos o incluso la muerte– o lesiones crónicas a largo plazo –malformaciones en el nacimiento de futuros niños, desarrollo de cáncer, etc–», explica Wellerstein. No hay que olvidar que el viento puede empeorar la situación. Como dice Perdekamp, «los isótopos radiactivos se unirían a las partículas de polvo evaporadas y viajarían grandes distancias». Así, habría que evacuar a toda la población que vive a 100 km en la dirección del viento para protegerles de una radiación potencialmente mortal: mínimo, un millón de personas. Por supuesto, todo –cosechas, comida, agua– estaría en riesgo de contaminación. «A 100 km, la agricultura podría retomarse en unos tres años. Más cerca del punto de la explosión, en 10 años», asegura el físico. La contaminación, a largo plazo, estaría a niveles bajos. Pero Wellerstein lo pone en contexto comparando la situación con la de Chernobyl: «Podría visitarse la zona, pero no vivir o comer nada producido allí... durante décadas y décadas».
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