Recursos naturales
Asesinos de la riqueza natural
Son las inmigrantes más indeseables de la naturaleza. No porque no se sepan adaptar, sino porque lo hacen a lo grande. Se llaman especies invasoras. Y en esa batalla, que sólo el ser humano será capaz de frenar, lo autóctono pierde.
Son las inmigrantes más indeseables de la naturaleza. No porque no se sepan adaptar, sino porque lo hacen a lo grande. Se llaman especies invasoras. Y en esa batalla, que sólo el ser humano será capaz de frenar, lo autóctono pierde.
El visón europeo se trata de una de esas joyas naturales escondidas en nuestro país y que, desafortunadamente, no valoramos lo suficiente. Quizás su nombre no nos suene demasiado, no tanto como el lince ibérico, aunque, al igual que el felino patrio por excelencia, se trate de un animal en grave riesgo de extinción. Este mamífero mustélido habitaba a lo largo y ancho del continente, en las orillas de ríos y terrenos húmedos, desde España hasta los Urales. Pero el caso es que los últimos censos apenas detectan su presencia en forma de colonia en tres únicos puntos: a orillas del Mar Negro, en la región francesa de Aquitania, y, he aquí la cuestión, en emplazamientos del País Vasco, Navarra, La Rioja y Castilla y León. Dichos estudios reducen su existencia en nuestro territorio a 500 ejemplares. Hoy solo están presentes en el 10% del mapa por el que se extendían el pasado siglo y, según los biólogos, su pervivencia apenas está asegurada los 5 próximos años. ¿Y quién es el culpable? Pues, como viene siendo habitual, el ser humano. La destrucción de su hábitat, sus muertes no naturales (accidentes o caza) y la escasa conciencia social por cuidar su menguante censo han sido algunas de las razones que explican la agonía. Aunque no nos engañemos, en verdad el gran enemigo de esta especie es su primo... de las Américas. Y ese choque también ha sido culpa nuestra. El visón americano fue traído a España en los años 50 orientado a la industria peletera. Sin embargo, su introducción «controlada» se nos fue de las manos, y para 1970 ya se había extendido a asentamientos salvajes, hasta llegar a ocupar, a día de hoy, nada menos que la cuarta parte de la superficie nacional en colonias con miles de animales. ¿Ello qué ha supuesto? A nadie le ha de resultar extraño que si metes un elemento externo inadecuado la armonía se quiebre. Bajo el imperio de la ley del más fuerte, los visones invasores han puesto en grave peligro la conservación de otras especies débiles a causa de su depredación. Y a sus primos autóctonos los han conducido al borde de la «extinción por desplazamiento»: ocupando sus hábitats, comiendo sus presas y portando enfermedades desconocidas para los mustélidos europeos. Por desgracia, no les cuento un relato aislado. Como esta cruel historia para la naturaleza hay, al menos, otras 191 en nuestro país. Disfunciones que sólo la decidida mano del hombre puede corregir.
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