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Los “crímenes” de la calle Francisco Iglesias
Cuesta mucho imaginar en la España del siglo XXI que unos asesores “históricos” de un Ayuntamiento democrático, el que gobierna la alcaldesa Manuela Carmena, hayan podido arrojar al puchero tanta dosis de ignorancia y sectarismo, y cocinar tantas mentiras como las vertidas para justificar la retirada de la calle Francisco Iglesias de Madrid.
En los últimos días he desafiado a través de las redes sociales a estos asesores “históricos” a que demuestren sus acusaciones contra un as de la aviación española como Francisco Iglesias Brage (El Ferrol, 1900-Madrid, 1973). La respuesta ha sido el silencio. Madrugaron mucho para sus calumnias, pero parece que son bastante más perezosos a la hora de rectificar y disculparse por este atentado al honor de un hombre que ya no puede defenderse.
Quizá porque saben que si reconocen que han mentido y calumniado de forma tan burda en relación con el aviador Iglesias Brage, todas sus justificaciones para la retirada de nombres de las calles quedaran bajo la sospecha de ser instigadas por el mismo afán de manipulación, sectarismo y persecución ideológica demostrado en este caso.
Los asesores de Carmena peinaron el callejero de Madrid en busca de nombres de reminiscencias franquistas. Al encontrar en Puente de Vallecas la calle Francisco Iglesias, no se tomaron la molestia de comprobar que dicha vía había sido bautizada así en 1929, en honor de un ejemplar industrial metalúrgico vallecano fallecido en 1917: Francisco Iglesias Angelina. A la vez que daban con la calle, su detector de franquistas había identificado un aviador que hizo la guerra en el bando nacional: Francisco Iglesias Brage.
Francisco Iglesias Brage no era precisamente un don nadie en la España de los años 20 y 30. En 1929, realizó una de las mayores gestas de la historia mundial de la aviación junto con el también piloto Ignacio Jiménez Martín: la travesía de Sevilla a Salvador de Bahía a bordo de un avión Breguet XIX, el “Jesús del Gran Poder”, que se conserva hoy intacto en el Museo del Aire en Cuatro Vientos. Después de su periplo transoceánico, recorrieron el continente americano, consiguiendo que el “Jesús del Gran Poder” fuera el primer avión español en cruzar los Andes.
La fama de Iglesias Brage alcanzó tal dimensión que, una vez instaurada la Segunda República, el gobierno de Manuel Azaña le encargó organizar la mayor expedición científica realizada hasta entonces al Alto Amazonas. Fue la mayor empresa científica de la República, y en ella se volcó apasionadamente Iglesias Brage. De sus viajes preparatorios a Colombia y Perú queda hoy el testimonio de los objetos rituales de las tribus amazónicas donados por el aviador al Museo Nacional de Antropología de Madrid.
En su labor de divulgación de la expedición, Iglesias Brage protagonizó una brillante conferencia, el 13 de diciembre de 1931, en la mítica Residencia de Estudiantes de Madrid. En aquella ocasión memorable le acompañó su íntimo amigo Federico García Lorca, quien en 1921 le había dedicado el poema “Saeta”, de su libro “Poema del cante hondo”, tan estrecha era la vinculación entre ambos.
A estallar la Guerra Civil, Iglesias Brage se encontraba en El Ferrol. Como millones de españoles, quizás fue el factor geográfico lo que determinó su posicionamiento a favor del bando franquista. Después de la contienda, fue nombrado secretario general técnico del Ministerio del Aire por sus dotes de gestión y organización.
Pero en 1943 causó baja definitiva en el arma de Aviación, ingresando en el Cuerpo de Ingenieros Aeronáuticos. Destinado como jefe de obras del Sector Aéreo de Galicia, fue el principal promotor de la mejora y ampliación de la red de aeropuertos de esta región. Se retiró en 1963, como coronel del Cuerpo de Ingenieros Aeronáuticos. Falleció en Madrid diez años después, en 1973, prácticamente olvidado. Solo un grupo de amigos tuvo el detalle de dedicarle una esquela en un diario madrileño.
Hasta que llegaron los asesores “históricos” de Carmena para desempolvar su memoria, pero para arrastrarla a continuación por el fango, acusándole falsamente para justificar la retirada del nombre de una calle que no tenía.
Cito literalmente el “tuit” difundido sobre Iglesias Brage por la coalición Ahora Madrid el pasado martes 22, cuando se anunciaba el cambio del nombre de 30 vías: “Refugiados civiles que huían de Málaga hacia Almería fueron bombardeados por Francisco Iglesias causando de 3.000 a 5.000 muertos”.
