Asuntos sociales
Compartir tiempo con el padre beneficia a la salud mental de los hijos
Nuevos estudios científicos refuerzan la importancia de la figura paterna, incluso después de la separación. Que un niño pase largas jornadas con su padre no sólo le beneficia a él, también a la madre.
Nuevos estudios científicos refuerzan la importancia de la figura paterna, incluso después de la separación. Que un niño pase largas jornadas con su padre no sólo le beneficia a él, también a la madre.
«A la luz de lo que la ciencia nos muestra, parece cada vez más evidente que muchas de las cosas que hemos asumido como propias de la maternidad, son también típicas de la paternidad». Lo dice la doctora Martha Zaslow, psicóloga del Instituto Nacional de la Salud Infantil de Estados Unidos. Y lo dice pensando, precisamente, en la importancia del rol de la madre pero también del padre en el desarrollo de los niños. La frase no es, ni mucho menos, banal. De entre todos los cambios sociales de los que hemos sido testigos los ciudadanos nacidos en el siglo XX, probablemente el más silente sea la reivindicación del hombre como padre, en igualdad de facultades, condiciones, capacidad de influencia y sacrificio que la madre. La revolución tranquila del hombre dispuesto a desplegar toda su masculinidad en el cuidado, atención y educación de sus retoños.
Pero esta revolución no ha sido plena. Nuestra sociedad, nuestras leyes y nuestros medios de comunicación no parecen haber experimentado la evolución necesaria para acoger al nuevo padre en su seno. Quizás donde con actualidad más sangrante se manifiesta la discordancia entre el deseo masculino de ser padre y la adaptación de las normas sociales a este deseo es en el siempre duro trance de la separación. «El matrimonio es un contrato y, en la mayoría de las sociedades del mundo, se puede rescindir. Pero la paternidad no lo es y no se puede romper. El intento de las leyes de lograr la muerte civil de un progenitor que no disfruta de la tenencia de sus hijos es imbécil y destructivo», escribió hace décadas la socióloga Margaret Mead. Su sentencia sigue de plena actualidad hoy cuando, a pesar de los avances en legislación sobre custodia compartida, en la mayor parte de las separaciones es el padre el que se ve privado de la presencia constante de sus hijos en casa. Y, demasiado a menudo, damos por supuesto que es así como deben ser las cosas. ¿Nos preguntamos qué efectos puede tener para la educación de los hijos la ausencia de la figura paterna del mismo modo que somos conscientes de lo perniciosa que sería la de la materna?
La ciencia se lo ha preguntado. La última vez, esta misma semana. Psicólogos de la Universidad de Arizona han publicado, de la mano de la Sociedad Americana de Psicología, una interesante investigación sobre el contacto paterno-filial después del divorcio. El título lo dice todo «¿Es bueno para los hijos pernoctar con frecuencia en la casa de sus padres separados?». Y la pregunta parece extraña: ¿es que acaso alguien lo ponía en duda? Lo cierto es que sí. Durante las últimas décadas, la psicología ha tenido la tentación de proponer que lo mejor para los hijos de padres separados es que pernocten sólo en un hogar, generalmente el de la madre. Los cambios de domicilio, en muchas ocasiones, se han propuesto como dañinos, desequilibrantes y contrarios a la estabilidad necesaria del menor. La evidencia científica, ahora, echa por tierra esta idea. Por fin.
El estudio concluye que «pasar frecuentes jornadas con el padre no sólo no perjudica la estabilidad emocional del menor ni afecta a la relación de este con su madre sino que beneficia a todos: padre, madre e hijos». El trabajo ha consistido en una revisión clínica de la literatura existente. Las conclusiones son demoledoras. Los menores que pasan más tiempo con el progenitor tras la separación tienen mejores relaciones con su padre y con su madre al llegar la edad adulta. Los lazos son más fuertes en ambas direcciones que los de aquellos que no disfrutaron de tanto tiempo con su padre. Los efectos positivos del contacto paterno se han demostrado tanto en los casos en los que hubo un acuerdo mutuo por la custodia como en aquellos en que fueron los jueces los que impusieron las visitas al padre. Se mire como se mire, facilitar el contacto paterno es siempre bueno. El estudio concluye que ésta debería ser la posición de partida en cualquier negociación tras un divorcio: la pelea por la custodia no tiene sentido, lo mejor, a la luz de la ciencia, es que ambos padres pasen el mayor tiempo posible con los hijos. Y no sólo es bueno para los niños. La madre y el padre, por separado, también se benefician de la relación con sus retoños.
Parece evidente que el intento de eliminar de la ecuación a una de las partes ha sido uno de los mayores errores en política educativa. «Está demostrado, dice la investigación, que las relaciones de buena calidad entre el padre y sus hijos predicen una mejor salud mental de los menores para el resto de su vida».
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