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¿Quién nos va a pagar las pensiones?

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La tendencia decreciente de la natalidad, iniciada en 2009, continúa en caída libre. Y no porque los españoles no quieran tener hijos, sino porque no se ve factible tener el número de descendientes que nos gustaría tener. La falta de flexibilidad laboral y el temor a perder el empleo son algunas de las causas que nos desalientan.

En el primer semestre del año se registraron 210.778 nacimientos, un 6,2 por ciento menos que en el mismo periodo de 2012. El porcentaje se dispara si se compara con el número de natalicios de 2008, año en el que nacieron 518.967 bebés. Así, durante todo 2012 se registraron 454.648 nacimientos, es decir, un 14,1 por ciento menos de nacimientos que en 2008, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Desde ese año, 2008, España vive inmersa en un invierno demográfico del que no sabe o no quiere salir. Prueba de ello es que el descenso de los nacimientos acumula ya una caída del 18,3 por ciento desde 2008. Varios son los motivos: una menor fecundidad, un descenso del número de hijos por mujer y la reducción del número de mujeres en edad fértil.

En este sentido, la tasa de natalidad en 2012 bajó al 9,69 por ciento, frente al 10,1 por ciento de 2011 o al 11,2 por ciento de 2008. También descendió el número de hijos por mujer: sólo 1,32 hijos por mujer, frente a 1,44 en 2008. Puede parecer una caída ligera, sin embargo, el índice de fecundidad resulta crucial para garantizar una pirámide de población estable. Y cada punto cuenta. De hecho, hace décadas que España no consigue 2,1 hijos de media por mujer, considerado el límite para que haya turno de reemplazo.

«Hay que entender que el problema demográfico al que nos enfrentamos –y que tendrá graves consecuencias a medio y largo plazo, si no se corrige la tendencia actual– no se debe a que los españoles no queramos tener hijos, sino a que no consideramos posible tener los hijos que queremos. Todas las encuestas que se han realizado, incluidas las más recientes, señalan que si existiera un mercado laboral con la necesaria flexibilidad para que la decisión de tener un hijo no llevara consigo un perjuicio profesional, económico y social, recuperaríamos la tasa de reemplazo generacional, como sucede en Francia o Suecia. En estos países han entendido que el coste de esas políticas es una verdadera inversión, que ahorra gastos mucho mayores en el futuro», precisan desde The Family Watch.

Opinión que comparten otros expertos, como Jesús Javier Sánchez Barricarte, profesor titular de Demografía de la Universidad Carlos III: «Hay algo por lo que las parejas se desmotivan a tener más hijos y eso es gravísimo económicamente. Porque, aunque a corto plazo las consecuencias de tener un índice de fecundación tan bajo pueden ser positivas ya que las familias tienen mayor renta per cápita al no tener hijos o no tener tanta descendencia, y por tanto pueden comprarse un mejor coche, ir a mejores restaurantes, a largo plazo las consecuencias de estar por debajo de la pirámide de población estable son nefastas». «Y conforme pase el tiempo, ¿quiénes van a sostener el sistema de pensiones?», pregunta retóricamente el experto en Demografía. Algo clave y es que desde 1980 España no llega a ese 2,1 hijos de media por mujer claves para el relevo poblacional.

«Estoy trabajando ahora en un estudio sobre la caída de fecundidad y mi hipótesis es que el actual diseño del Estado de bienestar penaliza enormemente la maternidad y de ahí la caída de fecundidad. No puede ser que gran parte del peso económico de criar un niño recaiga sobre los padres y los beneficios de cuando estos niños se hagan mayores y trabajen recaiga sobre toda la sociedad», afirma. A todo ello hay que sumar la edad media de maternidad, que sube hasta los 31,6 años de media en 2012, frente a los 31,4 de 2011 o los 30,83 años (31,56 españolas y 28,08 años las extranjeras) de 2008, según datos del INE.

Cómo revertir esta tendencia

Varias son las soluciones que aportan éste y otros expertos. Para Ramón Tamames, catedrático de Estructura Económica, si queremos lograr «un turno de reemplazo generacional nos tenemos que llenar de inmigrantes para poder crecer, así como crear políticas como las que ya pusieron hace 30 años Francia y Suecia y no me refiero al absurdo del cheque bebé del Gobierno de Zapatero, sino políticas de verdad como las implantadas en los países citados en el que se den subsidios por hijos, facilidades para tener bebés... De lo contrario, si la tendencia sigue así en 2017 España tendrá un crecimiento negativo de la población». Es decir, más defunciones que nacimientos, ya que se estima que España podría perder 2,6 millones de habitantes, un 5,6 por ciento en los próximos 10 años, debido a que el número de mujeres de entre 15 y 49 años se ha reducido, ya que forman parte de generaciones menos numerosas nacidas durante la crisis de natalidad de los ochenta y primera mitad de los noventa, así como el menor aporte de la inmigración exterior en estos años de crisis económica en los que parte de este colectivo ha retornado a sus países de origen.

Opinión que comparte Barricarte: «La solución es atraer inmigrantes, así como despenalizar la maternidad, porque una mujer por el hecho de ser madre tiene el peligro de no poderse reincorporar al trabajo una vez acabada la baja, también se deberían fomentar los trabajos a tiempo parcial. En Holanda eso funciona bien, por ejemplo».

En este sentido, Ignacio Socías, director general de The Family Watch, precisa que la primera medida para que España mejore su natalidad «es tan sencilla como no poner dificultades para que las familias que quieran tener hijos puedan hacerlo, porque no hay duda de que lo que más ayudaría al mantenimiento del sistema de pensiones es un incremento de la natalidad. La mejor manera de proteger a las familias es evitar cualquier tipo de discriminación. Ahora que por primera vez la población española mayor de 65 ha superado a la de los menores de 16, debemos considerar que eso supone a medio plazo no sólo la inviabilidad económica de las pensiones, sino también la falta de personas que puedan atender a los dependientes, algo que tradicionalmente ha hecho la familia. Sin familia, es mucho más difícil –y, sobre todo, muchísimo más caro– atender esas necesidades». En cuanto a medidas concretas para ayudar a los mayores debido al aumento de la esperanza de vida y al descenso de la natalidad, para Socías la clave estaría en crear «un nuevo diseño del sistema de salud, adaptado a las necesidades de las personas mayores, que permita no sólo atenderles adecuadamente, sino también ayudar a las familias a que puedan hacerlo, como ya sucede en el sistema social francés; la eliminación de cualquier forma de discriminación de nuestros mayores, facilitando que puedan participar en la sociedad y evitando la exclusión no sólo material, sino también afectiva: hay que devolver el reconocimiento y la autoridad que su experiencia y el esfuerzo de toda una vida merecen».

«En definitiva, sin familia no hay desarrollo posible. Potenciar la familia ayuda de hecho tanto a que se puedan cubrir las necesidades de dependencia en el futuro como a que se pueda ayudar a que los jóvenes puedan afrontar la crisis con esperanza de futuro. Por eso, tanto la Unión Europea como la OCDE insisten cada vez más en que lo que se gasta en políticas familiares es una verdadera inversión y un ahorro seguro a medido y largo plazo», concluye Socías.