Investigación científica
La dieta hipocalórica, el elixir de la eterna juventud
Los regímenes bajos en aporte calórico mantienen mejor el ritmo de vida juvenil de las células. Un estudio revela que hay una conexión entre los ritmos cotidianos, la ingesta calórica y el envejecimiento
Los regímenes bajos en aporte calórico mantienen mejor el ritmo de vida juvenil de las células. Un estudio revela que hay una conexión entre los ritmos cotidianos, la ingesta calórica y el envejecimiento.
Cómo comemos, cuánto comemos y a qué horas del día comemos puede estar relacionado con el modo en el que envejecemos. Un trabajo científico presentado ayer y en el que han colaborado expertos de varias instituciones (entre ellas la Universidad de California en Irvine y el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona) ha encontrado una conexión hasta ahora desconocida entre los ritmos circadianos, la ingesta calórica y el envejecimiento. El estudio pretendía comprobar cómo el reloj biológico que controla la actividad de las células y marca ciclos periódicos dentro del día cambia a lo largo de la vida.
Para ello se ha estudiado el comportamiento de un grupo de ratones analizados cuando tenían seis y 18 meses de edad. En cada uno de los periodos se extrajeron muestras del tejido del hígado, el órgano que funciona en la frontera entre la digestión de los alimentos y la distribución de la energía por el cuerpo. Esa energía es metabolizada en el interior de las células en patrones temporales que tienen que ver con los ciclos circadianos (dependen del momento del día en el que nos encontremos).
Hasta ahora, se pensaba que el invisible reloj biológico que controla esos ciclos (es decir, que determina qué hora es y qué deben hacer las células a esa hora) se deterioraba con el paso del tiempo, como la maquinaria de un reloj. En otras palabras, se creía que el proceso de envejecer estaba relacionado con el deterioro progresivo de ese reloj. Pero los datos han demostrado que, en realidad, el ciclo de 24 horas metabólico apenas cambia con el paso de los años.
Lo que sí experimenta una transformación evidente es el mecanismo de «encendido» o «apagado» de los genes encargados de gestionar el almacenamiento energético en las células, que también varía en ciclos de 24 horas. Es decir: no se estropea la maquinaria del reloj, se estropea la pila. Ese mecanismo energético funciona a las mil maravillas en los ratones de seis meses y mucho peor en los de 18.
¿Pero ocurre por igual en todos los ratones? La respuesta es «no»: y en esa respuesta reside quizás lo más noticiable de este descubrimiento. Los ratones que fueron alimentados con dietas de menor contenido energético (de hasta un 30 por 100 menos de calorías) mantuvieron el metabolismo de sus células prácticamente intacto. Habían envejecido, celularmente, menos.
El Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona ha sido clave en el desarrollo de esta investigación. De sus filas sale el estudio de la revista «Cell» que acompaña al firmado por los científicos de California en el que se analizan células de la piel de los ratones (no del hígado) y en el que se observan idénticos resultados: las dietas de bajas calorías mantienen mejor el ritmo de vida juvenil de las células.
Según Salvador Aznar, coautor de la parte española del trabajo, «consumir menos calorías ayuda a prevenir los efectos fisiológicos del envejecimiento». Al menos, mantiene el ritmo de trabajo de las células madre en estado juvenil y eso es importante, porque esas células ayudan a renovar y preservar tejidos.
Además, añade que «comer menos parece que previene el envejecimiento de los tejidos y, por ende, impide que las células reprogramen sus actividades circadianas».
Será necesario seguir investigando para conocer por qué el metabolismo tiene una incidencia tan directa en el proceso de envejecimiento celular. Las implicaciones para los seres humanos podrían ser espectaculares: una vez se ha hallado la conexión que promueve o ralentiza el envejecimiento, será más fácil hallar fármacos que lo impidan.
En cierto modo, el descubrimiento se ha adentrado en el Santo Grial de la medicina antiedad: revelar los caminos moleculares por los que las instrucciones de cómo y cuándo envejecemos se hacen llegar a los tejidos. El consumo de calorías podría estar en la base de esas instrucciones.
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