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Sociedad

Carmen Durán: «Hablar es muy importante para superar la culpa»

Psicóloga y autora del libro «El sentimiento de culpa»

Carmen Durán larazon

Psicóloga y autora del libro «El sentimiento de culpa»

Carmen Durán tiene a sus espaldas más de veinte años de experiencia en el trabajo clínico con pacientes. «Ellos son mis mejores maestros», dice con convencimiento. Tras escribir «Amor y dolor en la pareja», quiso analizar el papel que juega la culpa en las dificultades a las que se enfrentan los seres humanos. Así llegó «El sentimiento de culpa», un libro en el que la autora busca proporcionar herramientas para superar esa batalla interna que impide alcanzar la ansiada paz interior.

–¿Un consejo para sobrellevar la culpa?

–Comunicación. Es muy importante. Hablar con una persona comprensiva, que no tiene por qué ser un terapeuta o un psicólogo, nos ayuda a poner palabras a algo que a veces no queremos discutir ni con nosotros mismos, es algo que siempre alivia para poner un poco de luz en la existencia. También aceptar que en la condición humana hay aspectos oscuros y que asumir un error no quiere decir que nos torturemos intentando corregir un pasado que no tiene solución.

–Pero la culpa no siempre es causa de actos de los que somos directamente responsables.

–Es lógico que en una sociedad como la nuestra exista un sentimiento de culpa por lo que ocurre en otros lugares como, por ejemplo, África. Es humano. Esa culpa, siempre que no se convierta en obsesión, es solidaria y natural. Hay a quien le impulsa a irse a África, a otros a ayudar económicamente y luego, hay quien mira para otro lado.

–¿La culpabilidad sólo influye a la hora de enmendar errores?

–Hay un aspecto del sentimiento de culpa, una culpa solidaria altruista, que implica haber salido del egocentrismo, un interés en el otro. Aunque en ese interés está el propio y es absolutamente necesario para vivir en sociedad. Pero hay otra culpa que tiene más que ver con el autocastigo, el sentir que se han hecho cosas de determinada manera, con múltiples exigencias que a menudo se salen de nuestras posibilidades y que sin embargo nos siguen torturando. Es una culpa que no nos sirve socialmente, no nos hace mejores en la sociedad y tampoco nos ayuda a nosotros mismos.

–¿Hay denominadores comunes en este sentimiento?

–La genética tiene un peso en el plano individual porque hay niños más agresivos, más autoafirmativos, con unos genes más dominantes que otros. Somos seres de dos caras: tenemos la capacidad de desprender mucha ternura y a la vez mucha agresividad, algo que en los animales sociales va junto. Luego la educación en la infancia tiene mucho peso, las metas a conseguir pueden ser muy altas y, entonces, la frustración está servida cuando no somos capaces de alcanzarlas. También influyen, entre otros, la existencia de carencias afectivas muy fuertes o haber vivido desigualdades sociales importantes. Cuando hay mucha intolerancia a la frustración, consigo mismo, eso termina produciendo violencia, que siempre es dañina.

–¿Cómo educamos a las futuras generaciones?

–Es difícil que las nuevas generaciones entiendan que los actos tienen consecuencias si sus padres no se lo hacen entender. En la sociedad actual somos un poquito permisivos, muy de mirar para otro lado. La tolerancia, por otra parte, sí me parece un gran valor y no hay que confundirla con la permisividad. Educar no es sólo una tarea de las familias, también de los profesores, y para ello es requisito imprescindible la educación emocional del profesorado.

–¿Esa permisividad es consecuencia de una pérdida de valores?

–Ahora hay una pérdida de valores en el sentido social, religioso y casi de todo tipo que nos va a dejar muy desconcertados. El papel que la moral ha venido jugando en la especie humana se ha perdido y ahora estamos perplejos. El único apoyo que tenemos es el de las fuerzas unitivas de nuestra naturaleza, las fuerzas amorosas, que éstas se desarrollen desde la infancia y que nos lleven a una preocupación genuina por el otro, por el bienestar ajeno, no sólo por el propio. Ahora mismo es lo que puedes obtener, la moral personal.

–¿Hay quien no siente remordimientos?

–En general, las personas que no sienten culpa tienen mucha dificultad para sentir el dolor, tanto el propio como el ajeno. Cuando no sientes el dolor propio es muy difícil poder desarrollar una empatía hacia lo que sienten los demás.

–¿Con qué sensación querría que se quedara el lector de su libro?

–Con la sensación de que hay cosas que se pueden arreglar, que pueden cambiar en su vida cotidiana que le hagan mejorar a él y a los demás. También que hay cosas que no están en su mano, que le tocan a la vida. Hay que reconciliarse con quién es y con sus limitaciones.