Lenguaje
Cada emoción tiene un patrón único que la delata
Investigadores alemanes desarrollan un modelo para el reconocimiento de los sentimientos humanos
Un equipo de investigadores de la Universidad Ruhr de Bochum de Alemania ha desarrollado un modelo que detalla los elementos que permiten a los seres humanos reconocer las emociones de los demás.
El modelo parte de la siguiente teoría: que las personas somos capaces de percibir los sentimientos de otros, directamente a través del reconocimiento de patrones. Por tanto, no tenemos que deducir emociones interpretando conductas ajenas: la percepción es mucho más directa, informa Tendencias 21.
Esto es porque cada emoción humana presenta un patrón de rasgos característicos que se refleja en reacciones fisiológicas, expresiones faciales y gestos, un sentimiento típico o una evaluación cognitiva de la situación.
De este modo, aunque una persona no muestre todos los componentes del patrón de una emoción -tal vez porque mantenga una expresión facial neutra - el resto de características del patrón sí aparecerán, y serán suficientes como para hacer reconocible dicha emoción para otros.
Así, el ser humano es capaz de percibir los patrones emocionales típicos, incluso si las pistas que recibe al respecto son escasas. Por ejemplo, «modos típicos de movimiento y rubor indican ira, aunque el individuo sea capaz de controlar sus expresiones faciales», explica Albert Newen, uno de los autores del estudio en un comunicado de la Universidad Ruhr de Bochum.
Por tanto “las emociones no son sentimientos ocultos, que solo se observan a través del comportamiento de los individuos”, señala Newwn. Concluir lo que está sintiendo otra persona es algo más natural, que forma parte de la vida cotidiana gracias a unas características típicas que se perciben, incluso en ausencia de determinadas informaciones.
El patrón del miedo
Imaginemos a un empleado hablando con su jefe en su lugar de trabajo y sufriendo la preocupación de ser despedido. Elementos emocionales típicos de esta situación incluirían: reacciones fisiológicas (palpitaciones, mayor transpiración), tendencias de comportamiento (por ejemplo, rigidez), formas de expresión (expresiones faciales, gestos, postura), sensación de miedo, evaluaciones cognitivas (como “es muy probable que pierda mi trabajo, pero necesito el dinero») y conciencia de la causa del miedo (en este caso, la terminación del contrato).
Este patrón emocional estaría presente en el trabajador, incluso aunque este se haya entrenado para evitar que se note. Por desgracia, bastará con cualquiera de la características de dicho patrón se manifieste en un grado mínimo, para otros perciban lo que en realidad está pasando en su interior.
Los investigadores alemanes señalan que, por tanto, si tratamos de entrenarnos para deshacernos de una expresión emocional, lo conseguiremos sólo parcialmente. Hay que tener en cuenta que, por lo general, el estado emocional se revela sobre todo a través de reacciones involuntarias, como la dirección de la mirada.
El laberinto de la interpretación emocional
La existencia de patrones emocionales que puedan percibirse aunque no se tenga toda la información podría explicar una constatación realizada en 2005 con personas ciegas : estas, demostró un estudio de la universidad galesa de Bangor, pueden percibir las emociones reflejadas en rostros casi de la misma manera que individuos no ciegos.
Los científicos galeses dedujeron entonces que, en la relación con los demás, el cerebro humano activaría una serie de regiones que permiten conocer a la gente que nos rodea, más allá de lo que podamos distinguir con la vista.
Pero no hay que olvidar que el cerebro nos puede engañar. Según otro estudio realizado en EEUU, aunque realmente hay partes de este órgano que responden solo a las emociones reales de otras personas; otras áreas cerebrales “inventan” dichas emociones, ya que responden solo a lo que el observador espera ver en los demás. Así, por ejemplo, si una cara expresa alegría pero el que la mira espera ver “miedo”, sus neuronas interpretarán también “miedo”, en lugar de la emoción real que muestra la cara.
Por otra parte, especialmente difícil le resulta al cerebro humano identificar la falsedad o la veracidad de una sonrisa, pues tiende a relacionar en exceso este gesto con la alegría, ya que se fija antes en él que en el resto de la cara, que puede reflejar otras emociones.
De cualquier modo, a menudo acertamos en el reconocimiento de las emociones ajenas, y sin ni siquiera darnos cuenta de que las estamos interpretando. Así que es probable que cada uno de esos sentimientos sí tenga un patrón correspondiente, con el que expresamos lo que sentimos aunque no queramos hacerlo.
Más información en la web Tendencias 21
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