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«Quiero que le deis un susto a mi marido»

María Josefa contrató a tres sicarios para acabar supuestamente con su esposo, un vendedor de la ONCE. Después de que la extorsionaran, confesó

Dos de los tres detenidos por el caso declararon en los juzgados de Negreira, en La Coruña
Dos de los tres detenidos por el caso declararon en los juzgados de Negreira, en La Coruñalarazon

María Josefa entró en el cuartel de la Guardia Civil sola y nerviosa. «Quiero presentar una denuncia. Me están extorsionando», le explicó con voz temblorosa al agente que la atendió al entrar. Dos investigadores de Policía judicial se sentaron con ella y, después de calmarla, escucharon su relato: «Desde finales de julio y hasta octubre (se refiere a 2014), unos desconocidos no han parado de extorsionarme. Me reclaman más de 50.000 euros. Ya he hecho varias entregas, pero quieren más, ¡siempre quieren más!».

Los guardias, extrañados, le preguntaron a la mujer por qué había pagado y cuál era la grave amenaza que se cernía sobre ella para no haber denunciado el chantaje desde el principio. «A mi marido le dieron una paliza de muerte en julio. Casi lo matan. Me dijeron que no hablase con la Policía y me advirtieron de que, si no pagaba, volverían a por él», afirmó María Josefa.

Salvaje asalto

Los agentes comprobaron que el salvaje asalto se produjo el 7 de julio de 2014. Aquel lunes, unos trabajadores encontraron tirado en el suelo, como si de un fardo se tratase, a un hombre medio muerto. Tenía el rostro cubierto de sangre seca y lleno de golpes, tantos que su cara estaba tan deformada que lo hacían irreconocible. Estaba en la cuneta de una pista forestal cerca de Orto Bergondo, una pequeña localidad de La Coruña. Lo identificaron por el DNI de la cartera, era Francisco A., el marido de María Josefa.

En un principio se pensó que le tendieron una emboscada para robarle. Paco es vendedor de la ONCE y le desaparecieron los cupones y la recaudación del día. Cuando los agentes fueron al hospital a recabar datos para detener a los ladrones, les confesó que no recordaba nada. No había pistas: ni se sabía dónde lo asaltaron, ni a qué hora, ni cuántas personas participaron, ni se encontraron testigos. Ni un hilo del que tirar para avanzar en la investigación.

Entonces no se pudo hacer nada, pero ahora sí. Los agentes de la Guardia Civil solicitaron a la compañía telefónica de María Josefa, previa autorización judicial, el tráfico de llamadas de la mujer. Así podrían localizar a los extorsionadores. La sorpresa fue mayúscula. Al cotejar el registro de las comunicaciones descubrieron que la esposa de Paco y uno de los chantajistas ya mantuvieron contacto más de un mes antes de la agresión que casi le cuesta la vida al pobre hombre. No sólo eso, también localizaron cruces de llamadas días antes del asalto. Desconcertados, convocaron a María Josefa al cuartel de Noia. Las afiladas preguntas de los investigadores provocaron que la mujer acabara confesando.

LA RAZÓN ha tenido acceso a su declaración, que comienza así: «El 26 de marzo fui al poblado de O Sixto, en Carballo. Allí paré a un chico que iba en bicicleta y le pregunté: “Oye, ¿tú conoces a alguien a quien pueda contratar para dar un susto a una persona?”. “Yo mismo”, me respondió». Cambiaron los números de teléfono, se pactó el precio y en los días posteriores se produjo la entrega de dinero: 7.000 euros. «Nos citamos en la cafetería que hay frente a la estación de tren de La Coruña. Vinieron dos personas, el de la bicicleta, que era joven, mal aseado, con barba de varios días, mal vestido, bajo, delgado, con pelo corto y de unos 30 años. Le acompañaba otro alto, delgado y con perilla. Ellos tomaron un zumo de melocotón y yo un café con leche», relató la mujer. Les entregó el sobre disimuladamente, como en las películas. Los dos hombres, antes de irse sin abonar la consumición, siguieron el mismo patrón: «Ya tendrás noticias nuestras». Sólo les faltó el sombrero y el abrigo negro.

«El 6 de julio me llamó el joven de la bicicleta. Me dijo que me reuniera con él y con un tal José y que llevara 3.000 euros más. Fui donde me dijeron. Estaban allí el de la bici y otro que tenía un defecto en los dedos de la mano, como si se los hubieran cortado. Me dieron un frasco con un líquido y el de los muñones me dijo: “Échaselo mañana a tu marido en el café. Así lograremos que le entre el sueño”», confesó la mujer.

Al día siguiente, María Josefa siguió sus rutinas. Se levantó y ordeñó el ganado. Con las manos todavía sucias de las ubres de las vacas puso tres gotas del líquido en el café de su esposo y se lo llevó a la mesa. Minutos después, los dos se montaron en el coche y fueron a trabajar. Paco no paraba de bostezar. No entendía por qué se iba durmiendo si se acaba de levantar, pero no sospechó nada. Por prudencia paró el vehículo en el arcén y pidió a su mujer que condujera ella. «Cuando se durmió, llamé al de los dedos cortados para que me dijera qué hacer. Me ordenó que fuera hasta Cambre. Aparqué y aparecieron tres jóvenes en un coche negro. Eran el de los dedos, el de la bicicleta y otro que no conocía. Se llevaron a mi marido en su vehículo y yo me fui a trabajar. Lo siguiente que supe fue cuando me llamó mi madre para decirme: «Tu marido está en el hospital». Intenté contactar con ellos para advertirlos de que los iba a denunciar porque yo sólo les encargué un “susto” y no habían cumplido lo pactado», protestó indignada en referencia a que se habían pasado con la violencia.

Al final fueron ellos, los sicarios, los que comenzaron a extorsionar a María Josefa, según su versión: «Averiguaron que tenía un hijo y me dijeron que si no les daba más dinero irían a por él. Así que pagué unos 70.000 euros, unas veces delante del Corte Inglés, otras en la estación de autobuses», declaró a los agentes. La justificación final no engañó a los investigadores de la Guardia Civil, que están convencidos de que el «susto», en realidad, fue un encargo: asesinar a su marido.

Ella alega malos tratos, el marido lo desmiente

La mujer de Francisco y dos de los tres sicarios detenidos por la Guardia Civil duermen desde la pasada semana en prisión. Tras pasar a disposición judicial, la magistrada encargada del caso los puso entre rejas. Les imputa asesinato en grado de tentativa. El tercer detenido quedó en libertad, pero debe comparecer en los juzgados cada quince días. Según la versión de María Josefa, ella encargó que dieran un susto a su marido, cansada de los malos tratos a los que la sometía, algo que desmiente rotundamente el vendedor de la ONCE.