Ciencias humanas
«Inyectan» a distancia información externa en el cerebro de monos
Un equipo de neurólogos han logrado con éxito transmitir con impulsos eléctricos órdenes directas a la corteza premotora de estos animales. Procesaban la información y decidían después
Un equipo de neurólogos han logrado con éxito transmitir con impulsos eléctricos órdenes directas a la corteza premotora de estos animales. Procesaban la información y decidían después.
Si usted es de esos que siente escalofríos por los avances más radicales de la ciencia, aquellos que nos enfrentan a las incertidumbres de las fronteras éticas, prepárese para una buena descarga. Y es que, según ha publicado le revista «Neuron», un equipo de científicos ha sido capaz de «inyectar» pensamientos en el cerebro de dos monos usando un dispositivo de estimulación eléctrica. El experimento ha tenido lugar en las instalaciones del al Universidad de Rochester y sus protagonistas han sido los neurólogos del equipo de Marc Schieber y dos macacos Rhesus.
La prueba logró con éxito transmitir información externa directamente a la corteza premotora del cerebro de los animales.
Todo comenzó con algunas sesiones previas de entrenamiento. Los monos tenían que aprender un juego sencillo que consistía en manipular un panel de botones y palancas según las instrucciones que se les daba mediante un código de luces. Dependiendo de la luz que veían, debían accionar uno u otro dispositivo.
Durante el entrenamiento, los neurólogos fueron emitiendo distintos impulsos eléctricos en la corteza premotora de los animales. Cada luz correspondía a un impulso.
Transcurrido un tiempo, los expertos eliminaron las luces del juego, dejaron solo los impulsos eléctricos. Sorprendentemente, los monos siguieron realizando su actividad sin fallos: accionaban las palancas y botones que los científicos querían sin necesidad de ver las luces. Es decir, los impulsos eléctricos fueron suficientes para transmitir órdenes a los macacos.
Los impulsos no eran suficientemente potentes como para producir una respuesta motora refleja. No se trataba de que los animales reaccionaran automáticamente ante un shock. Más bien habían procesado la información y tomado una decisión consciente en virtud de los que previamente habían aprendido.
La corteza premotora es el área del cerebro que recibe imputs desde las áreas parietales corticales, sobre todo en forma de información visual y espacial. En esa área se transfiere dicha información a sets de neuronas que provocan movimientos concretos. Es la zona donde se desencadenan los procesos electroquímicos que nos impulsan a coger un objeto que se cae, a cerrar los ojos ante una amenaza o a cruzar la calle cuando no hay ningún coche al acecho y vemos la luz verde del semáforo dándonos paso.
Durante mucho tiempo, la ciencia ha buscado el modo de estimular externamente las regiones cerebrales encargadas de la actividad somatosensorial (la corteza visual, la auditiva...). Pero ahora se ha descubierto que también es posible introducir información directamente en otras áreas. Es decir no es necesario actuar en una región dedicada a los sentidos para generar en el sujeto la sensación de que está viendo o escuchando algo.
Si se confirma que realmente esto es factible, se habrá ampliado enormemente el área del cerebro en la que se puede actuar en caso de necesidad. Imaginemos un paciente que ha perdido las conexiones necesarias para ver, oír o interpretar información por culpa de un accidente, un ictus o una enfermedad. Ahora se sabe que quizá se pueda tratar de atajar el problema buscando en otras regiones del cerebro distintas a las directamente implicadas en los sentidos. Por ejemplo, se puede saltar el área visual dañada de un enfermo y tratar de inducir información visual directamente en su mente. ¿Será posible?
De momento el estudio es muy limitado: solo tenemos resultados muy modestos con dos monos. Pero es un paso más en el conocimiento de cómo llega la información externa a nuestro cerebro. Un paso que ayudará a encontrar estrategias curativas en el futuro pero que abrirá estremecedoras incertidumbres: ¿hasta qué punto estaremos legitimados a introducir información ajena en una mente? Aquí es donde viene lo de los escalofríos.
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