Consumo
¿Por qué cada vez comemos menos carne?
El consumo de ovino cae a dos kilos por persona al año y tomamos menos cerdo que hace una década. ¿Qué está pasando? ¿Moda o salud?
El consumo de ovino cae a dos kilos por persona al año y tomamos menos cerdo que hace una década. ¿Qué está pasando? ¿Moda o salud?
Se come más carne de la que necesitamos desde el punto de vista nutricional, pero mucha menos que hace unos años. Las últimas cifras arrojadas por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación han venido a constatar lo que ya era una realidad en la industria cárnica: el consumo de ovino y caprino ha caído de forma estrepitosa hasta situarse en dos kilos por persona al año. La carne de cerdo, que tanta hambre quitó toda la vida en los entornos rurales, ahora está peor vista: tomamos 10 kilos menos por persona al año que hace una década.
¿Qué está pasando? ¿Moda o salud? El fenómeno se puede abordar desde varias perspectivas, pero desde el punto de vista nutricional, el más importante, no es algo preocupante. Es más, ingerimos más proteínas de las necesarias. Lo asegura Jesús Román, presidente del Comité Científico de Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación. «Un español toma de media el doble de la proteína necesaria. Por ejemplo, si por 50 kilos de peso, deberíamos ingerir 50 gramos diarios, en España, tomamos unos 80 gramos». El experto asegura que, de estos, lo ideal es que la mitad fueran de origen vegetal. Y la mejor forma de aportar esta proteína vegetal es a través de las legumbres y los cereales, pero tampoco es que sean de lo más consumido. La legumbre no tiene muchos adeptos por el tema de los gases y muchos cereales «ahora también se han demonizado por la moda antigluten», sostiene el nutricionista. Y es que, aunque presumamos de variedad de alimentos, la tan cacareada dieta mediterránea no está implantada de forma generalizada en la dieta de un español medio. «Las cifras son cada vez peores. Te vas fuera y ves que un alemán toma más fruta y verdura fresca que un español y no tiene lógica».
No obstante, el experto asegura que esto se debe a corrientes cíclicas en función de las consignas de la Organización Mundial de la salud (OMS). «Ya hubo un descenso del consumo de carne cuando dijeron que era cancerígena; ahora cada dos por tres hay escándalos de maltrato animal , a lo que hay que sumarle la corriente vegana tan en auge últimamente».
Por eso, el descenso del consumo de carne puede atribuirse a varios factores. «Hay un trasvase de unas carnes a otras, del cerdo al pavo y a carnes en general más magras y con menos grasas, por ejemplo. Porque, además de proteínas, también nos sobran grasas en la dieta. Pero eso no quiere decir que se haya dejado de comer carne, sino que se consume de otra manera». Además, hay carnes que van asociadas a temas culturales o a costumbres y éstas se van modificando según la mente del consumidor, según Román. Otro de los factores que afecta al consumo de ciertas carnes en detrimento de otras es el precio y el factor «turismo». «Analizar el consumo del español medio desde el punto de vista de las ventas no es fiable: no sabemos si el que ha comido el filete es un turista holandés o uno de Vallecas».
En cualquier caso, que se consume menos carne es una realidad y afecta a la economía de quienes viven de ello. Según datos de la Asociación Nacional de Industrias de la Carne de España (Anice), la producción fue de 5,03 millones de toneladas en 2017, lo que supone un crecimiento del 1,04% respecto al año anterior. Pero las nuevas modas, las tendencias veganas y las crisis alimenticias acaban afectando al mercado. Así, por ejemplo, tras el informe de la OMS que vinculaba la carne procesada con el desarrollo de cáncer, la venta de fiambres, embutidos y vacuno cayó hasta un 10% en la semana posterior al anuncio.
