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Morate: «Ya estoy condenado»
La Justicia rumana autoriza de manera definitiva la extradición del presunto culpable del doble crimen de Cuenca.
Sergio Morate entró en la Alta Corte de Casación y Justicia de Bucarest escoltado por cuatro policías de la Brigada Especial de Intervención. Cuatro armarios con botas altas oscuras, ropaje militar y que ocultaban los rostros debajo de pasamontañas negros. Daban más miedo que el detenido, empequeñecido a su lado. El español se sentó en el banquillo de los acusados, con la espalda pegada a la pared. Entré justo detrás de él y me senté a un metro escaso de distancia. Establecimos contacto visual y me presenté. «Sergio, soy Nacho». Respondió con un gesto afirmativo de haberme entendido. «¿Cómo estás?», le pregunté susurrando y abriendo mucho la boca para que me leyera los labios. «Bien», respondió. El guardia que lo custodiaba detectó nuestro pequeño intercambio y censuró con la mirada la breve conversación. Sergio aprovechó la interrupción, porque cuando volví buscar sus ojos, había roto el contacto visual.
Aparentaba estar tranquilo, relajado, aguardando su momento. Entre las manos sujetaba una cuartilla cuadriculada en la que llevaba escrito con bolígrafo azul lo que quería decir. Lo revisó una y otra vez. De repente, levantó la cabeza y dirigiéndose directamente al agente que lo estaba custodiando le preguntó: «Ahora, cuando termine la vista, ¿me trasladáis otra vez de vuelta a Timisoara?». Tuvo que repetirlo dos veces antes de que el agente entendiera y le contestase afirmativamente. Sergio se recostó abatido. La distancia entre las dos ciudades es de 600 kilómetros y la carretera, de un solo carril por sentido. La noche anterior había viajado durante ocho horas sin interrupción y algo de fatiga se leía en su rostro.
El español tuvo tiempo de revisar sus notas una vez más antes de que el juez iniciase la sesión. El magistrado, Iulian Dragomir, primero recordó en voz alta el camino judicial de su causa en Rumanía: fue detenido en Lugoj, una pequeña localidad de unos 50.000 habitantes, el 13 de agosto por una orden europea de arresto dictada por la Justicia española. Un primer magistrado dictaminó que se le enviase a España, pero la abogada de Sergio presentó un recurso contra esa decisión. «Y ahora vamos a estudiar sus alegaciones», anunció el magistrado, «pero antes, ¿tiene usted algo que manifestar respecto a su envío de regreso a España?».
El joven español, de pie, tomó la palabra y por primera vez se le escuchó hablar: «He recibido amenazas de muerte. Mi vida está en peligro», explicó con tono sereno. «Por eso, solicito que se rechace la solicitud de mandarme de vuelta a mi país. No es un proceso justo el que estoy viviendo porque está mediatizado. Desde que me detuvieron en Rumanía, he salido todos los días en la televisión. Eso, como es obvio, influye mucho en la opinión pública y también en la decisión de la Justicia tanto de España como de Rumanía, pero principalmente en mí país. Estoy ya condenado». De esta forma, Sergio reivindica que la opinión pública ya lo considera culpable sin que se haya celebrado juicio y más en Cuenca, donde habrán de ser elegidos los nueve miembros del jurado popular que emitirán el veredicto de culpabilidad o inocencia.
«Cada vez que hablo con mi madre», continuó el conquense, «al día siguiente o a los dos días, aparece en la prensa todo lo que le he contado en conversación privada por teléfono. Creo que el móvil de mi madre está pinchado. No sé si por la Policía rumana o española, pero está intervenido. Tengo recursos financieros para poder quedarme a vivir sin problema en Rumanía y no estar tirado en la calle. Me opongo a la extradición. No existe ninguna prueba de que yo cometiera los asesinatos. Me declaro inocente de haber matado a las chicas. No hay pruebas», repitió. El magistrado hizo un gesto con la mano despreciando esos argumentos. «Si es inocente ya lo demostrará usted en España. No es algo sobre lo que tengamos competencia las autoridades rumanas». Con esa frase concluyó la vista.
De nuevo, los cuatro policías rodearon al detenido y lo sacaron de la sala. Le condujeron directamente hasta el baño porque le esperaban otras ocho horas de viaje de regreso hasta Timisoara. No había llegado a su destino cuando la Alta Corte de Justicia de Bucarest anunció su decisión: se rechaza por infundado el recurso planteado por Sergio Morate. El español será entregado a las autoridades de nuestro país con carácter inmediato. Serán agentes del Cuerpo Nacional de Policía quienes lo custodien en el regreso. Con toda probabilidad, el traslado se realizará en un avión gubernamental para evitar que los periodistas podamos captar su imagen en un vuelo comercial. No termina de estar claro qué ocurrirá al llegar a nuestro país, pero ya sea ante la Policía o ante el juez de instrucción de Cuenca que investiga el caso, Sergio podrá optar por el silencio o al menos explicar por qué huyo a Rumanía.
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