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Ciencia

Las eras de hielo no acaban con toda la vida. Ni siquiera en el Ártico

Un estudio pronostica el futuro de esta placa helada que cambia a gran velocidad por el cambio climático

El Ártico, en el lado opuesto a la Antártida, es una de las zonas más impresionantes y misteriosas del mundo gracias a abarcar una buena capa de hielo de la Tierra Dreamstime

La realidad es que esta región es uno de los reguladores centrales del clima de la Tierra por varios motivos. En primera instancia, el hielo marino del Ártico actúa como un gran reflector, devolviendo al espacio una parte significativa de los rayos solares hacia el espacio. Esto ayuda a mantener la Tierra más fría, lo que significa que, si se derriten grandes cantidades del hielo, superficies oceánicas y terrestres más oscuras, que absorben más calor, quedan expuestas acelerando el calentamiento.

Pero hay más: si el hielo llega a los océanos, su temperatura y densidad altera las corrientes oceánicas, como la famosa corriente del Golfo, y, nuevamente, el clima del planeta se trastoca. Como ha ocurrido en el pasado, tanto en épocas en las que el Ártico estaba libre de hielo, como cuando fue «invadido» por las eras glaciales. Y esto último es determinante para el porvenir del planeta.

Durante años, los científicos han debatido si una gigantesca y gruesa plataforma de hielo cubrió alguna vez todo el Océano Ártico durante las glaciaciones más frías. Ahora, un nuevo estudio publicado en «Science Advances» desafía esta idea, ya que los autores, liderados por Jochen Knies, de la Universidad Ártica de Noruega, no encontraron evidencia de la presencia de la esperada plataforma de hielo de aproximadamente un km de grosor.

En cambio, el Océano Ártico parece haber estado cubierto por hielo marino estacional, lo que dejó aguas abiertas y condiciones propicias para la vida incluso durante los períodos más fríos de los últimos 750.000 años. Este descubrimiento proporciona información crucial para comprender cómo el Ártico ha respondido al cambio climático en el pasado y cómo podría comportarse en el futuro.

El equipo de Knies, parte del proyecto Into the Blue, analizó núcleos de sedimentos recolectados del fondo marino de los mares nórdicos centrales y la meseta de Yermak, al norte de Svalbard. Estos núcleos contienen pequeñas huellas químicas de algas que vivieron en el océano hace mucho tiempo. Algunas de estas algas solo crecen en aguas abiertas, mientras que otras prosperan bajo el hielo marino estacional que se forma y se derrite cada año.

«Nuestros núcleos de sedimentos muestran que la vida marina estuvo activa incluso durante las épocas más frías –explica Knies–. Esto nos indica que debió haber luz y agua abierta en la superficie, algo que no se vería si todo el Ártico estuviera encerrado bajo una placa de hielo de un kilómetro de espesor».

Uno de los indicadores clave que buscó el equipo fue una molécula llamada IP25, producida por algas que viven en el hielo marino estacional. Su aparición regular en los sedimentos muestra que el hielo marino aparecía y desaparecía con las estaciones, en lugar de permanecer congelado todo el año.

Para confirmar los hallazgos, el equipo de Knies utilizó el Modelo del Sistema Terrestre AWI (un modelo informático de alta resolución) para simular las condiciones árticas durante dos períodos especialmente fríos: el Último Máximo Glacial, hace unos 21.000 años, y una congelación más profunda hace unos 140.000 años, cuando enormes capas de hielo cubrieron gran parte del Ártico.

«Los modelos corroboran lo que encontramos en los sedimentos –señala Knies–. Incluso durante estas glaciaciones extremas el agua cálida del Atlántico seguía fluyendo hacia la entrada del Ártico. Esto contribuyó a evitar que algunas partes del océano se congelaran por completo».

Pero lo interesante es que los modelos también demostraron que el hielo no era estático: se desplazaba con las estaciones, creando senderos o «surcos bajo la superficie» por donde la luz podía llegar al agua y donde la vida podía continuar prosperando.

De este modo, el estudio no solo redefine nuestra visión de los climas árticos del pasado, sino que también tiene implicaciones para las predicciones climáticas futuras. Comprender cómo el hielo marino y la circulación oceánica respondieron a los extremos climáticos pasados ​​puede mejorar los modelos que proyectan cambios futuros en un mundo en calentamiento.

«Estas reconstrucciones nos ayudan a comprender qué es posible y qué no en lo que respecta a la cubierta de hielo y la dinámica oceánica –añade Gerrit Lohmann, coautor del estudio–. Esto es importante para anticipar cómo podrían comportarse las capas de hielo y el hielo marino en el futuro. Es posible que haya habido plataformas de hielo de corta duración en algunas partes del Ártico durante fases de frío especialmente intenso, pero no vemos ninguna señal de una única plataforma de hielo masiva que cubriera todo durante miles de años».

Aunque también hay que recordar el viejo adagio de «nunca digas nunca». El estudio también señala una posible excepción. Unos 650.000 años atrás, cuando la actividad biológica en el registro sedimentario disminuyó drásticamente. Pero incluso entonces, la evidencia apunta a un evento temporal, no a una capa de hielo duradera sobre el Ártico.

El estudio arroja nueva luz sobre cómo se ha comportado el Ártico en condiciones extremas en el pasado. Esto es importante porque el Ártico está cambiando rápidamente hoy en día. Conocer cómo el hielo marino y la circulación oceánica respondieron a los cambios climáticos pasados ​​ayuda a los científicos a comprender qué podría deparar el futuro.

«Estos patrones pasados ​​nos ayudan a comprender qué es posible en escenarios futuros –concluye Knies–. Necesitamos saber cómo se comporta el Ártico bajo presión y a qué puntos de inflexión debemos prestar atención, a medida que responde al calentamiento global».