Espacio
Esta es la primera imagen de un agujero negro
Obtenida a partir de una red ocho observatorios situados en distintos puntos del mundo
La primera imagen real de un agujero negro ha sido presentada este 10 de abril. Se trata del agujero negro M87, situado en la constelación de Virgo, 1.500 veces mayor que el de la Vía Láctea.
Científicos del Consorcio Internacional de Event Horizon Telescope (EHT) han mostrado al mundo entero, por primera vez, la fotografía de lo invisible, la imagen primera de lo que, por definición, no deja imagen. Un agujero negro. Y lo han hecho en lo que puede que haya sido el evento de comunicación científica más impactante de los últimos años: una docena de ruedas de prensa repartidas por todo el planeta simultáneamente, una de ellas, en la sede central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Madrid donde se encontraban los responsables españoles del acontecimiento: José Luis Gómez, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía y coordinador de la participación del CSIC en los resultados; Iván Martí-Vidal, investigador del Instituto Geográfico Nacional: Miguel Sánchez Portal y Rebeca Azulay, del Instituto de Radioastronomía Milimétrica de la Universidad de Valencia y Atxon Alberdi, Director del Instituto de Astrofísica de Andalucía.
Y tanta expectación, tanto científico eminente, tanta gente abarrotando el salón de actos del CSIC (cerca de 400 personas)... ¿solo por una foto? O, mejor dicho ¿una imagen?
Pues sí. Porque se trataba de la primera imagen jamás capturada de un agujero negro.
“Este es un acontecimiento histórico para la humanidad... la presentación de una fotografía que fue imaginada por un solo hombre, Albert Einsten en 1915 y que ha ocupado la mente de toda mi generación”, declaró desde Bruselas a todo el mundo Carlos Moedas Comisario Europeo de Investigación, Ciencia e Innovación. “Estoy orgulloso de la ciencia porque hemos sacado una sola fotografía que ha sido capaz de unir a todo el mundo para mirarla”.
La foto refleja un aro naranja de plasma, en medio de la inmensidad del centro de la galaxia M87. En el interior, un vacío negro del tamaño de 8 sistemas solares. Adornado el espacio vacío, un anillo de luminosidad brillante, extremadamente circular tal como predijo la relatividad de Einstein, producido por la absorción de fotones de la materia devorada.
Todo ello conforma un monstruo de 6.500 de veces más masa que nuestro Sol flotando a 55 millones de años luz de distancia
“El Telescopio Horizonte de Sucesos ha transformado nuestra visión de los agujeros negros de un concepto matemático en algo real que puede ser estudiado a través de repetidas observaciones astronómicas”, ha comentado José Luis Gómez. “Hemos logrado algo que parecía simplemente imposible hace tan sólo una generación”
Y es que hasta la fecha, los agujeros negros no tenían cara. Los conocíamos porque su presencia es necesaria para explicar cómo se comporta el cosmos tal como auguraba la teoría de la relatividad y porque los modelos de formación y origen del universo sugerían que estas estrellas muertas supermasivas ocurren a menudo. Y a partir de las ecuaciones que explicaban su existencia y del rastro que posteriormente los telescopios más potentes dejaron de sus consecuencias en espacio que les rodea (del mismo modo que intuimos la presencia del viento invisible por el movimiento de las ramas de los árboles). Pero nunca se había obtenido la imagen de uno de estos fenómenos.
Y todos sabemos que una imagen vale más que mil palabras.
La caza de agujeros negros ha sido uno de los fetiches de la cosmología contemporánea desde su primera formulación teórica en las medianías del siglo pasado. Por su propia naturaleza escapan al escrutinio de nuestra percepción. Los telescopios humanos están diseñados para capturar radiación (luz, rayos gamma, rayos X, ondas de radio...) Pero eso es precisamente lo que un agujero negro no puede ofrecer: radiación. Son cuerpos tan masivos que su gravedad atrapa todo lo que pasa cerca de ellos: luz, materia, radiación, incluso el espacio y el tiempo quedan encerrados en su interior. De esa manera se hace imposible conocer que pasa más allá de la frontera a la que somos capaces de llegar, el último rincón del espacio circundante al que la materia y a energía pueden llegar antes de ser devorados y que llamamos Horizonte de Sucesos.
A través de la incidencia de su presencia en el entorno se puede calcular su masa, su velocidad y la energía que desprenden... pero nada más.
Hasta el anuncio de ayer, los astrónomos se han aproximado a la realidad de los agujeros negros a través de los chorros de energía que emite la materia cuando cae en ellos, las partículas escupidas como eruptos de un dios glotón que miden miles de años luz y viajan a velocidades imposible y la acerleración producida en las nubes de gas y polvo que tienen la mala suerte de cruzarse en su camino. Todos esos fenómenos han ayudado a intuir cómo son los agujeros negros.
La contemplación final de un agujero negro no es tarea fácil... Son astros que se encuentran a distancias grandísimas de notros, en el corazón de algunas galaxias remotas o en el de la nuestra mismamente. Su tamaño, a pesar de la voracidad que demuestran, es muy pequeño y para colmo habitan en regiones cubiertas de gas y polvo que velan la mirada indiscreta de los telescopios
Las observaciones del EHT emplean una técnica denominada interferometría de muy larga base (VLBI por sus siglas en inglés), la cual sincroniza telescopios por todo el mundo y aprovecha la rotación de la Tierra para formar un gigantesco telescopio virtual del tamaño de nuestro planeta. Observando a una longitud de onda de 1,3 milímetros y gracias a la técnica VLBI, el EHT alcanza una resolución angular de sólo 20 microsegundos de arco, suficiente para poder leer un periódico en Nueva York desde una cafetería en París La creación del EHT ha supuesto un reto formidable, que requirió modernizar y conectar una red mundial de ocho telescopios ya existentes situados en zonas remotas a una gran altitud. Estas localizaciones incluyen volcanes en Hawái (Estados Unidos) y México, montañas en Arizona (Estados Unidos) y Sierra Nevada (Granada, España), el desierto chileno de Atacama y la Antártida.
De esa manera, se puede simular la potencia de un telescopio que tuviera el tamaño de todo el planeta Tierra.
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