Ciencias humanas

Los genes de nuestra pareja afectan a nuestra salud

Un estudio en el que se enjaularon juntos a ratones muestra que se influyeron en cuanto al peso, la aparición de síntomas de ansiedad o la apatía.

Los genes de nuestra pareja afectan a nuestra salud
Los genes de nuestra pareja afectan a nuestra saludlarazon

Un estudio en el que se enjaularon juntos a ratones muestra que se influyeron en cuanto al peso, la aparición de síntomas de ansiedad o la apatía.

Dos que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma condición. El refranero español es sabio. Pero ni siquiera la sabiduría popular habría sido capaz de imaginar que este fenómeno por el que las parejas terminan uniformando sus hábitos y costumbres pudiera tener una base genética. Que los genes de un miembro de la pareja afecten a la salud del otro. Un estudio, publicado ayer en la revista «PLOS Genetics» por científicos del Instituto Europeo de Bioinformática, ha comprobado por primera vez que la salud de ratones de laboratorio se ve influida por la dotación genética de sus compañeros de jaula.

Imagine que su pareja es una persona trasnochadora y usted ha tenido siempre la costumbre de irse a la cama pronto. Es probable que uno de los dos empiece a modificar sus hábitos con el tiempo. Puede que termine por retrasar la hora de dormirse. Puede que un día desarrolle algún tipo de déficit de sueño que afecte a su salud. Y acudirá al médico. Pero ni al facultativo ni a usted le parecerá relevante indagar sobre los hábitos de sueño de su pareja. De hecho, cuando vamos al doctor por un problema de insomnio no se nos pregunta sobre la hora a la que se van a la cama las personas con las que vivimos. Pero si la investigación ahora presentada se confirma, en el futuro es probable que se pueda solicitar un examen genético de los dos miembros de la pareja para estudiar las influencias mutuas en la aparición de una patología.

El estudio analizó dos cepas de ratón de laboratorio (gris y negro) a los que se hizo convivir en el mismo espacio en diferentes circunstancias. A lo largo del experimento, se recogieron datos sobre diferentes funciones vitales, sobre la capacidad de curación de heridas, el aumento de peso, la aparición de síntomas de ansiedad o apatía y otros factores indicadores del estado de salud.

A ambos tipos de ratones se les había realizado previamente un estudio detallado del genotipo.

Después de un periodo de tiempo se observó cómo habían variado más de 100 valores diferentes que sirven de referencia para determinar las características de comportamiento y salud de un animal.

Como es obvio, los animales que convivieron con otros presentaron más cambios en esos 100 valores que los que viven solos. La convivencia había influido en su estado general. Pero lo más sorprendente es que el 29 por ciento de esos cambios correspondían a factores genéticos de la pareja. Es decir, que casi un tercio de la variación en el comportamiento se realiza en la dirección que marcan los genes del otro.

Evidentemente, el estudio no quiere decir que se puedan transmitir las informaciones genéticas entre dos miembros de la pareja, ni mucho menos. Pero sí que puede preverse hacia dónde van a ir nuestros cambios de hábitos y de estado general de salud mirando los genes de nuestro cónyuge. Es lo que los investigadores han llamado «efecto genético social».

Para nadie es un secreto que muchos de nuestros comportamientos están regulados por los genes. Por ejemplo, si somos más madrugadores, si tendemos a comer más azúcar o si se nos curan mejor o peor las heridas. Cuando vivimos solos, no solemos cambiar esas características. Pero la convivencia modela algunas de ellas. De manera que si los genes regulan parte de mi conducta y mi conducta puede influir en la de mi pareja... es evidente que en cierto modo mis genes están regulando parte de la conducta de ella. Y, al contrario, que los genes de mi pareja influirán en mí.

El hallazgo puede ayudar a entender y prever algunas patologías. Cuanto más sepamos de las bases genéticas de enfermedades y conductas, más útil será que los médicos conozcan la presencia de esos genes no sólo en el paciente, sino en su cónyuge. De ese modo, se podrán establecer mejores terapias o estrategias preventivas.