ONG
«O hay acceso, o no es ayuda humanitaria»
El Centro Logístico del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas en España se encuentra en el Puerto de Las Palmas. Su director nos cuenta las dificultades que los cooperantes españoles tienen en los países en conflicto.
Ayudar. Prestar cooperación, pero también dignificar a aquellos que viven una crisis alimentaria y de seguridad. Es lo que pretende Pablo Yuste, director del único Centro Logístico que el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas tiene en España, en concreto en el Puerto de Las Palmas.
Un hombre dedicado a los derechos humanos y a la ayuda humanitaria. Cooperante nato, ha estado en varios países en conflicto, entres ellos, Afganistán e Irak; pero también en Haití atendiendo la emergencia tras el terremoto de 2010. De esas pocas personas ocupada, y preocupada, en ayudar a los demás con un compromiso ético y humano, que solo en profesiones de este tipo se ven ante la necesidad de tener que dejar la emergencia a un lado para poder estar presente en el nacimiento de un hijo a miles de kilómetros de distancia.
Interesado en conocer –y entender si se puede- cómo algunas personas en medio de la inestabilidad social crean estados paralelos como en el caso de los talibanes, los paras colombianos o los grupos de autodefensa mexicanos y cómo eso se convierten a su vez en círculos viciados. Con él hablamos en las instalaciones del puerto humanitario de Las Palmas de cómo el hambre y los conflictos (sobre todo los conflictos armados) van de la mano; y de cómo el cooperante se mueve en medio de todo eso. “Cada día es más complejo, hemos pasado de una época en la que el humanitario era neutral, a que no exista esa neutralidad, pero que no exista por parte de ningún bando. Estamos viendo secuestros y ataques a hospitales por parte de unos y otros cuando que desde la creación del movimiento humanitario se había entendido que no estábamos ahí para intervenir, estamos para atender a víctimas; incluso a combatientes que ya no forman parte del conflicto. Nosotros no hacemos preguntas ni tomamos decisiones de ese tipo. Durante mucho tiempo eso se entendió, pero ahora estamos en otro escenario, incluso se presupone a uno culpable de una ideología cuando que nuestro espíritu es no tener ideología”, nos narra Yuste.
“Esta complejidad nos ha llevado a que por ejemplo, en Siria, hayamos hecho algo que no nos gusta, como son los envíos aéreos, pero a veces es la única opción para llegar a poblaciones necesitadas. Nuestro trabajo es llegar, y lamentablemente se ha complicado, pero no puedes dejar de hacerlo, hay una labor humanitaria y no puedes dejar a esa gente sola”.
La emergencia por el Ébola marcó un nuevo hito en lo que a ayuda humanitaria se refiere. Cómo atender el rebrote de una enfermedad que se creía, si no extinguida, sí controlada. “Ahora estamos en una fase de recuperación temprana respecto al Ébola. Se trata que toda la inversión que se hizo durante la emergencia sirva de algo. Trabajamos en el refuerzo de la logística sanitaria de esos países donde se pusieron sistemas de almacenamiento de medicamentos, enseñamos a las autoridades a cómo hacer una mejor gestión, etc. Seguimos haciendo un acompañamiento en los países de destino. La ayuda alimentaria continúa porque se perdieron muchas cosechas ya que la gente dejaba de ir a recogerlas para no juntarse entre ellos por el miedo a que el vecino les contagiara, como también se dejó de ir a comprar a los mercados por la misma razón”.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) es el principal organismo que lucha contra el hambre en el mundo. Gestiona la Red de Depósitos de Respuesta Humanitaria de las Naciones Unidas y pretende agilizar aún más la entrega de ayuda. “Cuando antes se recibía la donación de los países, en ese momento se compraba y se enviaba a las zonas necesitadas. Por mucho que se aceleraran los envíos siempre se producía un rezago de tres meses en promedio. Se planteó entonces acortar el proceso a través de un programa de compras avanzadas para que cuando se hiciera la donación, en 20 o 30 días ya se estuviera llegando al lugar de la crisis”.
Esos mecanismos que pueden parecer demasiado burocráticos se fueron modificando, incluso haciéndose directamente con los países en situación de emergencia. “La compra se hace en primer lugar a nivel local en el país donde está la crisis. Si ese agricultor lleva todo el año dejándose la piel en sacar una producción, no podría vender su producto si llegáramos nosotros a darlo sin más. En vez de dos personas pasando hambre tendríamos a tres. Pero si no se pudiera así, lo hacemos regionalmente, y si tampoco fuera posible, entonces es cuando vamos al mercado internacional”, explica Pablo Yuste, director del centro logístico en Las Palmas.
