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El alcohol y el cannabis toman el volante
Cuatro de cada diez jóvenes afirman haber conducido bebidos, y uno de cada diez, tras fumar porros.
Sábado por la noche en una gran ciudad. Cuenten el número de coches que transitan en la calzada: hay serias posibilidades de que cuatro de cada diez conductores esté bajo los efectos del alcohol. Y también es probable que uno de cada diez haya fumado porros. Ésta es la preocupante realidad que refleja el estudio elaborado por la Fundación Mapfre y la Fundación Ayuda contra la Drogadicción (FAD), basado en 972 encuestas realizadas a españoles de entre 16 y 30 años. Así, el 38,7% afirma haber conducido en los últimos seis meses tras haber bebido, el 10,2% lo ha hecho tras fumar cannabis y un 4,3% cogió al volante bajos los efectos de la cocaína. «Aunque son comportamientos minoritarios, son muy significativos», aseguró ayer Eusebio Megías, director técnico de la FAD, durante la presentación.
Los resultados contrastan con la percepción que tienen los jóvenes sobre el peligro del consumo al volante. De forma mayoritaria saben que no pueden conducir tras haber bebido, concediéndole a esta premisa 8,83 puntos sobre 10 en grado de importancia. Así, la directora general de la DGT, María Seguí, subrayó que este rechazo debe ser «inequívoco», y recordó que, de los más de mil fallecidos que se produjeron en las carreteras en 2015, 900 podrían haberse evitado si ningún conductor tomara drogas. Ahora bien: las sustancias al volante no constituyen un problema exclusivo de los jóvenes: los positivos en controles no llegan al 45% en la franja de edad que ha sido objeto de estudio. En todo caso, el informe refleja datos que invitan a la reflexión: un 13,6% de los encuestados cree que el alcohol «aumenta algo» el riesgo de sufrir un accidente, y un 11,5% asegura que «depende de la cantidad». Es decir, más del 20% relativiza sus efectos. En cuanto al cannabis, dos de cada diez cree que también «depende de la cantidad» el hecho de padecer un accidente.
Quienes tampoco son conscientes del peligro son los amigos del conductor que ha consumido: casi un 60% se ha subido con ellos tras haber ingerido alcohol; un 33,6% lo ha hecho después de que consumiera cannabis y el porcentaje se reduce al 13,7% en el caso de la cocaína. El éxtasis y demás alucinógenos también ha estado presente: uno de cada diez encuestados ha acompañado a un conductor bajo sus efectos.
Para Megías, impera la necesidad de «trabajar con los jóvenes desde un enfoque preventivo con el fin de anticiparnos a conductas que lamentablemente sigue presentes». Por su parte, Jesús Monclús, director del Área de Prevención y Seguridad Vial Fundación Mapfre, señaló que «las drogas al volante constituyen el principal problema emergente de los últimos años».
Sin cultura del riesgo
«No son estudios que se hagan frecuentemente y, cuando se publican, llaman la atención. Por eso, siempre combiene matizar un poco», afirma a este diario Juan Carlos Melero, psicólogo experto en drogodependencias. «Con frecuencia, estos estudios se refieren a personas que alguna vez en su vida han conducido bajo los efectos. No significa que consuman de forma compulsiva. Pero sí es cierto que los jóvenes no tienen arraigada esa cultura del riesgo. No la tenemos los adultos y, consecuentemente, los jóvenes tampoco», añade.
Melero opina que, pese a las cifras, sí que se han producido avances en la concienciacón. «Hace unos años veías cosas tremendos. No había ningún tipo de reservas a la hora de coger el coche bajo los efectos de lo que fuera, no había las leyes sancionadoras con las que contamos ahora, ni carné por puntos, ni los controles que se llevan a cabo en la actualidad... Era una época de mayor dejadez, de menos control. No estamos ahora peor que antes», explica. Sin olvidar además de que estamos ante «la generación más formada. Lo que pasa es que persisten conductas que conllevan riesgos, y ésta es una de ellas».
¿Cómo podrían reducirse cifras como las ofrecidas por la FAD y Fundación Mapfre? «A veces nos preocupamos demasiado por explicar los riesgos del consumo de drogas como tales, y no por los riesgos que pueden acarrear en las conductas reales. Por ejemplo, el hecho de que bajo los efectos del alcohol uno es menos capaz de mantener relaciones sexuales, o que reduce las reservas a la hora de coger el coche o la moto». Por eso, «deberíamos acercar más los mensajes de la prevención a la vida de los jóvenes, a su día a día, a lo que realmente hacen: la sexualidad, los estudios, la práctica de determinados trabajos que conlleva un riesgo».
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