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Francisco Pérez Abellán: «La Familia Real no tuvo que ver con la muerte de Prim»

Acaba de culminar un estudio sobre el mayor magnicidio español del siglo XIX

Francisco Pérez Abellán: «La Familia Real no tuvo que ver con la muerte de Prim»
Francisco Pérez Abellán: «La Familia Real no tuvo que ver con la muerte de Prim»larazon

El nuevo libro de Franscisco Pérez Abellán, «Matar a Prim» (Planeta), además de las conclusiones de una investigación histórica sobre el magnicidio más trascendental del siglo XIX, contiene un mensaje para Don Juan Carlos: «Majestad: tras una exhaustiva investigación, 142 años después de los hechos, aplicando como criminólogos los más avanzados medios de la ciencia del siglo XXI [...] me honro en comunicarle que al contrario de lo que se ha afirmado sin base alguna y se sostiene con impertinencia saducea, la línea legitimista que representa su tatarabuelo Alfonso XII no tuvo nada que ver en la conspiración [...]. En realidad, debe decirse que lo asesinaron enemigos feroces de los Borbones alfonsinos».

-Asegura que querían desvelar uno de los grandes misterios de España, pero han acabado haciendo una servicio a la Corona.

-Sí, se ha descartado su participación de forma científica y definitiva. Por eso, el primer libro que salió de imprenta se lo enviamos a la Zarzuela. Es un trabajo que realizamos de forma altruista un grupo de científicos y que ha servido para dar mayor cohesión a nuestro país.

-Pocas páginas tan oscuras en nuestra historia como este asesinato. Supongo que ha sido uno de los momentos más gratificantes de su carrera.

-He sido criminólogo por afición y pasión durante los últimos 35 o 40 años y me interesan especialmente los magnicidios. De todos los crímenes de España el más importante, extraño y definitivo es el de Prim. Era un auténtico reto que se daba por perdido, pues se sostenía que nunca se iba a aclarar. Estudiamos el sumario de 18.000 folios que se guardaba en el edificio de los juzgados de Plaza de Castilla. Vimos que tenían los nombres de los asesinos y los pagarés con los que gratificaron su crimen. Les recompensaban con 10 pesetas diarias y 5.000 duros si lo llegaban a matar, además de poder huir de España. Se trata del primer asesinato de un jefe de gobierno de la historia en el que se pasó de una labor artesanal a una industria.

-De hecho, sostiene que los asesinos de Kennedy se inspiraron en este caso...

-Haber resuelto este crimen lo convierte en una especia de llave. La Ley Prim que reza que los magnicidios siempre surgen de una traición del entorno del poder. Lo mismo ocurrió con Cánovas, Canalejas, Dato y Carrero. Los culpables no fueron los anarquistas o los terroristas, sino que fueron inspirados por la traición. En todos los casos, también el de Kennedy, se trata de disfrazar el crimen: se hacen desaparecer las heridas que sufrió para ocultar que numerosos tiradores cubrían todos los itinerarios. En el caso del presidente de Estados Unidos ya se ha hablado mucho, pero en el de Prim ocurrió lo mismo. Todos los caminos posibles fueron bloqueados con vehículos para hacer un sandwich sabiendo que iba desarmado.

-Habla de diversos grupos muy diferentes que estuvieron tras su muerte (masones, republicanos exaltados...). ¿Por qué le odiaban desde todos los frentes?

-Porque él, llevado por su borrachera de poder, piensa en hacer tabla rasa con toda la clase política española. Todos iban a quedar anulados por el rey italiano que él buscó. En tres meses sufrió tres intentos de asesinato por los mismos instigadores. De hecho, se miente en la versión oficial, ya que se cuenta que pudo moverse con normalidad después de los tiros que recibió. Se inventa incluso que él solo llegó a su palacio y que subió las empinadas escaleras.

-Supongo que uno de los momentos más emocionantes de la investigación fue tener acceso a investigar el cadáver...

-Eso fue fruto de una negociación con el Ayuntamiento de Reus. Al final prometimos buscar un patrocinador para poder exponer la momia este año con motivo del segundo bicentenario. Realizamos una autopsia con la ciencia del siglo XXI y descubrimos surcos en el cuello fruto del estrangulamiento. En definitiva, quedó probado que el general Serrano, el de la calle, entonces Regente, envidiaba a Prim, que tenía todo el poder civil y militar, mientras que él ocupaba una jaula de oro. Nunca se le hizo una autopsia. Por acción o por omisión fue el culpable.

-A la profesión de criminólogo, ¿uno se acerca por morbo?

-No. Todos llevamos dentro la posibilidad de matar, y yo me preguntaba qué hace que unas personas traspasen la línea y otras no. Eso es tan interesante que se convierte en un tema único. Me interesa por qué alguien que puede elegir el bien decide matar, quitar lo más hermoso que tenemos. Solo hay un poder superior: devolver la vida. La gente corriente mata cuando quiere quitarse algo del medio o poseer algo que no tiene. Nuestra profesión busca prevenir, ser antídoto.

-¿Cuál es su relación con la muerte?

-No me da ningún miedo. Es un objeto de estudio. Para mi desenterrar la momia de Prim es una materia de goce intelectual. Lo de poder recomponer el pasado ayuda y más en un país que no ha sabido entenderlo.

-¿En España se asesina de forma difetente a otros países?

-El propio Prim decía que España no era una nación de asesinos. En 1870 lo era, más que ningún otro país del mundo. Él perdió la perspectiva, pero hoy, afortunadamente, la situación ha cambiado.

-¿Hay algún otro asesinato de igual calibre en el siglo XX?

-El de Carrero Blanco, que viví en primera persona como reportero del diario «Pueblo». Existen los mismos misterios que en el de Prim. Nadie se puede explicar cómo pueden excavar un túnel para poner una bomba al lado de la Embajada norteamericana, donde si alguien se le ocurre clavar algo en la pared enseguida tienen al FBI en casa. Este tipo de crímenes sólo se puede hacer con la complicidad de quienes traicionan a la víctima. El encargado de velar por su seguridad hizo dejación de funciones, igual que en el caso de Prim y de Cánovas, que llegaba a pie a la Puerta del Sol y sus guardaespaldas, pese a ser más jóvenes que él, le dejaron solo.