Mascotas

Ayanta Barilli: "Los gatos son los guardianes de los afectos domésticos"

Ayanta Barilli junto a sus mascotas, Bowie y Nina. Foto: Rubén Mondelo
Ayanta Barilli junto a sus mascotas, Bowie y Nina. Foto: Rubén Mondelolarazon

Bowie y Nina son los culpables de que la escritora adore a los felinos como si fueran personas.

«Bowie –por David, claro– y Nina son hermanos. Los dos gatitos llegaron juntos hace seis meses, a través de «peluditosenapuros.com», y estoy encantada con ellos. Además, la ONG te ayuda con las vacunaciones, la esterilización... Ella es más tranquila; él más revoltoso. Pero los dos tienen algo especial. Interactúan con nosotros, que es lo importante», dice la flamante finalista del Premio Planeta por su novela «Un mar violeta oscuro», que está cosechando éxito de crítica y público. Sus felinos tienen seis meses y están fenomenal en su casa «porque la han convertido en un campo de juegos. A un perro le puedes adiestrar y prohibir cosas, pero a un gato, no: duermen conmigo, se suben al sillón a ver películas... lo más divertido es cuando escribo en el ordenador: muerden los cables, se sientan en el módem porque está calentito. Incluso en invierno, que me pongo un mantita eléctrica en las piernas, escribo con ellos encima». Lo que más le sorprende es que están atentos a la pantalla del PC como si pudieran leer... «y lo más curioso es que si me levanto a hacerme un café, pulsan una tecla y me encuentro con la página de word llena de letras sin sentido que han marcado con la patita... ¡quizá redacten mis mejores páginas! (risas)». La escritora que no duda en decir que «lo más importante en la vida es el amor y la familia», tal y, como demuestra su novela dedicada a las mujeres de su linaje, recuerda que cuando se crió en Roma su casa estaba llena de gatos: «No teníamos menos de 16, entre los nuestros y los que llegaban. Pero es que allí era natural que todos los vecinos mantuvieran a los felinos, les dieran de comer y les mimaran»... No en vano, al gato común en muchos lugares de nuestro país se le llama «romano». «Los gatos son los guardianes de los afectos domésticos», dice Ayanta con emoción, algo preocupada porque hasta el momento no se han movido de casa, pero en cuanto llegue el verano «tendrán que salir, cuando abra puertas y ventanas, y se codearán con otros gatitos del barrio. Me da miedo porque pueden venir heridos, o no regresar, pero así es la vida. La verdad es que cuando no los tengo cerca me da un poco de susto, pero tienen que hacer su vida». Se queda en silencio cuando preguntamos por lo más hermoso que le ha pasado con algún gato. Respira y contesta: «Me pasó con Oliver –por Twist–. Le adoraba porque me había elegido. Un día entró en casa, de la calle, y ya no salió. Con el tiempo supimos que tenía leucemia y vivió la mejor vida que supimos darle hasta que se fue. Cuando le iban a sacrificar le cogí en mis brazos, se acercó a mi cara, y me dio un mordisquito en la nariz. Fue su beso de despedida antes de marcharse al otro mundo de los gatos». Esta es Ayanta. Una mujer sensible y excepcionalmente receptiva a la ternura.