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Risto Mejide: «¿Meterme en política? ¡No me quieras tan mal!»

Risto Mejide
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Risto Mejide me recibe en el hotel Wellington amablemente y con una educada media sonrisa. Yo no puedo evitar mirarlo de arriba abajo, tal vez para comprobar que es él de verdad, el mismo que arrastra a 1.400.000 seguidores en Twitter, 76.000 en Facebook y que vende sus libros a mansalva. El último, «#ANNOYOMICS, el arte de molestar para ganar dinero» (Gestión 2000), que a día de hoy ya no sé ni cuántas ediciones lleva, ha sido el cuarto más vendido en castellano en Sant Jordi. Alguien podría pensar que su éxito literario tiene que ver con su condición de fenómeno sociológico televisivo, pero sólo si no ha leído el libro. Quien lo hace, descubre inmediatamente que Risto escribe bien, argumenta meticulosamente y sabe a la perfección el mensaje que quiere comunicar. Tanto es así, que su libro no deja sin efectos secundarios a nadie. A mí, desde luego, tampoco. Por eso no puedo evitar contarle que, nada más terminarlo, ya que no podía quemarlo, estuve a punto de tirarlo a la papelera. «No serías la primera que lo hace...», me dice, casi satisfecho. Y en ese momento me doy cuenta de que no sabe que se lo digo como homenaje: es lo que hacía el Carvalho de Vázquez Montalbán con sus libros más queridos. No es que Risto no lea, al contrario, lee «compulsivamente. Estoy enganchado. Es mi único hobby realmente»; pero ficción, según me dice, más bien poca, sólo ensayo, biografías... Aun así, si se pone a escribir novelas, también arrasa, como sucedió, hace un par de años, con «Que la muerte te acompañe», un relato cuya estructura, según el propio Risto ha desvelado, está basada en la de «La Divina Comedia», sólo que en lugar de los siete círculos del purgatorio, el protagonista, recién fallecido, acompañado por la muerte, se pasea por las siete plantas de El Corte Inglés.

No creo que el reconocimiento a tal obra le llegara porque causara molestia, pero parece que a Risto le gusta considerar que sus libros, sus apariciones en televisión, los programas que produce o sus artículos tienen mucho que ver con esa molestia que, según Annoyomics (conjunción de Economía y Molestia), lleva a ganar dinero: «Detrás de todo eso que has mencionado que hago hay mucha gente molesta porque yo lo haga. O sea que, efectivamente, cuando alguien hace algo, molesta a alguien, que es la tesis del libro...». Sin embargo, si hiciera cosas que no tuvieran repercusión no le molestarían a nadie, quizá porque nadie se enteraría. Lo que lleva a pensar que lo que más molesta es el éxito: «Bueno, el éxito acaba de rematar la faena. Pero simplemente el hacer cosas te coloca en una situación en la que los demás se sienten terriblemente incómodos, sea porque están haciendo lo mismo, porque no hacen nada o porque no quieren que tú lo hagas». Lo que es innegable es que Risto Mejide molesta haga lo que haga, probablemente porque lo hace bien, o tal vez porque ha elegido bien la molestia, que es lo que recomienda en su libro: «Mi vida cambió cuando leí una frase de la última entrevista a Michael Crichton, antes de morir, en la contra de un periódico: "Si cuando hablas nadie se molesta es que no has dicho absolutamente nada". A partir de ese momento hice muchas cosas en mi vida para mí y para muchas marcas».

En ese instante de la entrevista, Risto comienza a relatarme grandes hitos de la molestia que aparecen en el libro y que han conllevado grandes ingresos, como las campañas de publicidad de Benetton, que son paradigmáticas. Y ahí se le transparenta el alma de creativo publicitario, del «vende o no vende» con el que miran ellos todas las cosas, mucho antes de juzgarlas como buenas o malas. Sólo cuando queda claro que buenas no son (porque no venden), es el momento de criticarlas y hasta de derribarlas; pero eso sí, sin insultos: «Jamás he gritado y jamás he insultado. Como digo en el libro, reto a quien sea a que lo encuentre... Puedo haber dicho una palabra que no quería, pero insultar, decir tú eres...». Lo mejor es que en ese reto está en juego una cena pagada por el propio Risto..., ¡pero sin él!, porque, según subraya: «No ceno con desconocidos». Ésa es la broma, pero pocos entienden el porqué de sus juicios tan desgarradores: «No hay ninguna cuerda que, sin ser tensada, pueda tirar de nadie. Tensar esa cuerda muchas veces ha sido mi trabajo en un jurado, para conseguir lo mejor y lo peor del concursante». Le digo que si ya sabe cómo lograr eso de los concursantes de la vida, igual debería dedicarse a la política, y salta como un muelle: «¡No me quieras tan mal! Me tendría que quitar de encima mucha honradez para ser político. Y, además, creo que tengo talento para algo, no me hace falta ir a la política... Lo único que le interesa de la política a alguien como yo, que tiene una empresa o varias e intenta sacar proyectos empresariales adelante, es que no me jodan, que no me pongan palos en las ruedas...».

Habría que saber si este hombre dual, que esconde detrás de sus gafas la timidez y parte del personaje que simplemente es él mismo, jugando uno u otro rol, encuentra más palos en las ruedas en Madrid o en Barcelona: «Yo tengo empresas en ambas ciudades. Tengo oficina aquí y allí... Mira, hay un monólogo muy bueno de George Carlin, de los años 90, que a mí me fascinó. Se llama ''Things that Make Us the Same''. En ese monólogo se decía: "Si os fijáis, todo el que quiere conseguir algo de vosotros, lo primero que hace es separaros. Por raza, por sexo, por condición social, por condición económica, por lugar de nacimiento o por lo que sea. El que no quiere sacar nada de ti, lo que intentará es unirte''. Es un monólogo cómico, pero me parece tan grande el mensaje... Yo cuando alguien me separa, sea por lo que sea, desconfío. Pero separar no significa independizar o no, significa por ejemplo preguntar ¿tú eres de los que independiza?» De mensajes grandes y pequeños está repleto el libro de Risto Mejide y también su conversación, aunque si me tengo que quedar con uno, elijo ese personal que hizo público a través de Twitter hace pocos días: «Feliz cumpleaños a mi inquilina @ruthjimenez. Te amo». ¿Se estará ablandando, como le dicen los tuiteros? «El ''te estás ablandando'' –confiesa Risto– es, quizá, de entre todos los que me mandan, el tuit del que más orgulloso me siento».

Personal e intransferible

Nació en Barcelona, en el 74, está divorciado, felizmente enamorado y es padre de un niño de tres años y medio al que adora. Fue a un colegio del Opus, luego estudio en ESADE, lideró una banda musical, triunfo en la publicidad y llegó al mundo de la televisión, a partir del cual, casi todo de él se ¿conoce? Por si acaso, decir que ¡le gusta (también) Julio Iglesias!, que a los partidos del Barça le llevaba su abuelo, que se lava las manos constantemente, que la única frase que pronunció en una conferencia de la universidad es «la creatividad es una actitud», que no recuerda los sueños, que le gustan los libritos empanados que hace su mujer y el vino y que, además de a la suya, idolatra a las féminas, por lo que si volviera a nacer, querría ser una de nosotras. Tiene un libro y una música para dedicar a cada uno. A mí, para este verano, me ha propuesto «Ideas», de Peter Watson, algo así como la historia de la humanidad en clave de inventos. Y en cuanto a música, me ha dicho que conmigo bailaría «Laura», de Craig Arm.