Médicos

Placebos: ¿cura o engaño?

El 97% de los médicos británicos los ha recetado. En España cuentan tanto con detractores como con defensores

Placebos: ¿cura o engaño?
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En el «Cármides», diálogo que sostenían Platón y Aristóteles, el primero sostenía que un remedio terapéutico sólo podía ser eficaz si antes de administrárselo al paciente éste era sometido a un «ensalmo»; es decir, a un discurso persuasivo que hiciera más efectivo dicho tratamiento. Posiblemente, aquella fue la primera definición de un efecto placebo. Y la discusión acerca de su conveniencia y efectividad se ha extendido a nuestros días. Un estudio elaborado por investigadores de las Universidades de Oxford y Southampton, publicado esta semana en «PLoS One», revelaba una estadística sorprendente: un 97% de los médicos del Reino Unido reconoce haber dado al menos en una ocasión algún tipo de placebo a sus pacientes, bien por iniciativa propia, bien para tranquilizarles. En total, 783 médicos de atención primaria respondieron al cuestionario.

En líneas generales, esta práctica se realizó a través de dos vías: los placebos «puros» –tratamientos como pastillas de azúcar, reconocidos por el 12% de los encuestados, o inyecciones salinas– e «impuros» –utilizar tratamientos no demostrados, como un antibiótico en una infección viral o realizar análisis de sangre sólo para tranquilizar al paciente–. En ambos casos, se trata de aplicar métodos no indicados y que sólo inciden en la tranquilidad del paciente. «Potencialmente, el placebo puede ayudar a la gente si se usa con ética; pero también puede generar costos si se usa inapropiadamente», afirmó Jeremy Howick, de la Universidad de Oxford. Mientras, George Lewith, de la Universidad de Southampton, considera que «el estigma que acompaña al uso del placebo es irracional, y se deberían hacer más investigaciones para desarrollar placebos éticos y rentables». En el Reino Unido, el Consejo Médico General no cuenta con regulación al respecto. Sólo lanzan un consejo a los médicos: que sean honestos con sus pacientes y les expliquen lo que les están recetando.

Sistemas diferentes

«Cada país tiene su propio sistema sanitario. Y el británico es muy distinto del español», explica el doctor Julio Zarco. «El médico de atención primaria en el Reino Unido tiene una potestad total sobre el paciente, le deriva al hospital que él decide... Nada que ver con España», añade. Dicho esto, la cifras que arrojan el estudio de «PLoS One» son «excesivamente altas». Por ello, al menos en lo que se refiere a España, Zarco considera que «la práctica es anecdótica y puntual». Y, en todo caso, «puede darse más a nivel hospitalario; lo que quiere el médico de atención primaria es resolver el problema del paciente cuanto antes». Por su parte, Vicente Gasull, médico de familia y coordinador del centro de salud Torrent II (Valencia), considera que «no es ético». «Dar un placebo a un paciente sin su conocimiento es engañarlo», afirma.

Pero, ¿puede un placebo surtir efecto? Jesús Honorato, catedrático de Farmacología de la Universidad de Navarra, explicaba en un ensayo sus propiedades: pueden disminuir la ansiedad, un factor que llega a «incrementar la sintomatología de cualquier tipo de enfermo»; tienen efectos positivos si el paciente los asocia a anteriores tratamientos que dieron buenos resultados; aumenta la expectativa del enfermo ante el «posible alivio del dolor»; por último, las respuestas al placebo están mediadas por una liberación endógena de opioides en el sistema nervioso central, explicando así la sensación de bienestar.

«No hay que escandalizarse»

«En mi opinión, conviene utilizar los placebos en algunos casos», explica Honorato a LA RAZÓN. No en vano, añade, «hay enfermedades que responden a placebos». Así, un ejemplo muy claro sería el de la hipertensión arterial en niveles leves y medios.

«Está comprobado que muchos pacientes, en torno a un 30%, responden a este tratamiento», asegura. Y también se han comprobado los efectos beneficiosos en casos de ansiedad e insomnio. Eso sí, «nunca deben administrarse en enfermedades graves» o en otras, como la neumonía, donde se da una infección. En definitiva, «tienen sus pros y sus contras. Y no hay que escandalizarse por su uso».

Pero, ¿qué hace un médico cuando un paciente presenta dolencias que no tienen explicación a nivel orgánico? Se trata de un perfil en el que pueden percibirse alteraciones psicopatológicas. De hecho, según la investigación, un 55 de los facultativos reconocía haber recetado placebos puros para «inducir posibles efectos de los tratamientos psicológicos»; el 33% lo hizo simplemente para «calmar al paciente», y el 31% lo llevó a cabo para tratar dolencias «no específicas». «No se trata ya de ansiedad, sino de que un paciente presente trastornos del desarrollo de personalidad. Ahí se entra ya en la esfera de la psiquiatría. Y si seguimos una buena praxis, los médicos debemos indicar en qué esfera hay que tratar a la persona».

Otra cuestión es la de los ensayos clínicos de los medicamentos, perfectamente regulados y muy rigurosos. Como explica Zarco, la utilización del placebo en estos casos «está regulada normativamente dentro de marcos de investigación y vigilado por comisiones deontológicas y éticas» de las instituciones investigadoras. Así, dentro de la segunda fase del ensayo, y para testar la efectividad de un fármaco, se compara sus efectos con los del placebo. En ocasiones dentro de la modalidad conocida como «doble ciego»: tanto el paciente como el propio médico ignoran cuál es cuál, por lo que los resultados sólo se revelan al final de la fase.

Según el estudio, un 66% de los facultativos considera que el placebo puro es éticamente aceptable bajo ciertas circunstancias, porcentaje que aumenta al 84% en el caso del placebo impuro. Con todo, nueve de cada diez rechazan su uso si implica dañar la confianza médico-paciente, mientras que el 80% jamás lo haría si con ello se engaña al enfermo. «Es más eficaz la interacción del profesional con el individuo. El componente emocional del profesional con el paciente es muy importante», sentencia Zarco.

HOMEOPATÍA, UNA FALSA PANACEA

No son pocos los médicos que aconsejan el uso de medicamentos que se distinguen por contener una dosis infinitesimal de un principio activo, y que formarían parte de la disciplina conocida como homeopatía. Un estudio elaborado por el Ministerio de Sanidad a finales de 2011, y en el que participó el Instituto de Salud Carlos III, concluyó que su principal efecto responde al placebo. Los científicos indagaron sobre sus efectos sobre la gripe, el cáncer, el asma y la depresión, así como sus propiedades para aliviar los efectos adversos de la quimioterapia. Si bien determinaron que su uso era «seguro» –debido a que los medicamentos se preparan en disoluciones muy altas en agua–, también afirmaron que los resultados eran «muy contradictorios», apuntando directamente al «efecto placebo».