Entrevista

“Dejemos de considerar enemigas a nuestras hormonas”

Miriam Al Adib Mendiri. Ginecóloga.

Clínica Marina Gine
La doctora Miriam Al Adib MendiriG Pérez

Desde los anuncios de compresas hasta los mensajes implícitos en programas de televisión y películas, se nos presenta un prototipo de mujer enérgica y constante. Asumir este modelo de mujer lineal, ya sea por la influencia de las pantallas o por el ritmo estresante y frenético de la sociedad actual, sin tener en cuenta la naturaleza cíclica de la mujer, puede llevarnos a interpretar como anormal o patológico las variaciones en nuestro estado de ánimo o niveles de energía que, de forma natural, se producirán en determinados momentos del ciclo menstrual, como cuando tenemos la regla o unos días antes. Si no tenemos capacidad para honrar estos ciclos y escuchar las necesidades de nuestro cuerpo por encima de la influencia de factores psicosocioculturales, surgen desequilibrios en el contexto hormonal interno que pueden afectar en gran medida al bienestar físico y psicológico de las personas.

Con el propósito de revelar el mundo que hay detrás de nuestras hormonas, cómo nos influyen, qué problemas se derivan o qué podemos hacer para gozar de mejor salud, la ginecóloga Miriam Al Adib Mendiri ha escrito el libro «Cuando las hormonas se desmadran». En él desafía estigmas y reivindica la normalización de las variaciones hormonales en la mujer.

Sus clínicas en Extremadura, conocidas por abordar la medicina desde una perspectiva biopsicosocial y humanista, atraen a pacientes de todo el país y se han expandido por Madrid, Marbella y Sevilla.

Pensar en hormonas sexuales femeninas es pensar en menopausia, dismenorrea, síndrome del ovario poliquístico, síndrome premenstrual… ¿Se justifica esta mala fama?

Las hormonas tienen un gran impacto en nuestras vidas. Su delicado equilibrio orquesta nuestra salud y bienestar físico y mental. Lo que pasa es que, culturalmente, siempre hemos puesto el foco en sus desequilibrios y las consecuencias de éstos, extrapolando los desórdenes a que las hormonas son nuestras enemigas.

Esta mala comprensión nos lleva a dos extremos: a considerar normal el hecho de pasarlo mal por sufrir desequilibrios hormonales y a considerar patológico cosas que son normales.

De hecho, las mujeres somos cíclicas durante la edad fértil y tenemos necesidades diferentes a lo largo del ciclo. Y esto no es ni malo ni patológico.

¿Por qué hemos asumido que lo normal es lo lineal?

Tradicionalmente, en Medicina siempre se ha estudiado la salud y la enfermedad en el modelo masculino y se ha extrapolado ese modelo lineal al femenino sin tener en cuenta las grandes diferencias entre ambos sexos que son orquestadas por las hormonas sexuales. Éstas regulan un sinfín de procesos en el organismo: sistema inmunológico, cardiovascular, sistema nervioso, el hueso, cerebro, hasta el metabolismo.

En el caso del sexo masculino, ellos tienen un orden hormonal lineal durante la edad fértil, regulan todos estos sistemas de una forma constante y sin grandes cambios.

En cambio, las mujeres tenemos diferentes fases en el ciclo

Desde la Antigua Grecia hasta hoy seguimos sin entender la salud femenina y su delicado orden hormonal. Con decir «cosas de mujeres», «a las mujeres no hay quien las entienda» o «las mujeres están locas», nos quedamos tan anchos. De hecho, palabras como «menopáusica» se utilizan como insulto.

¿Cómo afecta la alternancia cíclica en nuestro cerebro?

En la primera fase del ciclo (desde la regla a la ovulación), los estrógenos comienzan a subir alcanzando su pico más álgido cuando llega la ovulación. Éstos son activadores neurales, por lo que estamos más activas, más creativas e, incluso, nos ven más atractivas (de esto hay estudios muy curiosos). Después, en la segunda fase del ciclo, con la progesterona como inhibidor neural, nos ponemos en modo «zen».

