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La UE pierde la fe en los biocombustibles

Votación en el Pleno del Parlamento Europeo, ayer martes
Votación en el Pleno del Parlamento Europeo, ayer marteslarazon

Los biocombustibles están perdiendo fuerza en la Unión Europea (UE) y, si durante años fueron incentivados como alternativa a los de naturaleza fósil, ahora son cuestionados por el mal uso de la tierra que se puede hacer con ellos y su posible interferencia en la producción de alimentos, informa Efe.

La decisión este martes del pleno del Parlamento Europeo para limitar el uso de biocombustibles tradicionales y fijar que en 2020 el 10 % del consumo energético en el transporte proceda de fuentes renovables es una confirmación de ese cambio de dirección.

Según la nueva norma, que aún deben aprobar los estados miembros de la UE, los biocombustibles procedentes de cultivos como el maíz, el trigo o la colza supondrán como máximo un 7 % de ese consumo y los de nueva generación, que no parten de alimentos sino de plantas con celulosa como la hierba o de residuos, se fomentarán y podrán acogerse a un objetivo voluntario del 0,5 %.

Pero más allá de los porcentajes, la investigadora del Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible (IISD) Ivetta Gerasimchuk destaca a Efe que por primera vez se reconoce oficialmente el cambio indirecto del uso de la tierra.

Este concepto significa que la producción de biocombustibles en un lugar donde se cultivaban alimentos puede llevar al desplazamiento de esos cultivos a nuevas zonas como los bosques, que pueden sufrir deforestación para la actividad agrícola, lo que aumentaría indirectamente las emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono.

«Es un paso muy positivo y envía una señal a la industria, a los inversores y a los responsables políticos advirtiendo de que los biocombustibles no son la panacea», asegura la experta, para quien es necesario abordar el asunto en su conjunto y distinguir entre los distintos tipos de biocombustibles.

Además, considera que la presión se ha trasladado a los países que normalmente exportan biocombustibles a Europa como Argentina, Indonesia o Malasia, que deben afrontar problemas internos y tomar medidas frente a la reducción de esa demanda.

Si bien se espera que la Comisión Europea y los productores de combustibles informen cada año de las emisiones por el cambio indirecto del uso de la tierra, Gerasimchuk considera que eso no se puede controlar de forma efectiva y que «la única forma de prevenirlo es detener el consumo de biocombustibles».

De una opinión opuesta es Olivier Dubois, coordinador del programa para Energía de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que pide no simplificar una cuestión tan compleja ni culpar solo a los biocombustibles de problemas en los que intervienen otros factores.

En su opinión, se deben promover las «buenas prácticas que reduzcan esos riesgos» y aporten sostenibilidad ambiental, ya que lo importante es la forma de gestionar esos combustibles para que no compitan con la seguridad alimentaria.

Dubois afirma que la producción de biocombustibles influye en los precios de los alimentos, como también lo hacen el precio de la energía, los subsidios alimentarios, el tipo de cambio frente al dólar o fenómenos meteorológicos como la sequía y las lluvias.

Con los precios de las materias primas actualmente a la baja, apunta que «el mercado de biocombustibles podría reducir su oferta y desempeñar un papel de amortiguador, pero no lo ha hecho porque su mercado también afronta dificultades con la caída del precio del petróleo».

Después del interés mundial que cosechó hace más de una década, el mercado de los biocombustibles se encuentra estabilizado, con ligeros incrementos anuales y con economías emergentes que han empezado a producirlos.

El responsable de la FAO augura que los biocombustibles tradicionales seguirán siendo una fuente de energía en los próximos diez años y, ante esa realidad, es preferible apoyar la agricultura con inversiones en bioenergía.

Pone de ejemplo el caso de Brasil, con una larga experiencia en ese ámbito y donde han aumentado los campos de caña de azúcar por el mercado de bioetanol sin que haya una competencia «automática» con la producción de alimentos.

El especialista también aboga por ayudar a los pequeños agricultores que se puedan ver afectados con los cambios y fomentar mecanismos alternativos como la optimización de la biomasa, la combinación y la rotación de cultivos en la misma tierra, o la producción de biocombustibles en suelos ya degradados.

EFE