Telefonía
Los expertos advierten del aumento de personas electrohipersensibles
El número de personas con síntomas no específicos como dolor de cabeza, trastornos del sueño, nerviosismo, dificultades para concentrarse o problemas cutáneos, que se declaran convencidas de que los campos electromagnéticos ambientales son la causa de sus problemas, está creciendo de forma imparable.
De hecho, los médicos generalistas están ya "familiarizados"con este tipo de "autodiagnóstico", ha reconocido Alejandro Úbeda, jefe del Servicio de Investigación de Bioelectromagnética del Hospital Universitario Ramón y Cajal, en declaraciones a Efe.
Se trata de una respuesta del organismo a la exposición crónica a las radiaciones de la telefonía móvil, el wifi y las ondas electromagnéticos, generadas por las nuevas tecnologías.
Úbeda ha confesado que las limitaciones en el conocimiento de una dolencia "severa, discapacitante y en clara expansión", como es la electrohipersensibildad (EHS), vienen dando origen a gastos sanitarios "significativos"y a cargas sociales "crecientes".
El investigador Raúl de la Rosa, perito judicial en los casos más relevantes por daños en la salud de personas expuestas a campos electromagnéticos, ha dicho a Efe que la epidemiología muestra que paralelamente al aumento de las emisiones se ha elevado significativamente el número de personas electrohipersensibles.
Según las últimas estimaciones realizadas en Suecia, que admite esta enfermedad como causa de invalidez laboral -en España se han dado algunos casos-, el número de afectados se ha elevado en apenas unos años hasta el 5 % de la población europea.
"De seguir esta progresión, en pocos años toda la población será sensible en mayor o menor medida a la exposición a radiaciones electromagnéticas", ha aventurado.
Sin embargo, Úbeda ha aclarado que este trastorno no tiene un diagnóstico aceptado por la mayoría de los clínicos, ni existen tests médicos o marcadores biológicos universalmente reconocidos que permitan confirmar lo que describen los pacientes.
Así las cosas, no es de extrañar que la propia Organización Mundial de la Salud considere que la problemática no está resuelta y pida que se realicen más estudios y mejor enfocados.
Al igual ocurre con su posible influencia en el desarrollo de enfermedades oncológicas, si bien desde 2011 la OMS califica las radiofrecuencias como "agentes posiblemente cancerígenos".
Estas carencias, a juicio del experto, sólo pueden resolverse mediante una ampliación de los esfuerzos en prevención, información e investigación médica y biomédica.
De la Rosa, que ha actualizado con estas nuevas amenazas para la salud su obra "Medicina del hábitat. Geobiología", suscribe que esta "pandemia"podría atajarse con un cambio de tecnologías por otras más eficaces y que protegen la salud y el medioambiente.
Tras revisar más de 1.500 estudios, el informe internacional Bio-Iniciativa sobre campos electromagnéticos advierte de que pueden dañar el ADN de las células en niveles muy bajos de exposición, llevándolas a producir proteínas de estrés, a causar reacciones inflamatorias y alérgicas, y a cambiar las funciones inmunes.
El jefe del Servicio de Investigación de Bioelectromagnética del Ramón y Cajal ha apuntado que, si se llegase a la conclusión de que la EHS no puede ser confirmada simplemente preguntando a los afectados cuáles son sus sensaciones, sería necesario abordar el tema recurriendo a otro enfoque con nuevos métodos de investigación.
Y como cada día resulta más patente que en esta materia la epidemiología o los estudios en animales no son capaces de proporcionar datos objetivos, el científico apuesta por acudir a análisis a nivel celular/molecular que sí han arrojado resultados.
Una de estas investigaciones, a la que ha hecho referencia, revela que una elevada proporción de pacientes de EHS presentaba signos bioquímicos de disfunción tiroidea y/o hepática y de procesos inflamatorios crónicos potencialmente causantes de, al menos, parte de los síntomas.
Mientras tanto, De la Rosa opina que habría que establecer medidas de protección para las personas más sensibilizadas, incluyendo zonas libres de campos electromagnéticos.
En cualquier caso, ambos expertos consideran que los profesionales y las autoridades sanitarias no pueden hacer oídos sordos al sufrimiento de quienes, en número creciente, se autodeclaran sensibles a las ondas
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