Seguro que más de una mujer está pensando que no, que en la segunda fase del ciclo está más irritable. Esto puede ocurrir por dos cosas. En primer lugar, porque el entorno estresante le impida estar como necesita estar en ese momento y se produce un desequilibrio que genere algún tipo de malestar. En segundo lugar, porque ese mismo entorno hostil le haga tener el cortisol por las nubes y fabrique menos progesterona impidiendo su acción ansiolítica en el cerebro.

Otros malos hábitos, además del estrés, pueden hacer que la progesterona sea más baja en la segunda fase del ciclo.

¿Qué aspectos hay que tener en cuenta para comprender el funcionamiento de las hormonas sexuales femeninas?

Un problema frecuente es que se estudian de una forma muy «parcelada»: esta hormona es así y tiene estas funciones. Pero esto no explica muchas cosas. Para entender las hormonas hay que comprender la interrelación que estas mediadoras de la información tienen con los demás sistemas del organismo, en especial con otros dos sistemas que también tienen mediadores de información (sistema nervioso y sistema inmunológico).

Y luego está el contexto externo: cómo el ambiente influye en nuestras hormonas. Pongo un ejemplo. Las hormonas tienen su orden en el parto y el puerperio. Cuando contradecimos su lenguaje, puede quedar una huella en la salud de la madre y el bebé.

Así, el hecho de separar a la madre del bebé recién nacido sin ninguna razón ejerce un impacto tan negativo en la neurobioquímica hormonal del cerebro de la madre y el bebé que podría predisponer a alteraciones en el vínculo, depresión postparto, impacto en el neurodesarrollo del bebé, etcétera.

Además de este ejemplo, ¿qué situación puede llegar a descontrolar la neurobioquímica del cerebro por influencia psicosociocultural?

Los modelos ideales de mujeres lineales e hipersexualizadas, esas mujeres que no cambian siendo eternamente atractivas, frustran la realidad de las mujeres.

Y es que, no dan lugar para entender que somos cíclicas, cambiantes, que envejecemos, etcétera.

Esta frustración constante no nos hace ningún bien en nuestra salud. Este malestar se acentúa, especialmente, cuando llega la perimenopausia y menopausia. Muchas mujeres comienzan esta etapa de la vida sintiendo un tremendo pánico que está injustificado.

¿Cómo impacta el desconocimiento sobre la complejidad de las hormonas sexuales femeninas en el manejo de la salud sexual femenina?

No conocer las hormonas y su efecto en nuestro cuerpo y mente hace que asumamos malestares y no busquemos ayuda. Pero también influye a nivel clínico.

Evidentemente el deficiente estudio sobre la salud femenina influye en enfoques diagnósticos y terapéuticos erróneos. Y nos encontramos con mujeres padeciendo una horrible calidad de vida sin un diagnóstico, tratamiento y autocuidados específicos necesarios para su bienestar.

Todo lo que no se puede medir para enfocar el diagnóstico pasa a un segundo plano: síntomas de dolor, cansancio, falta de energía, tristeza…

Pero también solemos caer en un reduccionismo tremendo con el uso de anticonceptivos. Estos medicamentos, que lo tengamos claro, no lo resuelven todo. Antes de tratar, hay que valorar todas las opciones posibles.

En mi caso, no hay una semana que no vea a una joven tomando un anticonceptivo y yendo a psicoterapia, o tomando un antidepresivo a la vez cuando, en muchos casos, esa depresión es un efecto adverso del propio anticonceptivo.

Hay problemas que incluso afectan a las relaciones de pareja que están siendo completamente invisibles.

Con esto no quiero decir que los anticonceptivos sean buenos o malos. Depende del contexto, de la balanza riesgo-beneficios, de las contraindicaciones y de muchos factores que las mujeres debemos tener en cuenta.