Restringido
El moreno perfecto es el blanco
Se acabó la era del moreno excesivo. El miedo a los tumores de piel y las tendencias rebajan el bronceado. En el otro extremo están los tanofóbicos, «alérgicos» al sol
Cuerpos expuestos al sol durante horas para lograr una piel bronceada es la estampa que más se repite en cualquier playa durante el verano. Sin embargo, la tendencia de ponerse como un tizón parece que está perdiendo adeptos para dar paso al efecto contrario: lucir una piel blanca como la porcelana. Esta moda, llevada al extremo, responde al nombre de tanofobia o, lo que es lo mismo, una aversión irracional al sol por sus potenciales efectos peligrosos. «Un abuso de la exposición solar conduce al desarrollo de melanomas, uno de los tumores más agresivos en la piel», explica Javier Cortés, director de la Unidad de Melanoma del Hospital Vall D'Hebrón de Barcelona. Pero sin llegar a esos extremos, Cortés sólo se muestra a favor del «moreno sí, pero con precaución». En la antiguedad, estar blanco se asociaba a la distinción propia de las clases altas, quienes gracias a las sombrillas y sombreros que llevaban se resguardaban de los rayos solares. Mientras tanto, aquellos que realizaban trabajos al aire libre lucían una piel tostada que no sólo reflejaba las interminables jornadas laborales, sino también una falta de protección y de conciencia ante los efectos del astro rey. Los profesionales sanitarios no dejan de insistir en que la moderación a la hora de la exposición al sol debe ser una norma que no se puede franquear. Pese a que adquirir una tonalidad dorada favorece, sobrepasar el límite «lleva asociado un envejecimiento de la piel. Aparecen los léntigos actínicos o manchas producidas por el sol, las arrugas no sólo se forman de forma más prematura, sino que se acentúan», advierte la doctora Martina Alés, del departamento de Dermatología del Hospital Universitario Quirón Madrid. Por ello, continúa, «es más beneficioso estar más blanco que bronceado porque se ha visto que el efecto del sol a largo plazo tiene muchas más complicaciones en la salud, especialmente como principal factor para el posterior desarrollo de un cáncer cutáneo», apunta Cortés. Alcanzar la tonalidad blanca y lucir una piel propia de países asiáticos resulta una ardua tarea entre los habitantes de Occidente. La explicación se debe, según Alés, a que «en nuestro país predomina el fototipo III que corresponde a personas de piel un poco morena, ojos marrones y con tendencia a broncearse, mientras que en otros lugares es frecuente el fototipo I y II, que se caracteriza por piel y ojos claros y que aunque se expongan al sol no sólo no se broncean sino que éste les produce un eritema solar y quemaduras».
Sin embargo, el blanqueamiento total de la piel no trae todos los beneficios que se pueda pensar. Alejar el astro rey reduce la posibilidades de obtener vitamina D, un pilar esencial en el organismo. «No sólo es importante para la mineralización del hueso –ayuda a fijar el calcio–, sino también para la diferenciación de las células que se produce en el sistema inmune, un factor importante que inhibe la proliferación y ejerce un control sobre las células tumorales. Algo que se ha apuntado mucho en la literatura científica: hay estudios que demuestran que los pacientes con mayores niveles de vitamina D tiene mejor pronóstico ante los tratamientos», explica Isabel Longo, dermatóloga, médico adjunta del Servicio de Dermatología del Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla de Madrid. Además, uno de los puntos a favor de tomar el sol es el efecto relajante que produce, como apunta Longo: «También se ha visto empíricamente que es el mejor opio natural, ya que ayuda en la segregación de endorfinas, lo que provoca una sensación placentera de bienestar»
En un intento por huir del sol, es fácil pensar que simplemente con no exponerse es suficiente. Sin embargo, en climas mediterráneos supone una opción casi imposible de llevar a cabo. Por este motivo, «la aplicación de una crema con factor de protección solar entre 30 y 50 plus no siempre es suficiente», recuerda Alés. Por ello, cada vez se está poniendo más de moda la «ropa antisolar». Del mismo modo que las siglas SPF se utilizan para valorar el rango de protección de una crema, en el caso de la ropa se utilicen las siglas UPF. De hecho, la lana y el poliéster son las prendas con mayor índice UPF, mientras que la seda, el algodón y los acrílicos son los que menos tienen. No obstante, Alés advierte de que «los tejidos que no llevan homologados filtros de protección solar ultravioleta son menos efectivos que los que lo llevan, aunque el simple hecho de cubrir la piel sirve. Un ejemplo lo encontramos en los climas tropicales, donde nadie expone su piel al sol y siempre van cubiertos».
El detalle
Cuando una crema protege más que una camiseta
Hay muchas formas de evitar los rayos del sol que no son cien por cien eficaces. Pasear por la orilla del mar, con camiseta, sombrero y gafas de sol no evita que la persona pueda sufrir quemaduras solares. El agua refleja, e incrementa, los rayos solares, que inciden directamente sobre el rostro y las áreas menos protegidas. En el caso de la arena, ésta también refleja un 30 por ciento de las radiaciones que inciden sobre ella. Los cristales de los coches tampoco cumplen con ninguna función barrera. Por uno convencional pasa el 60 por ciento de las radiaciones solares. En caso de los tintados, se puede obtener el equivalente a un SPF 70. Colocarse bajo la sombrilla en el césped tampoco aleja los rayos solares. Si está húmedo es un gran reflectante y devuelve a la piel el 20 por ciento de las radiaciones. Un tercio de las camisetas de algodón de verano protegen menos que una crema antisolar de factor 15.
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