Estación Espacial Internacional

La Soyuz y el billete de regreso

La Soyuz y el billete de regreso
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Unos minutos antes del lanzamiento de la nave algo falló. Llevaba dos tripulantes a bordo: el cosmonauta ruso Alexey Ovchinin y el astronauta estadounidense Nick Hague, y tenía como destino la Estación Espacial Internacional.

De acuerdo con los últimos informes, durante el despegue de la nave Soyuz hubo un problema con uno de los impulsores – de los cuatro que tiene la nave–. Esa fue la razón por la que tuvo que volver a tomar tierra cuando no habían pasado ni tres minutos desde que se elevara. En ese momento, se activó el protocolo de emergencia, un sistema autónomo que no precisa de intervención humana –ni en la nave ni en tierra– y que produce la separación de la cápsula de escape para así garantizar que la tripulación pueda regresar sana y salva. El protocolo autónomo es fundamental ya que en casos de emergencia, una respuesta rápida es vital. Del mismo modo, los astronautas están sometidos a importantes fuerzas G durante el despegue y los responsables de la base pueden tardar unos segundos en reaccionar. En estos casos, la premisa es muy sencilla: escapatoria. Gracias a esto, los dos tripulantes están sanos y salvos.

Minutos después del fallido despegue, Ovchinin y Hague regresaron a tierra en lo que se conoce como «modo balístico», un ángulo de entrada más agudo de lo normal y durante el cual habrían experimentado altas fuerzas G. Hasta 6,7 veces por encima de los valores normales. El aterrizaje se produjo a unos 20 kilómetros al este de la ciudad de Zhezkazgan, Kazajstán, que se encuentra a 400 km del Cosmódromo de Baikonur. No es la primera vez que esta pequeña ciudad ve el aterrizaje de una nave espacial: ya en 1979, la Soyuz 33 regresaba, también con dos tripulantes, de una misión a la estación espacial Salyut 6.

La Soyuz era, hasta el momento, la única nave que llevaba tripulantes a la Estación Espacial Internacional (EEI). Hasta que se descubra qué ocurrió exactamente y qué medidas se deben tomar puede pasar un año o tres meses. Pero los actuales residentes de la EEI tienen su pasaje de regreso. Así, puede que por primera vez el emblema de las misiones espaciales se quede vacía. Nunca había pasado desde que sus ocupantes inaugurales, Yuri Gidzenko, Sergei Krikalev y William Shepherd, llegaran en noviembre del 2000.

La Estación Espacial Internacional es uno de los laboratorios más sofisticados desarrollados hasta la fecha. Allí se llevan a cabo experimentos en campos tan diversos como medicina, biología animal, astronomía, ciencia de materiales, meteorología o superconductividad, entre otros. De hecho, esta última misión estaba cargada con el primer experimento para imprimir material biológico en condiciones de microgravedad. Es, básicamente, una máquina para imprimir piel en el espacio. Todo este conocimiento se detendría, y a eso se suma que el precio de mantener la estación en órbita, pero completamente desocupada –sin «producir ciencia»–, es enorme.

¿Es segura la Soyuz?

Esta nave rusa reúne, en sus diferentes versiones, un historial de más de 140 misiones espaciales y este es el primer problema importante desde que se abortara otra misión en 1983. Y antes de eso, solo hubo otro caso similar, en 1975. Si hablamos exclusivamente del cohete, ya lleva más de 1.700 misiones y de acuerdo con la Agencia Espacial Europea, es el vehículo más confiable de la era espacial. La fe es tal que la propia NASA asegura que seguirá usando los Soyuz aún cuando el año que viene comiencen los vuelos tripulados de SpaceX o Boeing.

Siendo realistas, los tiempos para encontrar alternativas son muy breves. De acuerdo con las previsiones, tanto Boeing como SpaceX debían tener listas sus naves a mediados de 2019. Estos iban a ser los primeros lanzamientos tripulados hacia la EEI realizados por empresas privadas. SpaceX ya tiene experiencia en el envío de suministros, más de una decena de misiones en total. Por lo tanto, es la que tiene mejores perspectivas para intentar adelantar los plazos. A eso se une que detrás de esta empresa está Elon Musk, reconocido por su impulsividad. Afortunadamente, la NASA es quien controla que se cumplan todas las medidas de seguridad y no aceptará ninguna resolución de Musk que no esté en concordancia con los protocolos actuales. Y Musk seguro que los propondrá.

Ahora lo importante es elegir si son mejores las empresas privadas o las agencias espaciales. Es inevitable que en algunas décadas sea habitual que las empresas privadas como Boeing, Virgin y SpaceX realicen numerosos vuelos al espacio. Esto puede provocar que el monopolio de este tipo de expediciones quede en manos del sector privado. Por eso es tan importante que la NASA, la Agencia Espacial Federal Rusa y la Agencia Espacial Europea, entre otras, sigan vinculadas a la exploración espacial. El actual administrador de la NASA, Jim Bridenstine, daba ayer mismo una clave: «Queremos que nuestra alianza (Rusia y Estados Unidos) permanezca fuerte cuando nosotros tengamos nuestras propias capacidades comerciales de vuelo a la EEI». Mientras las empresas buscarán beneficios de la carrera espacial, dejando la ciencia y los hallazgos en manos privadas, los gobiernos querrán asegurarse de que estos avances estén disponibles para un público mayor, democratizando la ciencia.

Al mismo tiempo, la necesidad de los países de trabajar en crisis y problemas inesperados, como el del Soyuz, les obliga a entenderse y a producir acuerdos políticos, económicos y sociales.

Por último, la exploración espacial obliga a enfrentar desafíos desconocidos aún, algo que requiere imaginar todos los escenarios posibles y así crear soluciones que luego se utilizarán también en la Tierra. La NASA tiene un largo historial de avances desarrollados en los últimos 50 años. Desde la detección de químicos a la comida enriquecida, pasando por la seguridad vial y la alimentaria, los termómetros... En total, más de 5.000 aplicaciones tecnológicas que de un modo u otro podrían haber tardado décadas en llegar si no fuera por la ayuda de las agencias espaciales.