Lleida
«Mándame una foto tuya en braguitas»
Tras hallar los teléfonos en Instagram, M. C. R., de 37 años, contactaba con chicas de entre 11 y 18 años y les enviaba y pedía imágenes muy explícitas vía WhatsApp.
«¡Hola! ¿Qué tal, guapa? ¿Cómo estás?». Con esta inocente frase M. C. R., se acercaba a sus víctimas. Las buscaba jóvenes, muy jóvenes, y que a sus ojos fueran sensuales. Para ello, este hombre de Córdoba de 37 años hacía primero una búsqueda en Instagram. Rastreaba la red para encontrar perfiles «atrevidos», imágenes en las que él veía «cierta sensualidad»: le valían chicas que tuvieran entre 11 y hasta 18 años. Todas ellas le despertaban sus instintos más bajos. Tras hallar a «sus presas», miraba si eran públicos sus números de teléfono móvil. Algo demasiado habitual entre los jóvenes. Luego sólo era cuestión de ganarse su confianza vía WhatsApp. Y qué mejor modo que haciéndose pasar por un adolescente de 16 años (el pederasta decía que era un joven de entre 16 y 25 años según la edad de la víctima), un chico que quiere conocer a alguien, ligar, cosas normales para esa edad. El alias que utilizaba era «Vitolero» (el motivo se desconoce, aunque curiosamente hay un Vitolero del porno). Pero poco a poco iba pisando el acelerador. Y, una vez ganada la confianza de su presa tras enviarle fotos de un joven que nada tenía que ver con él, y tras asegurarse de que el «objeto de su deseo» tenía la edad que decía en Instagram, ya no tenía freno.
«Mándame una foto tuya en braguitas», «¿te gusta la leche?», «te voy a enviar una foto de mi hermano» y a continuación la imagen que le enviaba era de su pene, o de una imagen de él u otra persona eyaculando sobre la cara de una menor. Frases pornográficas e imágenes con sexo explícito con el objetivo de que las menores le mandaran fotos suyas ligeras de ropa y tener un encuentro con ellas. «Intentó quedar en tres ocasiones con menores. Pero por suerte, al no vivir en su misma provincia, no quedaron. Eso hubiera sido peor», precisan fuentes próximas a la investigación. Y es que en estos casos, los pederastas suelen pedir a sus víctimas que participen en actos de naturaleza sexual o fuerzan encuentros personales utilizando en muchas ocasiones el chantaje, por las fotos que las víctimas les mandaron previamente, para conseguirlo.
La investigación llevada a cabo por la Benemérita comenzó en verano de 2014, cuando un padre de Tenerife se percató de que su hija de sólo 11 años estaba recibiendo en su móvil imágenes pornográficas muy explícitas procedentes de un número de teléfono desconocido. Alertado, interpuso una denuncia ante la Comandancia de la Guardia Civil de Santa Cruz de Tenerife, que a continuación puso en marcha la «operación Thays», que ha concluido con la detención de M. C. R. Tras obtener las autorizaciones judiciales correspondientes para saber quién estaba detrás de esa línea telefónica, los agentes procedieron a su detención, durante la cual le intervinieron dos teléfonos.
Después de confirmar que las fotografías enviadas a la menor de 11 años se hallaban en uno de sus teléfonos, los agentes localizaron a través de sus móviles al resto de víctimas. Tras analizar cada uno de los chats, detectaron 16 conversaciones en las que el receptor podría ser menor de edad. «Vitolero» mantenía contacto por la red de mensajería instantánea con 13 chicas menores de edad (así como también con otras tres jóvenes de 18 años), a las que enviaba y pedía imágenes pornográficas a pesar de que durante el acercamiento los menores atacados le habían comunicado su minoría de edad. Hechos por los que M. C. R. está acusado de 13 delitos de corrupción de menores tras la operación desarrollada por la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Comandancia de la Guardia Civil de Santa Cruz de Tenerife, en colaboración con otras unidades de Córdoba, Madrid, Murcia, Huesca, Almería, Cádiz, Baleares, Valencia, Lérida, Alicante y Granada.
Suele ser habitual que los jóvenes publiquen información personal, como su número de teléfono y fotografías personas, en las redes sociales, por eso desde la Guardia Civil hacen hincapié en que mejor no se haga, ya que esa información resulta esencial para los pederastas, porque así pueden seleccionar a los potenciales víctimas en razón de sus gustos personales. Y es que el mejor aliado es la prevención. «Tener una relación positiva y abierta con los hijos para que puedan hablar con confianza de lo que les sucede, sea positivo o negativo, es clave. Prohibir no sirve de nada, sólo conduce a que los hijos no digan nada a sus padres», recuerda el experto en intimidad Julio Iglesias, catedrático de Sociología de la UCM.
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