Sucesos
La sonrisa del asesino que ejecutó su plan
Luis Briz encargó tres coronas de flores antes de matar a sus padres y a su hermana en Sevilla. Entregó una carta al juez en la que relata lo que sucedió
Fríamente y con premeditación. Incluso encargando tres coronas de flores como homenaje póstumo. Así cuentan los vecinos de la localidad sevillana de Dos Hermanas cómo Luis Briz, de 34 años, preparó el asesinato de sus padres y su hermana.
Fríamente y con premeditación. Incluso encargando tres coronas de flores como homenaje póstumo. Así cuentan los vecinos de la localidad sevillana de Dos Hermanas cómo Luis Briz, de 34 años, preparó el asesinato de sus padres y su hermana. Un suceso que ha conmocionado a esta ciudad del área metropolitana de Sevilla que, a pesar de contar con más de 200.000 habitantes, sus calles del centro siguen conservando un cierto aire rural. Luis se entregó en los juzgados de la localidad el pasado viernes y reconoció que el jueves había degollado a sus padres y a su hermana en el domicilio familiar de la calle San José. Antes, acudió a la floristería Huerta Palacios y encargó tres coronas de flores: para su padre, Donato Briz, de 67 años; su madre, Ángela Torrico, de 66, y su hermana, Inmaculada Briz, de 37. Luego, los degolló, tapó los cuerpos con mantas y los colocó en colchones. Durmió esa misma noche en la vivienda, de la que salió hace varios meses tras las continuas discusiones que mantenía con sus padres. Ahora vivía en un piso en la avenida de Andalucía.
Luis le dijo al juez que había cometido el crimen como respuesta a un «mandato divino», según fuentes cercanas a la investigación. Igualmente, habría entregado al magistrado una carta en la que detalla cómo cometió los asesinatos. Ningún vecino oyó nada. Lo hizo silenciosamente, sabiendo cada paso que daba.
Los vecinos decían ayer que el presunto asesino tenía problemas mentales y algunos llegan a confirmar que padecía esquizofrenia. La madre, al parecer, también tenía problemas psíquicos. Sin embargo, tal y como declaró el alcalde de la localidad, Francisco Toscano, «tiene un coeficiente intelectual superior a la media», con estudios universitarios e incluso ahora se encontraba estudiando un posgrado. Estos problemas de salud, sumados a los propios de la edad del padre, habrían hecho que el matrimonio apenas saliera de la casa y no se relacionara con los vecinos.
Episodios violentos
En la zona subrayan el comportamiento violento de Luis. «Iba dando voces solo por la calle», recuerdan, al tiempo que ralatan episodios violentos específicos contra un cajero de una entidad bancaria, un supermercado y una gasolinera. Además, habría sido visto en las inmediaciones de la estación de tren, muy cerca del domicilio, «dando patadas y destrozando mobiliario urbano». Esta actitud agresiva contrasta con otra vertiente de su personalidad más calmada. «Lo que más le gusta es ponerse el chándal, los cascos y salir a correr. Es muy deportista», indica un vecino que manifiesta que ha tenido un trato cercano con él.
Todavía asombrado por lo ocurrido, señala que Luis «venía a mi negocio y me contaba que había discutido con la madre, otra vez con el padre y así constantemente». «Me contaba sus problemas al detalle y algunas veces lo tenía que echar de la tienda porque se ponía muy pesado», afirma. También recuerda que era el encargado de gestionar el negocio familiar. «Llevaba las cuentas, al igual que su hermana», que trabajaba como procuradora en los juzgados de la localidad.
La familia procedía de Ávila y había arraigado en el municipio. Nada más llegar a Dos Hermanas, el padre abrió una pequeña tienda de ropa en el centro, en la calle Lope de Vega. El negocio fue tan bien que se trasladó a un local de mayores dimensiones, ubicado en la barriada de Vistazul. Surtía a los vendedores ambulantes de la zona, principalmente de pantalones vaqueros. En la época de mayor auge de la construcción, el padre derivó su trabajo hacia el sector, convirtiéndose en contratista. A raíz de este empleo construyó la casa familiar, precisamente donde encontró la muerte el jueves.
Se trata de una coqueta casa de dos plantas ubicada en pleno centro del pueblo, a escasos metros del Ayuntamiento y la zona comercial. Cuenta con piscina, algo poco habitual en las viviendas de esa zona, y que refleja los aires pretenciosos de la familia, hechos realidad en su etapa más boyante.
Según el regidor, «como ocurre con la mayoría de los vecinos del municipio, la familia no era originaria de Dos Hermanas, pero eran ya unos vecinos más del pueblo porque llevaban viviendo aquí más de 30 años». Las banderas del Ayuntamiento ondeaban ayer a media asta en señal de duelo y la intención del Gobierno local es la de mantenerlas así hasta que se produzca el entierro. El concejal de Movilidad y Prevención, Antonio Morán, explicó que las víctimas serán enterradas en Ávila, una vez que terminen las preceptivas autopsias.
Mientras, Luis permanece en los calabozos de la comisaría mixta de Policía Local y Nacional de Dos Hermanas y, previsiblemente, no pasará a disposición judicial hasta mañana. Ayer, en torno a las 19:00 horas, un coche de la Policía Científica llegó al domicilio, del que bajaron varios agentes. Posteriormente, irrumpieron otros tres coches patrulla y de uno de ellos bajó Luis, que fue introducido rápidamente en la vivienda. Los agentes volvieron a inpeccionar la vivienda en busca del arma con la que se cometió el crimen, mientras el presunto asesino reconstruía los hechos.
Una hora y media estuvo dentro de la casa. Salió escoltado por varios agentes, agachando la cabeza y riéndose. Una actitud que dice mucho de su compleja y variable personalidad.
«Todo esto se veía venir»
Es la opinión generalizada entre los vecinos de Dos Hermanas, apesadumbrados todavía por la muerte violenta de este matrimonio y su hija. «Todo esto se veía venir porque Luis era muy violento; no me extraña nada», aseguran. Algunos de los vecinos más cercanos al domicilio familiar, ubicado en el número 10 de la calle San José, relatan que el presunto asesino discutía constantemente con sus padres. Incluso alguna vez llegó a anunciar en voz alta lo que, finalmente, hizo el jueves.
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