Brooklyn
El colegio donde «las chicas mandan»
Talana Bradley, directora del colegio femenino Young Women's Leadership School, defiende en Madrid la educación diferenciada. Su centro es uno de los que mejores calificaciones obtiene en todo EE UU
El colegio público femenino Young Women's Leadership School de Brooklyn cuenta 400 alumnas y 24 profesoras. El 56% de las que cursan octavo –nuestro equivalente a 2º de la ESO– alcanzó hace dos años la máxima calificación que otorga el Departamento de Educación de Nueva York por su progreso académico. Además, en 2012 consiguió situarse entre los centros con calificaciones más altas en los cursos previos a la Universidad. En los uniformes de las alumnas puede leerse una inscripción: «Las chicas mandan». ¿Estamos ante un ejemplo del éxito de la educación diferenciada?
Así lo piensa Talana Bradley, directora del centro, que acudió esta semana al «15 diálogo de Educación» organizado en Madrid por la Confederación de Padres y Madres de Alumnos (Cofapa). En su opinión, la educación diferenciada ni segrega ni discrimina. «No creo que la educación diferenciada tenga que ser para todos. Sin embargo, es importante que sea una elección posible para las familias y que, además, no dependa de su situación económica», afirmó Bradley durante su ponencia. Además, cree que esta elección favorece el clima: en su opinión, las mismas alumnas «reconocen que cuando hay chicos, son menos serias en clase».
Su centro forma parte de la Red de Liderazgo de Mujeres Jóvenes, una organización sin ánimo de lucro que ayuda cada año a llegar a la universidad a más de 2.000 jóvenes sin recursos. Concretamete, el colegio de Brooklyn ha logrado que cientos de chicas, en su mayoría afroamericanas e hispanas de zonas deprimidas, cumplan su sueño. «Muchas serán la primera generación de su familia con estudios superiores», dijo Bradley. Y es que uno de los objetivos del centro es cambiar una realidad consistente en que «las mujeres están poco representadas en muchas áreas de la sociedad».
Las profesoras son clave en este proceso. No sólo por el papel «fundamental» que representa el contacto directo entre el profesorado y la familia –a los familiares se les obliga a controlar los deberes de las jóvenes y se les anima a implicarse en la dinámica del centro–, sino también por la formación de los docentes. «No hay nadie que simplemente imparta su clase y se vaya; además, son las propias alumnas las primeras que exigen a los profesores unas competencias adecuadas». De hecho, sin valentía y compromiso, dos de los pilares del sistema educativo del centro, no habría liderazgo femenino.
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