El PMA ha ido variando la forma de dar la ayuda. O se da el dinero directamente y es el propio beneficiario el que toma las decisiones de compra o, si ese mercado está desabastecido, se colabora con los comercios locales, se les entrega los productos a ellos, y se les da vales a la población para que los cambien en esos establecimientos. “Son ellos los que deciden qué necesitan, por ejemplo, si requieren más legumbres o jabón. Eso, además de generar economía, también dignifica. Operamos con una canasta básica nutricional equilibrada para todas las calorías que precisa una familia. Cereal, legumbres, sal, aceite, etc. Pero siempre se intenta adaptar esa canasta al contexto en el que se va a entregar. Por ejemplo no vas a llevar sorgo a Libia porque no lo han comido jamás, a eso me refiero”.
Las Palmas, Puerto Humanitario
El Puerto de Las Palmas se convirtió en 2014 en el noveno puerto mundial en volumen de carga. Un centro logístico seleccionado por la ONU para servir de plataforma solidaria, como ya lo son actualmente Brindisi (Italia), Dubai (Emiratos Árabes Unidos), Accra (Ghana), Subang (Malasia) y Panamá.
Por su cercanía con África y, debido a sus necesidades alimentarias, las principales operaciones del puerto canario se hacen con ese continente. El PMA está financiado exclusivamente con donaciones voluntarias, son los gobiernos los que deciden si financian y cuánto financian. España ha sido un país involucrado históricamente en la ayuda humanitaria y la cooperación; pero la crisis económica también ha golpeado esta faceta altruista. “España vino a contribuir a este programa, no solo con una serie de fondos, sino también con espacios, como fue el Puerto de Las Palmas que está muy bien localizado. Nos permite entregar la mercancía en la mayoría de las veces en muy poco tiempo. Dakar por ejemplo en solo 48 horas. En otras ciudades más alejadas en un máximo de 60 días”.
La elección de Las Palmas se da por tres razones principales. Una, se trata de un puerto con aguas profundas de hasta 32 metros, por lo que el atraque de barcos muy grandes que requieren de un gran calado se facilita. “Una vez atracados aquí se van haciendo entregas a esos puertos africanos con embarcaciones menores ya que no cuentan con infraestructuras como las nuestras. Yo suelo explicar que es como mandar a todos tus amigos a casa en autobús y cuando están cerca del destino final ya los llevas en taxi. Es un ahorro de tiempo y de dinero”, dice Pablo Yuste.
Una ventaja más es el clima para albergar por determinado tiempo grandes cantidades de alimentos. “Si ponemos la mercancía en un puerto africano las altas temperaturas afectarían mucho la vida útil de la carga. Eso en Las Palmas no sucede porque hay muy buenas condiciones meteorológicas todo el año; y tercero, se cuenta con mucha seguridad que facilita también los envíos”.
Este centro logístico inició hace dos años y se ha ido consolidando. Cuenta con 8,500 m2 de superficie cubierta y 5,000 metros cuadrados de superficie al aire libre.
Los datos hablan por sí solos.
En el tráfico portuario se habla de entradas y salidas y así se computa en términos totales el movimiento de mercancía. En su arranque de operaciones en 2014 la parte del puerto humanitario de Las Palmas tuvo cifras récord en volumen de carga. Coincidiendo con la emergencia del Ébola se movió hasta 105 mil toneladas de alimentos. El año siguiente osciló en 70,000.
Aunque África es el principal destino de la ayuda, principalmente el este y el Sahel; también se llega a Pakistán, Irak e incluso América Latina. “Vamos allí donde hay necesidades, y esas necesidades aparecen sin que haya previo aviso, como sucede con los terremotos o las inundaciones. De repente hay una crisis brutal, como ahora ha pasado con el fenómeno de El Niño. Tenemos una situación en Malawi con el 60% de su población en crisis nutricional, o en Etiopía donde se han dado también dos circunstancias: hambruna e inundaciones”.
Pero sin duda, el Sahel, el cinturón del continente negro es el de mayor preocupación y de mayor operación para el PMA. Solo en esa zona hay 32,2 millones de personas con inseguridad alimentaria y, de ellas, siete millones están en situación de emergencia. Es difícil dar una cifra de cuánta población se ve beneficiada con la ayuda que sale del Puerto de Las Palmas. Pablo y su equipo no se atreven a dar estadísticas ya que son difíciles de cuantificar porque a esas zonas la ayuda no solo les llega de este puerto español.
Pero la labor de este programa va más allá de la logística. No solo se trata de entregar mercancía de puerto a puerto, sino que los cooperantes tienen que asegurar que la ayuda llega al beneficiario. Identifican sus necesidades, las enfermedades que más golpean a sus comunidades y, por tanto, las mejores formas de acudir hasta ellos. “Trabajamos con los gobiernos y las ONGs de los países afectados. El 80% de las operaciones se lleva a cabo directamente con las organizaciones locales. Para eso tenemos una metodología muy estricta. El fin es que la ayuda llegue. O hay acceso, o no es ayuda humanitaria”, nos termina diciendo Pablo al hablar de las dificultades de entrar a países que viven un conflicto como Siria.
Esa es la ideología de la que hablaba. La única que se puede tener. Luchar contra la pobreza y en favor de un desarrollo sostenible. Por un mundo más justo; si es que eso dejara de ser algún día una utopía.
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