Pero uno de los principales factores que han hecho descender las ventas de carne es la moda vegetariana y, en general, la moda por cuidar la alimentación. Y es que, como en todo, influyen las creencias que tenemos asociadas a ciertas experiencias. Ocurría, por ejemplo, en la generación de la posguerra. Lo explica Ángela Fuertes, nutricionista holística (esto significa abordar no sólo la parte física sino también emocional de cualquier dolencia: ir a la raíz). «Antes tenían la sensación de que si no tomábamos un primer y segundo plato (el segundo siempre carne o pescado), no estábamos bien nutridos».
Esa forma de «alimentar» tan de abuela aún sigue presente en nuestra sociedad, pero no siempre es sinónimo de buena nutrición. Todo esto ha ido cambiando, según Fuertes, con la incorporación de la mujer al mercado laboral: cada vez tenemos menos tiempo y las cenas son más frugales. «Las generaciones más jóvenes tienen una conciencia más amplia de respeto a los animales y al medio ambiente, hay mucha información actualmente y nos damos cuenta de cómo se cría al ganado que consumimos».
La nutricionista, a pesar de que lleva 22 años siendo vegetariana y está convencida de que esta dieta aporta todo lo que necesita el organismo si se hace de forma consciente, tiene un consejo sencillo para los omnívoros: «Menos cantidad y más calidad en la carne que se consume». Es decir, tomar productos ecológicos, los únicos que nos garantizan que no introduzcamos en el organismo pesticidas ni hormonas o antibióticos. Y es que la carne y el pescado que se consume ahora no es nada saludable, según Fuertes. «La gente cree que se cuida por tomar un filete de pollo a la plancha y a lo mejor está intoxicando a su cuerpo con hormonas porque esos animales los han inflado para que crezcan en un mes en vez de en seis».
La nutricionista asegura que antiguamente la carne era más saludable por la forma en que se criaban, en libertad, no como ahora, con piensos artificiales: «Esa carne no nos va a nutrir». Además, el hecho de no consumir carne de animales que han sufrido no es sólo una cuestión de respeto al medioambiente o de amor a los animales; ese sufrimiento repercute en nuestro organismo al ingerirlo. Porque la experta asegura que «el cortisol, la adrenalina, el estrés que genera el animal en esa situación se queda en su tejido y lo introducimos en nuestro organismo al consumirlo».
Según esta «coach nutricional», cada día tomamos de media una cuchara sopera de varios tóxicos y, al final, esa toxicidad tiene que salir y se acaba manifestando en nuestro cuerpo de distintas formas, como las enfermedades.
A favor: reducción del riesgo de cáncer
La reducción del riesgo de cáncer es el principal beneficio que se obtiene de la menor ingesta de carne. Así lo pone de manifiesto Pilar Riobó, jefa asociada de Endocrinología y Nutrición de la Fundación Jiménez Díaz. «Un informe de la OMS reveló una relación directa entre el consumo excesivo de carne y el cáncer de colon. Por lo tanto, esa reducción es un factor positivo». Pero no es el único: comer menos carne también es sinónimo de pérdida de peso, bajada de la presión arterial, reducción del nivel de colesterol en sangre y disminución del riesgo de padecer diabetes. «Ahora bien», añade la experta, «tampoco es bueno eliminarla totalmente de nuestra dieta porque es una fuente importante de vitaminas. Ahí están, por ejemplo, los vegetarianos que siempre necesitan suplementos de hierro o de B12».
En contra: deficiencias vitamínicas
La dieta española cuenta con un exceso de grasa y proteína, por lo que comer menos carne no supone un «gran perjuicio». Para Riobó, las principales consecuencias de ingerir menos cantidad (si fuese de modo drástico) sería la falta de vitamina B12 o E, pérdida de masa muscular o la ausencia de energía y fuerza. «La dieta mediterránea alarga la vida, pero estamos muy lejos de tenerla generalizada». Por lo tanto, que baje el consumo de carne «no es un drama», pues los españoles toman «más de la que necesitan». En consecuencia, el objetivo ideal sería: bajar la proteína animal y subir la vegetal, pero los datos demuestran que aún estamos lejos de llegar a esos niveles. «Habría que tomar más legumbres y cereales, pero la realidad es que tenemos una dieta desequilibrada y con más grasas de la cuenta».
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