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Entrevista

Luis Argüello: "En la Iglesia siempre vivimos un coloquio entre fidelidad y novedad, y en el próximo Papa se verá"

El arzobispo de Valladolid ha abanderado la delegación de la Iglesia española en las exequias por el Papa Francisco

Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Alberto R Roldán

Como presidente de la Conferencia Episcopal, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, ha abanderado en estos días la delegación de la Iglesia española en las exequias del Papa Francisco. «Siempre que le veía en el tú a tú, salía con una sensación de cercanía, de buen humor para facilitar un primer encuentro, de un conocimiento grande de la Iglesia española y de un ánimo para fortalecer la evangelización», explica.

El último adiós a Francisco. ¿Qué sintió durante la despedida al Papa en la Plaza de San Pedro?

Cuando llegué el viernes a Roma pude acercarme a la Basílica de san Pedro para despedirme de él de forma más íntima y agradecerle de forma persona su entrega. La celebración del sábado me pareció una gran parábola de lo que es la Iglesia, la capacidad de reunir desde el encuentro a personas de multitud de lugares dentro de un signo de comunión, incluso de reconciliación, como vimos entre los presidentes Trump y Zelenski, casi en actitud de confesarse. Son este tipo de signos los que nos hablan del espléndido legado del Papa Francisco. Estando allí sus restos mortales, nos convocó a todos en la celebración de la comunión, que es la eucaristía.

Esa confesión civil entre Trump y Zelenski ¿en un pequeño gran milagro de Bergoglio?

Ojalá, como al Papa Francisco le gustaba decir, sea un acontecimiento que abra un proceso para retomar el diálogo para que puede producirse la paz reglada desde las bases más justas posibles.

Esa multitudinaria despedida posterior por las calles de Roma parece consagrarle como el Papa del pueblo. ¿Una etiqueta «populista» o fiel al ser y hacer del Pontífice?

Francisco ciertamente ha sido una persona extraordinariamente querida a diversos niveles. Hay muchas personas que aparecen estos días o que hemos conocido a lo largo de estos años, que hablan de su presencia cercana. Sus gestos concretos a todo aquel que tiene problemas, dificultades y heridas suscitan un espontáneo reconocimiento ahora. En ese sentido se unen rostro y pueblo. Francisco no ha hablado al pueblo de manera genérica, sino que es un pueblo con rostros, con nombres y apellidos. Todos ellos son invitados a participar de la vida de la Iglesia como él soñaba, como un hospital de campaña.

¿Es una llamada a la Iglesia para reconectar con una sociedad que parece haberse distanciado en el mundo occidental en una galopante y creciente secularización ?

Sin ninguna duda. Francisco nos ha traído el viento del sur y esa cercanía suya a la gente de las Villas Miseria de Buenos Aires y la realidad de la Iglesia del Sur. Con raíces italianas e hispanoparlante, ha traído a todo una conciencia nueva de pueblo que enlaza con la sinodalidad y con una nueva conciencia de ser una Iglesia que ofrece la misericordia, una misericordia que llega a rostros concretos de empobrecidos.

La Iglesia como institución, la figura del Papa y la diplomacia vaticana, ¿son los únicos entes capaces de tender puentes frente a esa multipolaridad que usted suele denunciar?

Yo creo que este fin de semana hemos podido ver claramente lo que significa ser una institución católica, como es decir universal, implantada en todos los lugares de la tierra, a veces con una presencia muy pequeñita, otras con presencias grandes, o con expresiones artísticas y patrimoniales, con obras educativas, sociales, económicas… La Iglesia es católica y, en ese sentido, yo creo que es una interlocutor muy adecuado para este mundo que, por una parte, se reconoce global, pero por otro lado, tiene dificultades tan grandes para lograr una mínima armonía, una convivencia pacífica.

¿Echó de menos el presidente de la Conferencia Episcopal al presidente del Gobierno Pedro Sánchez en el funeral?

Él ya había insistido y dicho que no iba a participar. Por el grupo de representantes de tantos países, seguramente hubiera sido oportuna la presencia del presidente del Gobierno. Estaba el jefe del Estado y el Ejecutivo se encontraba representado por dos ministras y un ministro, pero ciertamente quizás su presencia, incluso desde el punto de vista de su propio interés político a la hora de las relaciones con las personas que se dieron cita allí, hubiera podido ser valiosa para él. En cualquier caso, hay que respetar su libertad de asistir o no.

Francisco se quedó sin pisar suelo español. No sé si eso es sinónimo de que no le importaba nuestro país.

