Salud
Eliminar obsesiones con electrodos
“Mejor Imposible” es una de las primeras películas que aborda la problemática de los TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo)
Quién no recuerda cómo Melvin (Jack Nicholson) tiraba cada pastilla de jabón que usaba para lavarse las manos porque estaba obsesionado con la higiene o su necesidad de ponerse guantes para tocar a otra persona. “Mejor Imposible” es una de las primeras películas que aborda la problemática de los TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) y refleja el sinvivir que este problema psiquiátrico crea en las personas que los padecen. Pasan por muchos tratamientos psiquátricos y farmacológicos, pero no consiguen eliminar esas obsesiones.
Sin embargo, desde hace unos años se está estudiando cómo la estimulación cerebral con electrodos puede mejorar su vida, acercarles a la cura. Y así lo ha confirmado el ensayo que ha liderado el jefe de Neurocirugía del Hospital Clínico San Carlos, Juan Antonio Barcia, y la jefa de Psiquiatría del mismo centro, Blanca Reneses. “Hasta el momento, los metaanálisis demostraban que la eficacia de la estimulación era de en torno a un 50 por ciento porque sólo pasan por este tratamiento quirúrgico los pacientes a los que les ha fallado todo”, explica Barcina. Con su trabajo, este equipo de médicos ha podido comprobar que “una modificación de la técnica que se usaba hasta ahora, consigue una respuesta terapéutica de un 85 por ciento de mejora en las personas que padecen estas obsesiones”, añade. De las siete personas que aceptaron participar en el estudio con obsesión por la higiene -”se lavan todo el rato”-, por el orden, por la comprobación -”revisan varias veces si han cerrado la puerta o si han apagado el gas antes”- e, incluso, con pensamientos patológicos “que les crean ansiedades absurdas”, seis han conseguido una gran mejoría tres meses después de iniciar la descargas de los electrodos. ¿Cómo lo han conseguido?
La técnica que han utilizado en el Clínico consiste en colocar un electrodo de estimulación de cuatro polos en varios núcleos del cerebro y permite la elección de uno de los cuatro contactos de estimulación que produzca el mejor resultado clínico en función de los síntomas del paciente. Barcia explica el proceso: “Durante la cirugía (de unas ocho horas), se implantaron electrodos bilaterales. Cada periodo de estimulación duró tres meses, al que siguió un periodo de apagado de un mes”. Durante el que se comprobó cómo había funcionado. “El ensayo se dividió en cinco periodos, correspondientes al encendido de cada electrodo y un periodo placebo de cero voltios. El orden de encendido era aleatorio para cada paciente”, añade el neurocirujano, que ha publicado sus hallazgos en la revista “Brain Stimulation” y que ha contado con la colaboración de Bryan Strange, director del laboratorio de neurociencia clínica del Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid, así como con las psicólogas Cristina Nombela y Rocío Arza y de los doctores Josué M. Avecillas-Chasín y Julia García- Albea.
La fase preoperatoria consistió en una evaluación neuropsicológica y psiquiátrica, seguida de “una prueba de provocación de síntomas con una resonancia magnética funcional (fMRI) en la que se mostraban imágenes que podían producir el trastorno compulsivo”. Los datos de la prueba se analizaron para definir las respuestas específicas que tenía cada paciente a la provocación. El objetivo del estudio era comprobar si la diana óptima de estimulación cerebral profunda era la misma para todos los pacientes o si ésta podría personalizarse en función de los síntomas predominantes en cada uno de ellos. Y sí, el ensayo demuestra que cada paciente, en función de su TOC debe recibir las descargas en un punto diferente. Los pacientes permanecen con los electrodos colocados en el cerebro durante toda su vida y “se complementan con los tratamientos psiquiátricos que sus médicos consideren oportunos”.
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