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Diez años para el ladrón del Códice Calixtino
Las campanas de la catedral resonaron alegres ayer al filo de la una de la tarde. Quizá vaticinando la noticia que minutos después avanzaba en primicia «Espejo Público». El ladrón del Códice Calixtino había sido condenado a diez años de prisión por tres delitos: hurto, robo con fuerza y blanqueo de capitales. A los expertos les sorprende, si acaso, la baja pena impuesta en relación a las peticiones de cárcel, alguna tan ambiciosa que alcanzaba los 31 años a la sombra. A partir de ahí la sentencia deja críticas, dudas y alguna incógnita.
La Audiencia Provincial no puede evitar arremeter contra el magistrado instructor. A Vázquez Taín le recuerda que un «juez no tiene un poder ilimitado» y que su decisión de poner micrófonos en la casa del ladrón del Códice es una «medida que no está contemplada en nuestro ordenamiento jurídico». También le reprocha el interrogatorio que realizó al electricista: «Esta sala no comparte algunas expresiones ni el tono empleado por el instructor». Entre otras cosas, le comparó con un «zorro», siempre al acecho, que según denunció el acusado, se mofó de él.
La sentencia absuelve a Jesús, el hijo de Castiñeiras, del delito de blanqueo de capitales, pero «él jamás olvidará que a pesar de ser inocente el juez lo mando a prisión. La humillación de ingresar en la cárcel cuando eres inocente jamás la podrá borrar de su memoria», apunta su abogada Carmen Ventoso en declaraciones a LA RAZÓN. Remedios, la mujer del electricista, sin embargo, sí es condenada a seis meses de cárcel por blanqueo de capitales. La sala argumenta: «La conducta de la acusada es, cuando menos, la de la ignorancia deliberada». Es decir, que optó por no averiguar de dónde sacó el dinero su marido para comprar las casas, pero se podía imaginar que tantísima cantidad no provenía de su trabajo, sobre todo después de que lo despidieran. Remedios no tiene estudios, pero, según la Audiencia, estaba obligada a imaginarse la procedencia del dinero.
Por otro lado, la Sala critica duramente al antiguo administrador de la catedral: «Es evidente que la ausencia de medidas de control y la clamorosa desidia por parte de quien fue el administrador, que siendo conocedor de los robos que se estaban produciendo no informó ni adoptó medida alguna para evitarlo». Afirmación que permite plantear la siguiente duda: ¿en la catedral sólo robaba el electricista?
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