No, porque él ha hecho siempre referencia a sus raíces vinculadas a la Compañía de Jesús, fundada en España, y vivió un tiempo de su formación en nuestro país. Tiene esta vinculación con Santa María la Mayor, que ha quedado ya para siempre, para la historia, que, por otra parte, es la basílica de los españoles. Además, resulta conocida su cercanía, preocupación y conocimiento directo de la vida de la Iglesia, de la sociedad y de la política en España. Iba a venir a Canarias si su estado de salud se lo hubiera permitido. Se trataba de un tipo de viaje como el que ha hecho a otros lugares de Europa, que no estaba centrado en visitar a la Iglesia local, sino a poner el foco en un lugar significativo, en este caso, vinculado al drama migratorio.

Sede vacante. ¿Es una batalla perdida explicarle al mundo que no es una lucha de poder?

No sé si está todo perdido en ese sentido. Pero, desde luego hay que insistir en una de las categorías básicas del Papa Francisco, que es discernimiento. Espero que los cardenales puedan también practicar, aunque no sea con el rigor del método, la conversación en el Espíritu que abordamos en el Sínodo, es decir, escucharse unos a otros, para juntos querer escuchar la voz de Dios, y así descubrir lo que pide en este momento en la Iglesia y en el mundo. El cónclave es un ámbito de discernimiento en el que la Iglesia participa de diversas formas, todos rezando invocando al Espíritu Santo, y luego los cardenales desde sus historias personales, desde lo que viven en sus diócesis, desde lo que han experimentado en este tiempo. El Colegio Cardenalicio es muy amplio y los purpurados provienen de muchas procedencias distintas. Estoy convencido de que en estos días de congregaciones generales y, luego en el cónclave, harán caso a la inspiración que Dios vaya sugiriendo.

Siete españoles entrarán en los próximos días en la Capilla Sixtina. No le voy a meter en un aprieto para decantarse por uno. Pero, ¿cumplen con el perfil que se esperaría de un futurible Sucesor de Pedro?

Todos los convocados al cónclave saben que son electores y que pueden ser elegidos. En ese sentido, a los que yo más conozco son los cardenales que viven en España y que en este momento están ejerciendo un pastoreo en diócesis concretas. Creo que son muy capaces, porque además llevan el timón de lugares tan grandes como Madrid y Barcelona, y van respondiendo a lo que el Señor les está pidiendo en cada momento. Insisto en que la fundamental va a ser el discernimiento, además de tener un corazón libre, no estar en ninguna estrategia ni de ambición personal ni de poder corporativo.

Juguemos a la ficción. El historiador y comunicador italiano Giovanni Maria Viam dejó caer ayer en estas páginas que no es descabellado pensar que los cardenales eligieran a un candidato de fuera de la Sixtina. Si usted recibiera de repente esa llamada, ¿aceptaría?

¡Me parecería una broma! Ni tan siquiera me puedo poner en esa situación. El nuevo Papa estará entre los que están en el Colegio de electores y elegibles. Entre los que están ahí, hay candidatos suficientes para poder encontrar un nuevo sucesor de Pedro.

Sé que puede resultar una osadía, pero póngale deberes al próximo Papa

Creo que en la Iglesia siempre vivimos un coloquio entre fidelidad y novedad, y en el próximo Papa se verá. Creo que un deber es ser fiel a Jesucristo, amar a la Iglesia y anunciar el Reino. Esas podrían ser las premisas generales. Desde ahí, en el camino abierto por el Concilio Vaticano II y los Papas anteriores hasta llegar a Francisco, él mismo ha insistido mucho en su deseo de abrir procesos, con la mirada puesta en una conversión pastoral para evangelizar desde un discernimiento sinodal. Para que otros crean, crezcamos todos los bautizados en la comunión y la misión de la Iglesia desde la vocación a la que hemos sido llamados cada uno. En definitiva, estos deberes son los que el Espíritu Santo ha ido suscitando en estas últimas décadas. En este mundo que está atravesando un cambio tan extraordinario, lo que vivimos el sábado, es significativo que la Iglesia pueda seguir siendo un signo de comunión, de encuentro, de abrir los corazones de todos. Ante los problemas actuales se hace más necesaria la venida del Reino de Dios cuando se está rompiendo la fraternidad y la dignidad de ser hijos de Dios en muchos lugares. Hemos de continuar esta peregrinación de esperanza, porque el Papa también nos ha enseñado a que los procesos no significan dominar espacios.