La tremebunda acusación caía a plomo sobre el buen nombre del as de la aviación española. En un abrir y cerrar de ojos, el mundo había descubierto que Francisco Iglesias Brage era uno de los mayores criminales de la historia de la Humanidad, con entre 3.000 y 5.000 civiles muertos a sus espaldas, abatidos sanguinariamente desde su avión en la carretera de Málaga a Almería aquel trágico 8 de febrero de 1937, fecha de la conocida como “Desbandá”. De este modo, sin que los periodistas osaran preguntar al Gobierno municipal sobre las pruebas que sostenían la acusación de tan horribles crímenes, Iglesias Brage quedaba sumarísimamente sentenciado, sin capacidad de defenderse él mismo ni a través de ningún familiar directo, puesto que había muerto sin descendencia, y sin posibilidad de recurrir la condena para demostrar su inocencia.
Porque, señora Alcaldesa, Iglesias Brage es del todo inocente de la acusación que ustedes le formularon el día 22 desde la mismísima tribuna del Pleno del Ayuntamiento de Madrid. Autor de “crímenes de lesa humanidad”, dijeron, y se quedaron tan anchos, como si por vilipendiar el honor de un héroe español hubieran arreglado el mundo.
Pero la mentira tiene las patas más pequeñas que el Belén que han puesto en el Ayuntamiento: en Internet es fácil encontrar la hoja de servicios del aviador. La encontré yo en un santiamén, y descubrí que los hechos de la vida militar de Iglesias Brage son una enmienda a la totalidad de las gravísimas calumnias vertidas por el equipo de Gobierno municipal y sus asesores “históricos” contra el que fuera as de la aviación española y amigo de García Lorca y Cernuda.
Porque según la hoja de servicios de Iglesias Brage, el 8 de febrero de 1937, cuando tiene lugar la “Desbandá” en la carretera de Málaga a Almería, se encontraba destinado al frente de una escuadrilla de aviones Breguet XIX en el aeródromo de León. Es decir, estaba a cerca de 700 kilómetros de distancia en línea recta del escenario de las atrocidades de que le acusa Carmena.
Y, más aún: ciertamente Iglesias Brage tuvo relación con Málaga durante la Guerra Civil, porque fue director de la Escuela de Observadores Especialistas de Aviación que se creó en esta ciudad andaluza. Pero no se trasladó a dicha Escuela hasta el... ¡6 de enero de 1938! Es decir, casi un año después de los hechos que se le imputan.
Se supone que unos asesores a los que el Ayuntamiento va a pagar un dineral, deberían haberse leído esta hoja de servicios, tan accesible para todo el mundo, antes de pronunciar sentencia alguna contra alguien que ya no puede defenderse. Que no lo hayan hecho, y que no se hayan preocupado ni un minuto por conocer la verdad, dice mucho de lo que nos espera ante las próximas oleadas de centenares de calles que el gobierno de Carmena está dispuesto a cambiar.
Pero sobre todo dice mucho de la verdadera misión de estos asesores. El equipo de Carmena no les paga por asesorar de una manera rigurosa y objetiva el cambio del callejero de acuerdo con la Ley de la “Memoria Histórica”. Les paga por cazar y por despellejar, a tanto la pieza, todo aquello que suponga un relato disconforme con la visión de la Historia de España que la izquierda siempre ha querido imponer a todos los ciudadanos.
Estos días me preguntaba un amigo si no estaba cansado de este debate sobre el callejero franquista y le respondí que en absoluto. Aparte de que estaba de acuerdo en cambiar los nombres de algunas calles, le dije que el debate que el equipo de Carmena y sus asesores “históricos” estaban planteando era el eterno y universal debate entre la primacía de la mentira o la verdad en la aproximación a los hechos históricos.
Apostar en este caso por la primacía de la verdad significa que el callejero sea un lugar de encuentro de las dos Españas enfrentadas entonces a garrotazos y bombazos, sin sectarismos ni revanchismos que se limiten a sustituir los nombres de un bando por los del otro. Y más aún, que sea un homenaje perpetuo a todas las víctimas, a todas sin excepción, porque como decía el socialista Julián Zugazagotia sólo una verdad resplandece en toda la Guerra Civil: el sacrificio del pueblo español. “Este es quién, con atuendos diferentes, y a veces sin ellos, tributó su sangre”, escribió. Y tenía, sigue teniendo, toda la razón.
Pedro Corral. Periodista, historiador y concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid.
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