Siria

«Para qué estudiar si voy a morir»

Un misionero en Siria narra la desesperación de la población y advierte de la «amenaza real» de infiltrados del Estado Islámico entre los refugiados.

Alejandro José León Mendoza, ayer, en la sede de Misiones Salesianas
Alejandro José León Mendoza, ayer, en la sede de Misiones Salesianaslarazon

Un misionero en Siria narra la desesperación de la población y advierte de la «amenaza real» de infiltrados del Estado Islámico entre los refugiados.

Alejandro José León Mendoza es natural de la Mérida venezolana, tiene 36 años y es misionero salesiano en Oriente Medio. Los últimos años fue director del centro salesiano de Damasco, donde ha estado al lado de los niños y jóvenes, especialmente golpeados por la guerra. Antes había pasado dos años en Egipto atendiendo a los niños refugiados sudaneses y aprendiendo árabe hasta que tuvo que irse a Roma a estudiar Teología, aunque dedicó los veranos correspondientes a Alepo, Damasco y Belén. Ahora ofrece su testimonio en España, antes de comenzar una nueva etapa como administrador de la Provincia salesiana de Oriente Medio, con sede en Belén.

A pesar de la situación, Alejandro y la familia salesiana de la capital siria se sienten afortunados. La situación en otras partes del país no tiene parangón. Ellos sólo sufren cortes de luz y agua durante seis horas al día; en otros lugares sobreviven con una vela al día y sin agua durante semanas. También hay una diferencia sustancial en el número de misiles que reciben. Pero también han perdido mucho. «Por una parte, hemos perdido a los jóvenes que, tras años formándoles como voluntarios, se van del país. Luego están las muertes: un niño de 11 años en Alepo, una ex alumna en Damasco, un animador... a los que hay que sumar padres de alumnos, amigos, vecinos. Todos tienen algún muerto al que llorar», explica a LA RAZÓN. Entre ellos, un joven brillante, de 24 años, que acaba de graduarse y ser aceptado en la preparación para ser juez. Se casaba en una semana, pero uno de los 100 misiles que caen en Damasco cada día lo mató. «Sí, murió. ¿Pueden ustedes imaginar lo que significó para sus padres la muerte de su único hijo? ¿Pueden imaginar lo que significó para su prometida, para sus amigos o para los adolescentes que acompañaba en el centro salesiano? Yo sí. Era un ejemplo para ellos, había cumplido un sueño y se le abrían las puertas a un futuro mejor. Ahora esos adolescentes me preguntan para qué sirve estudiar si ése fue el final de su animador y probablemente sea el suyo».

Alejandro tiene su visión del conflicto. Ve a Siria como una partida de ajedrez donde convergen intereses muy variados. De hecho, cree que la guerra ha sido provocada, que Asad «no es un santo, pero sí un mal menor» y que el bloqueo económico sólo favorece al Estado Islámico. También tiene opinión acerca de la crisis de refugiados: «Hay que afrontar la crisis humanitaria, pero lo que los sirios piden es que se acabe la guerra». También lanza una advertencia ante la posibilidad de que terroristas se infiltren entre los refugiados: «Hay que estar atentos, porque es una amenaza real».