Historia

Dinamarca

Las tumbas de las princesas donde buscaban a Emanuela Orlandi en el Vaticano están vacías

La familia de las dos princesas desconoce dónde se encuentran los cuerpos

Momento en el que proceden a la exhumación de las tumbas en el Vaticano
Momento en el que proceden a la exhumación de las tumbas en el Vaticanolarazon

Las tumbas de dos princesas alemanas que se abrieron hoy en un cementerio en el interior del Vaticano para comprobar si esconden los restos de Emanuela Orlandi están vacías.

El misterio de Emanuela Orlandi cierra un nuevo capítulo, pero todavía está lejos de terminar. El Vaticano había ordenado la apertura de las tumbas de dos princesas fallecidas en el siglo XIX, que se encuentran en un cementerio dentro del territorio de la Santa Sede, pero resulta que los nichos estaban vacíos. Podría parecer el fin de la historia, pero supone más bien un punto y seguido. Los familiares la hija del dependiente vaticano que desapareció hace 36 años se mostraron sorprendidos por no encontrar absolutamente nada. La abogada de la familia, Laura Sgrò, dijo a la prensa que ahora habrá que seguir investigando por qué alguien les ha querido conducir a dos tumbas vacías.

La Santa Sede informó en una nota oficial de que ya se han puesto en contacto con las familias de las princesas para comunicarles que tampoco hay restos óseos en la sepultura en la que debían descansar sus cuerpos. Según el Vaticano, en este cementerio ha habido dos obras de reestructuración: la primera, a inicios del XIX; y la segunda, entre los años sesenta y setenta del pasado siglo. La desaparición de la niña se produjo después, en 1983.

El anterior capítulo de esta novela negra había comenzado con una misteriosa carta. Una misiva anónima en la que se lee un mensaje igualmente críptico: “Buscad donde indica el ángel”, acompañado de una foto de las tumbas. El Vaticano había ordenado que fuera exhumado el lugar de reposo de la princesa alemana Sophie von Hohenlohe y de la monarca de Dinamarca y Noruega Carlotta Federica di Meclemburgo. Ambas llevan muertas y enterradas desde hace siglos en el Cementerio Teutónico, un minúsculo camposanto ubicado dentro de los muros vaticanos, en el que se da todavía sepultura a personajes de relieve de origen germánico que hayan prestado servicio a la Iglesia.

La información habí llegado a manos de la familia de Emanuela Orlandi, la hija de un funcionario de la Santa Sede, de la que no se ha vuelto a saber nada desde el 22 de junio de 1983, cuando salió de casa para ir a clase de música y nunca más volvió. De modo que la abogada de los Orlandi se presentó en la Secretaría de Estado vaticana para dar parte de lo ocurrido. Las investigaciones se han prolongado durante algunos meses, pero finalmente la oficina del Promotor de Justicia de la Santa Sede dispuso que se abrieran las tumbas y se analizaran los huesos que encontraran.

Emanuela tenía sólo 15 años cuando desapareció en un día tan normal como cualquier otro. Un mes antes, a Mirella Gregori, otra romana de la misma edad, también se le perdió la pista. Las chicas no se conocían entre sí, pero tenían amigos en común, por lo que su caso siempre se asoció. Desde entonces ha habido innumerables indicios que han dado esperanzas de dar con su paradero, pero siempre han terminado en fiasco.

El último se produjo el pasado octubre, cuando encontraron unos extraños huesos en la nunciatura vaticana en Roma. La Santa Sede lo anunció con un inusual comunicado oficial bien entrada la noche, por lo que se dispararon los rumores de que podíamos haber llegado al final del culebrón. Los periodistas italianos recuperaron la historia de Emanuela Orlandi, uno de sus misterios favoritos, mientras que la prensa extranjera acogió también con entusiasmo una historia que había caducado hacía tiempo.

El furor llegó al ridículo en el momento en el que un instituto especializado de la ciudad de Caserta determinó que los restos óseos eran de una etapa que va desde el año 90 al 230 d.C., en época paleocristiana. Estábamos ya en enero, el nexo con las niñas desaparecidas había sido descartado semanas antes y poco después apareció la dichosa carta como nuevo elemento. Años atrás también se había exhumado otra tumba en la basílica romana de San Apolinar, después de que la mujer de un jugador del equipo de fútbol de la Lazio afirmara que los restos de la niña se encontraban allí, en el sepulcro de un mafioso que ésta tuvo como amante. Las investigaciones también fueron infructuosas, pero la historia es demasiado jugosa como para no ser contada. Y esto sucede cada vez que hay un nuevo elemento.

Un año antes de que Emanuela desapareciera, había quebrado el Banco Ambrosiano, una entidad católica de carácter privado en la que habían metido mano su presidente, Roberto Calvi; el cardenal Paul Marcinkus, presidente del IOR, conocido como el banco vaticano; y el empresario vinculado con la mafia Michele Sindona. Por obra divina, Marcinkus consiguió inmunidad diplomática y se largó a Estados Unidos, donde nunca fue juzgado. Pero Sindona fue envenenado en la cárcel y a Calvi lo encontraron colgado de un puente de Londres. Ambas debieron ser muertes accidentales, porque tampoco se les encontró un culpable. Una de las teorías más asentadas del caso Orlandi es que la Iglesia había contraído una deuda tan grande con la banda mafiosa romana de La Magliana que no podía pagar y, como mecanismo de presión, los criminales raptaron a la niña para obtener su dinero.

Ésta es la teoría que mantiene Pino Nazio, en su libro ‘El secreto Emanuela Orlandi’. “Hay pruebas de que el IOR terminó restituyendo más millones de los que debería al Banco Ambrosiano, del que tenía una fuerte dependencia financiera. Sin embargo, esto sólo se explica por las intimidaciones del mundo de la criminalidad hacia el Vaticano”, explica este periodista, que pasó años intentando reconstruir el caso. Según sus indicios, la niña habría muerto poco después de ser secuestrada y habla -sin entrar en detalles, por pudor- de un fin bastante escabroso, por el que resultaría imposible hallar ahora sus restos.

Otra de las hipótesis es que la menor fue víctima de algún episodio macabro de pederastia en el que estarían involucradas personalidades del Vaticano. Y por suponer, en el libro ‘Los impostores’ del periodista italiano Emiliano Fittipaldi, se especula con que la Santa Sede se habría encargado de ocultarla en un convento de Londres, donde supuestamente habría vivido durante años bajo la financiación del Vaticano. Ante el bombardeo de noticias equívocas, la familia nunca ha cesado en su búsqueda, en ocasiones con una fuerte presencia mediática, esperando incluso encontrarla viva en algún momento.