Educación

Potenciar la inteligencia y el talento

La Razón
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Nadie pone en duda que el talento, como aptitud en un área específica, y la inteligencia, como área general, son capacidades que facilitan el éxito personal, económico y social. Los grandes descubrimientos científicos y los modelos que han hecho avanzar a la humanidad son fruto, en gran medida, de estos factores: inteligencia y talento.

Quizás todavía habrá quien piense que son «dones» que la naturaleza otorga a algunos, pero la investigación científica ha dejado ver, cada vez más claro, que su desarrollo depende mucho más de la educación y del entrenamiento.

Pero la pregunta que nos hacemos es: ¿se tiene en cuenta en la educación española la formación y el apoyo a la inteligencia y el talento? Al igual que preparamos atletas, ¿intentamos potenciar mentes superiores?

En primer lugar, podemos decir que tanto a nivel estatal como en la mayoría de las comunidades autónomas hay una legislación que contempla la existencia en las aulas de alumnos con necesidades especiales debido a la alta capacidad o el talento, y también medidas de atención educativas básicas. Las estadísticas nos dicen que el 2% de la población tiene estas características intelectuales. Pero, cuando se desciende a la realidad de las aulas, el panorama es bien distinto y, en algunos casos, llegaríamos a afirmar que «desolador».

Estudios realizados sobre la población española han demostrado que más de un 60% del profesorado, tanto de Enseñanza Primaria como Secundaria, desconoce que exista algún tipo de legislación. Y un porcentaje que oscila entre el 20 y el 30% de los profesores asegura no haber tenido nunca un niño con estas características en sus aulas. Así, es lógico (y realmente preocupante) el dato de que el 40% de los alumnos con capacidades superiores está en situación de rendimiento insuficiente y en algunos casos con fracaso escolar.

Esto se corrobora ya que, analizando los programas de formación universitaria del profesorado, de pedagogos y de psicólogos, vemos que apenas aparecen puntos, y menos todavía asignaturas, que traten estas diferencias.

¿Qué estamos haciendo con el derecho de estos alumnos a que se les atienda y se procure que desarrollen adecuadamente sus capacidades? ¿cuántos beneficios sociales y económicos se están perdiendo junto a sus talentos?

Todavía hay grupos, incluidos no pocos de docentes, que consideran por un igualitarismo social mal entendido, que no se debe atender de forma especial a este alumnado que, además, por sus altas capacidades, «aprenderán solos».

Nos encontramos ante un problema que parte de una inadecuada formación del profesorado, pasa por una falsa imagen social de lo que es la inteligencia y el talento, y está negando el derecho a una educación que atienda adecuadamente a las necesidades de una generación de niños y jóvenes que son el futuro científico, económico y social de un país.