Sociedad
¿Por qué a algunas personas no le gustan las verduras?
La culpa, según los científicos, es de un gen
La culpa, según los científicos, es de un gen
¿Te gusta el repollo, el brócoli o las coles de Bruselas? Si la respuesta es que no, no tienes la culpa. Un equipo de científicos ha detectado un gen del sabor que hace que ciertos compuestos puedan tener un sabor especialmente amargo para algunas personas. Se trata del gen TAS2R38. Todos heredamos dos copias de este gen. Los que reciben dos copias de la variante AVI no son sensibles al sabor amargo, aquellos con una copia de AVI y otra llamada PAV perciben los sabores amargos de estos químicos, sin embargo, no les saben tan mal. En cambio, aquellas personas que tienen dos copias de PAV encuentran estos mismos alimentos excepcionalmente amargos. Ésta es la principal conclusión de una investigación preliminar que se presentará en las Sesiones Científicas de la Asociación americana del Corazón que tendrán lugar entre el 16 y el 18 de noviembre en Filadelfia.
“Su genética afecta la forma en la que percibe los sabores, y es un factor importante en la elección de los alimentos” que ingiere, manifiesta Jennifer L. Smith, autora del estudio y becaria postdoctoral en la Facultad de Medicina de la Universidad de Kentucky. De ahí que Smith recomiende a los profesionales que “consideren el sabor de las cosas si realmente desea que su paciente siga las pautas de nutrición”.
“Es probable que las personas con dos copias de PAV encuentren el brócoli, las coles y el repollo desagradablemente amargas, y también pueden reaccionar negativamente al chocolate negro, al café y, a veces, a la cerveza”, asegura Smith.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores analizaron cuestionarios de frecuencia alimentaria de 175 personas con una edad promedio de 52 años, siendo más del 70% mujeres y detectaron que las personas con dos copias de PAV tenían más de dos veces y media más probabilidades de clasificarse entre los que menos (la mitad inferior) consumen verduras. Este gen, eso sí, no influyó en la cantidad de sal, grasa o azúcar que comieron los participantes, algo que les llamó la atención a los científicos, ya que pensaban que iban a “ingerir más azúcar y sal para compensar el sabor amargo de los alimentos, pero no fue así”, concluye.
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