Violencia de género

«Mi padre me amenazaba con estrellar el coche con nosotros dentro si contábamos algo»

Patricia acude a la Puerta del Sol para arropar a su madre, en huelga de hambre para proteger a las víctimas de la violencia de género. Ella también vivió las palizas en su casa desde que tenía seis años. Ahora, a sus 17, ha escrito un libro: «Ya no tengo miedo»

Madre e hija denuncian los años de calvario que han vivido como víctimas de la violencia de género. Sonia y Patricia han sabido dar un vuelco a sus vidas
Madre e hija denuncian los años de calvario que han vivido como víctimas de la violencia de género. Sonia y Patricia han sabido dar un vuelco a sus vidaslarazon

Patricia acude a la Puerta del Sol para arropar a su madre, en huelga de hambre para proteger a las víctimas de la violencia de género. Ella también vivió las palizas en su casa desde que tenía seis años

Sonia Fernández lleva desde el domingo en huelga de hambre en la madrileña Puerta del Sol junto a otras compañeras de la Asociación Ve-la luz. Ayer le acompañaba su hija Patricia. Ambas saben lo que es ser víctima de la violencia de género. Su historia es la misma que sufren otras mujeres e hijos a las que quizá su relato sirva para que entiendan que frente al maltrato hay salida, que frente a un grito, seguido de un empujón o una paliza hay que decir «basta». Así lo entendió Sonia, preocupada, sobre todo, por el bienestar de sus hijos. «Cuando él me dio la gran paliza mi hija tenía seis años y su hermano cuatro. No sabía de lo que era capaz hasta ese momento». Es ahí cuando Sonia se atrevió a denunciarle. «Lo hice y me dieron una orden de alejamiento que de poco servía porque se la saltaba cada vez que quería. Hace un año en una de las visitas con los niños les entregó una foto mía y les dijo que me tenía que haber matado». Tras las amenazas, el miedo constante, su hija le hizo frente. «Le dije que no entrara en su juego, pero fue a hablar con él y cuando llamó a la Guardia Civil, él salió corriendo y hasta ahora. Hace un año que desapareció».

Sonia relata lo vivido desde la soledad: «Ha sido un calvario de 10 años sin apoyo por ningún lado. Nadie lo entiende; ni tus hermanos ni tus padres. No entendían cómo me quería separar a pesar de tener la cara amoratada. Pero mi prioridad eran mis hijos. Hoy sé que hice bien. Ambos sacan matrículas, no son nada rencorosos, que era lo que me preocupaba».

Pero antes de reunir las fuerzas necesarias, el miedo estuvo a punto de callarla. «Cuando mi padre le pegaba, mi madre se pasaba tres días sin salir de la habitación para que no le viéramos los moratones que tenía. Llegó a perder diez kilos», recuerda Patricia, que prefiere que su madre no esté presente durante la entrevista, quizá por la edad, quizá por evitar que oiga de su boca lo que ella siendo hija ha sufrido. «A veces también nos pegó a mi hermano y a mí. Y aun así al principio le pedía a mi madre que no se separase». Cuando lo hicieron, las amenazas fueron a más. «Nos decía que le podían llevar a la cárcel y recuerdo que en una ocasión nos amenazó con estrellar el coche con nosotros dentro si decíamos algo», denuncia esta joven, que a sus 17 años acaba de publicar «Ya no tengo miedo», el primer libro escrito por una hija de una víctima de violencia de género.

«Antes tenía una pesadilla recurrente: soñaba que estaba encerrada en su casa y no podía salir. Hoy, mi mayor miedo es que venga y nos mate». «¿Cómo fue mi infancia? Dura, pero por suerte tengo una familia que me ha apoyado. Porque vivir los puntos de encuentro, los psicólogos... fue duro. En los centros, cuando tenía siete u ocho años los psicólogos me obligaban a escribirle cartas llamándole papá, cuando no lo es. Mi hermano está peor. Se lo guarda todo para él. Les pediría a los políticos que escuchen a los niños, que se vele por ellos, y a los jueces, que tengan en cuenta a los menores en sus decisiones».

No es la única hija que ha venido a apoyar a su madre. Mª Carmen tenía tanto miedo a su padre que «me meaba encima cuando empezaban los gritos, los golpes...». «Recuerdo los malos tratos desde que nací. Mi madre me decía que no pasaba nada. También nos daba palos a mi hermana pequeña y a mí. Yo intentaba protegerla, pero...». «Me acuerdo que cuando tenía cinco o seis años en una de las ocasiones en que mi padre golpeó a mi madre, me abalancé sobre él. Se dio la vuelta, me cogió del pelo y me levantó del suelo...». Tras decir esto el silencio se hace palpable. Mª Carmen intenta dibujar una sonrisa y seguir el relato de su infancia. Sabe que es fuerte, tal y como lo demostró a sus 13 años, cuando «me fui a la comisaría para denunciar a mi padre. Me dijeron que no podía denunciar porque era menor, tenía 13 años. Mi padre se enteró. Cayeron palos...».

«Me robaron mi infancia. A mi madre un juez le prohibió pisar Murcia. Así que estuve viviendo con mi padre y continuaba el maltrato. No está en prisión y nunca ha ido. No entiendo por qué le dieron nuestra custodia si había una sentencia en firme que decía que es un maltratador». «Hoy todavía me afecta lo vivido. No digo que piense que todos los chicos pueden ser así. Pero como sea como mi padre... cuando pienso eso me freno a la hora de conocer a alguien», reconoce.