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«Hola, me llamo Will y voy a ser tu profesor de ciencias»
Nueva Zelanda ya ha implantado un sistema de enseñanza donde un avatar da clase a niños gracias a la inteligencia artificial. Dispone de una enorme base de datos centrada en biología, física y energías renovables y detecta si el alumno está perdiéndola atención.
Nueva Zelanda ya ha implantado un sistema de enseñanza donde un avatar da clase a niños gracias a la inteligencia artificial. Dispone de una enorme base de datos centrada en biología, física y energías renovables y detecta si el alumno está perdiéndola atención.
Su nombre es Will y lleva desde 2005 enseñando a más de 125.000 niños en edad escolar sobre energías renovables. Inicialmente se trataba apenas de un programa de preguntas y respuestas que la firma Vector había creado para dar, de forma gratuita, a las escuelas de Nueva Zelanda. Pero la llegada de la Inteligencia Artificial lo cambió todo. Vector se unió a Soul Machines y le dieron un rostro y un nombre. El último ya lo mencionamos y el primero, el rostro, corresponde al famoso (en tierras kiwis) ciclista Roman Van Uden. La novedad es que este mes Will ya es oficialmente un profesor digital en las escuelas neocelandesas. Podría decirse que Will es Siri... pero con rostro, sentido del humor y de la empatía y amplios conocimientos. Los ejemplos son numerosos. Will cuenta con una enorme base de datos centrada básicamente en energías renovables, pero también vinculada a la Física (¿cuánto tarda la luz del Sol en llegar a la Tierra?), meteorología (cambio climático), biología, oceanografía y otras disciplinas científicas. Está disponible tanto en portátiles, como en tabletas y teléfonos. Utiliza la cámara y el micrófono de los dispositivos para interactuar con los alumnos: si ve que sonríen, también lo hace. Analiza el lenguaje corporal para determinar si tiene su atención o si la está perdiendo y, si es el caso, propone juegos de preguntas y respuestas o desafíos por equipos para ganar en dinamismo. Del mismo modo, si detecta signos de frustración en los rostros de alumnos y alumnas, pregunta si la explicación se ha comprendido y lo intenta aclarar de otro modo, con ejemplos o palabras más sencillas.
Es uno de los primeros (en Soul Machines dicen que el pionero) avatares animados completamente autónomo. En un video publicado por Vector, se puede ver a los niños interactuando con Will y, pese a que no es en tiempo real (lo que impide ver si hay demora entre las preguntas de los estudiantes y la respuesta del profesor), lo que llama la atención es el grado, primero de aceptación por parte de los más jóvenes, segundo de interacción y finalmente de compromiso. En este aspecto, la tecnología está indudablemente bien lograda y cumple la función para la que fue diseñada. El punto de polémica, como ocurre con gran parte de los avances, es sus consecuencias en relación a los humanos. En febrero de 2017, el futurista Thomas Frey predijo que aprender de los robots sería algo común en 2031. Frey, fue director ejecutivo durante 15 años de IBM y ha sido (y es) asesor de empresas como Visa, Boeing, Ford, Lucent Technologies y hasta de la Nasa. Otro que apunta en la misma dirección es el experto en educación británico Anthony Seldon (vicecanciller de la Universidad de Buckingham y autor de más de 35 libros sobre el tema). Para Seldon, los robots reemplazarán a los maestros humanos para el 2027.
«Es un hecho bien conocido que no tenemos suficientes maestros en nuestras escuelas –explicaba en una reciente entrevista Greg Cross, director de negocios de Soul Machines–. Es frecuente leer sobre ello en los periódicos: escuelas apartadas que no pueden atraer a los maestros. Al mismo tiempo, las escuelas en Auckland pierden profesores porque es una ciudad demasiado cara para ellos. Y a esto se une que hay una escasez de maestros de STEM (siglas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) en los institutos. Poder utilizar maestros digitales para proporcionar acceso a la enseñanza en comunidades que podrían no tener acceso a maestros reales lo consideramos un papel muy importante».
Si bien algunos de los razonamientos pueden no estar mal encaminados, la irrupción de la tecnología, más específicamente de maestros avatares en las aulas, no llegará tan pronto a reemplazar a los humanos. No porque la tecnología no esté disponible, sino por otros factores. En primera instancia el aprendizaje es una relación que precisa de la interacción humana y la evolución del conocimiento adquirido no es tan lineal como la que puede proponer un sistema de inteligencia artificial. Dejando de lado que un avatar no sabrá cómo responder a ciertas preguntas, que la picaresca humana encontrará el camino para hacerlo dudar y que le será imposible establecer relaciones afectivas, los maestros tecnológicos no pueden moverse y carecen de las dotes de control y disciplina que tienen los profesores reales. No serán capaces de crear complicidad, de participar en otras actividades ni de responder preguntas que no tenga que ver con lo estrictamente curricular. Tampoco tendrá imaginación y su capacidad para relacionar conceptos y explicar con alternativas será limitada. Y aquí es donde entra el segundo factor que retrasará la llegada de docentes automatizados a las aulas. El proceso precisará de al menos dos generaciones que relaten y enseñen a los hijos a comportarse con un robot al frente de una clase. La primera vez puede despertar la curiosidad, pero luego, si la lección de convivencia con robots no está aprendida, no importará contar con la tecnología. Será un proceso de décadas (más de tres, sin duda) y aún así no será lógico que la educación quede en manos de autómatas. Will sí podrá ocuparse de algunas asignaturas, dada su facilidad para actualizarse, pero debería ser una herramienta en la educación pero no la base. Si, como sostiene Cross, hay falta de profesores relacionados a las disciplinas STEM, un robot no solo tendrá dificultad para señalar los alumnos más hábiles e interesados, sino que será casi imposible que pueda estimularlos a la hora de perseguir estas carreras.Y, pese a todas las crisis del sector, a los cambios en los programas, a la falta de recursos, en la mayoría de los casos, la docencia no es solo una profesión, es una vocación. Por lo tanto, el desarrollo de nuevas tecnologías educativas tiene que existir pero debe ir de la mano de la inversión en recursos docentes. De otro modo, puede que enseñados solo por robots, también nos convirtamos en ellos. Will es el primer maestro digital y sin duda no será el último.
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