Educación
Chats "tóxicos" de padres: de los 89 "gracias" a la confesión subida de tono
El Ministerio de Educación ha advertido esta semana contra los mensajes perniciosos
El secretario de Estado de Educación ha dicho en voz alta esta semana lo que era un secreto a voces: ojo con los chats de padres que se puede liar parda. Estas no han sido sus palabras exactas, aunque no hay duda de que es lo que quería decir. En concreto, José Manuel Bar Cendón ha advertido de que la «toxicidad» que se da en los chats de Whatsapp de los padres puede «comportar riesgos» para el bienestar de las familias. Luego vino a sugerir que no estaría de más poner «algunas reglas del juego» y puso el ejemplo de las consecuencias que tiene cuando alguien escribe «que la hija de no sé quién hizo no sé qué». La falta de detalles ofrecidos por el secretario de Estado ha sido rápidamente subsanada por este periódico. Casi todos los padres sometidos a esta tortura tienen una colección de anécdotas, algunas desternillantes y otras subidas de tono. En lo que coincide la gran mayoría consultada es que este tipo de chats es un castigo divino al que pocos se sustraen para no perjudicar a sus hijos.
Mari Carmen, madre de tres alumnos de un colegio público de Usera, explica con sorna que «ahora estamos con la campaña del regalo a la profesora; quinientos mensajes sobre qué tipo de zapatillas serían más adecuadas y cuánto dinero hay que poner». Asegura que por ella no compraría nada pero que no se atreve a llevar la contraria a la mayoría: «Aquí lo mejor es dejarse llevar y pasar desapercibido para no marcar a tu hijo. Yo no me muestro tal y como soy ni loca. Solo he salido una vez a defender a una docente porque la estaban sometiendo a un linchamiento público». Tampoco ha podido resistirse a la ridícula propuesta de comprar dos ventiladores a solo once días de que terminen las clases porque «algunos padres se quejan de que sus hijos sudan, vamos, lo normal a 32 grados y a principios de junio».
Esta madrileña, maquilladora de cine, maneja seis grupos distintos de Whatsapp entre las clases y los clubes deportivos de sus hijos. Hay muchos días de casi un centenar de mensajes, fotos y vídeos. Y también madres sorprendidas al día siguiente de que «no haya escuchado su audio» cuando se las encuentra en la puerta del colegio.
Las anécdotas estrella son las que implican haberse equivocado de grupo. Mari Carmen cuenta que cuando aún no se podían borrar los mensajes enviados, el padre de un niño del colegio que estaba recién separado procedió a contar lo que había hecho la noche anterior a todo el chat en el que también estaba su ex. «Aquello fue mítico. Debía de creer que estaba escribiendo a un amigo y explicó que la mujer con la que fue a cenar estaba para encerrar pero que tenía un polvo... tremendo», recuerda.
Cristina también fue testigo de un error de chat en el que una pareja, aún bien avenida, pasaron de comentar las tareas de la casa para la asistenta a ponerse cariñosos con mensajes bastante subidos de tono. «Otra amiga tuvo que decirles por privado que estaban escribiendo en el grupo de los padres del cole. También recuerdo otro matrimonio que empezó a tirarse los trastos a la cabeza. Él le decía que ya nunca podía hacer nada con sus amigos y que estaba harto.. ja, ja, ja».
A estas meteduras de pata en ocasiones sigue un tímido «perdón» por parte del imprudente al que nadie suele contestar para no hacérselo pasar aún peor. Pero a lo que todo el mundo responde uno detrás de otro es a preguntas abiertas del tipo: «¿Alguien ha perdido una chaqueta. Paz se ha traído una equivocada». El sentido común dictaría que solo se hiciera eco el interesado, tal y como ocurriría en la vida real. Nada que ver. «A ese tipo de frase siguen una veintena de ‘‘mía no es, Carlitos ha traído la suya». Igual de cargantes resultan la retahíla de «gracias», por ejemplo, después de una fiesta de cumpleaños. «Puedes llegar a leer 89 agradecimientos, uno detrás de otro. Además de los gigas que se lanzan con fotos y vídeos que te petan el móvil», cuenta Cristina, madre de gemelas.
La buena noticia –por sacarle algo bueno– es que lo que en el año 2017 eran «chats de mamás», ahora son grupos de clase en el que están tanto ellos como ellas. El género ya no te libra de semejante penitencia y la intensidad tampoco parece tener en cuenta el sexo. De cara a este verano es fácil anticipar cuál será el «trending topic»: cientos de «felices vacaciones» y, con un poco de suerte, al menos dos meses de silencio administrativo.
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