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«Si la Justicia no protege a la gente, la gente hace su justicia»

Los vecinos de Estepa (Sevilla) denuncian el «saqueo» que han sufrido y señalan la «impunidad» de «Los Chorizos» como detonante del estallido social

Una de las viviendas quemadas en la barriadas de los poetas de la localidad sevillana de Estepa despues de los incidentes ocurridos ayer
Una de las viviendas quemadas en la barriadas de los poetas de la localidad sevillana de Estepa despues de los incidentes ocurridos ayerlarazon

«Si la Justicia no protege a la gente honrada, la gente honrada hace su justicia», ataja Josefa, vestida de un riguroso luto y vecina del barrio estepeño de Los Poetas. La frase parece haber brotado de lo más ancestral del homo sapiens, pero ha sido pronunciada por una anciana que hace uso de eso que algunos llaman sentido común. El recodo de una escalinata de la calle Federico García Lorca, vía que fue escenario el sábado del asalto y quema de una vivienda donde residía parte del clan de «Los Chorizos», sirve de asiento a varios vecinos que departen a la hora de la sobremesa. Hoy han cambiado el rigor de la siesta dominical por una improvisada cumbre vecinal. El resultado, la crónica de los sucesos ocurridos en Estepa. Al borbotón de hurtos detectados desde hace meses en vehículos, viviendas y comercios del pueblo, explica Javier, integrante de este corro improvisado a la sombra de un álamo, le ha continuado la desaparación de parte del cableado público. La zona monumental del pueblo manifiesta menos monumentalidad a oscuras. «Esto es un saqueo», concluye Javier, hablando no sin cierto recelo. «Aquí nos conocemos todos y sabemos quién hace las trastadas», remata. La casa de los supuestos ladrones, combustible de las llamas de una parte de la población de la Sierra Sur sevillana, se encuentra a unos pasos de la reunión deliberativa de vecinos. Se oyen ladridos lúdicos. Una jauría de perros parece mantener el coloquio exacto justo antes de dirigirse a las inmediaciones de los restos de una casa próxima. Es aquí. Precintada por la Guardia Civil y vigilada por la Policía Local, la vivienda de «Los Chorizos», vacía, desprende hollín y un extraño olor a comida quemada. Quizá resultaría demasiada coincidencia adivinar que el olor de la casa bien podría asemejarse al de una parrillada que el cocinero hubiera descuidado. «Es lo que ocurre cuando el ciudadano percibe dejadez de los poderes, impunidad de parte de quien está en la obligación de castigar a los malhechores», declara cauto Miguel, quien no pretende justificar nada de lo ocurrido. Pese a que es consciente de la inseguridad ciudadana, este joven graduado en Empresariales afirma que no participó de los hechos. Es domingo. Verano. Estepa está en calma, aunque siga convocada otra concentración para terminar este fin de semana de ira y fuego.

¿Y qué habría ocurrido si, en lugar del cableado del alumbrado público, hubiesen desaparecido las instalaciones de las fábricas de mantecados, motor económico del municipio? Las autoridades tratan de calmar los ánimos. El alcalde insta a los ciudadanos a denunciar los hurtos. «Mi vecino entró en una de las casas y se apropió de un juego de cuchillos que le había sido sustraído no hace más de un mes», sostiene Marta, una madre de familia que teme que Estepa se convierta en un foco de delincuencia. Y de revanchas. Ojo por ojo, cuchillo por cuchillo. En la plaza del ayuntamiento sestean dos jubilados. «Este tipo de gente viene porque sabe que encuentra todas las facilidades», desliza entre comentarios vagos y vacilantes. Es innecesario que mencionen nombres o instituciones. De soslayo, sólo tangencialmente, aluden a las viviendas de protección oficial donde habitaban las familias de esta familia a quien gran parte de los vecinos atribuye la autoría de la avalancha de robos. «¿Y quién le da esas casas?», pregunta retóricamente uno de los interlocutores. En estos pueblos de la Andalucía profunda, el Leviatán tiene finos oídos de ballena. El poder político es omnímodo y se transmuta con magia divina. Aquí oyen hasta los cipreses y todo lo que se dice es regurgitado por el aparato digestivo de la Junta de Andalucía, dueña omnímoda de gentes, bienes y reputaciones.

La gente está harta. Es el clamor de los estepeños. Harta de todo. Hay quien deja caer el listado de agravios de la pertinaz crisis: razón, las clases medias. La huida de los supuestos ladrones a una localidad vecina y el posterior operativo de la Guardia Civil parecen suficientes para evitar el temido linchamiento. Al menos por ahora. Paro, robos, xenofobia, pobreza paulatina, corrupción, hastío de los ciudadanos... Un cóctel de nitroglicerina que sería papilla para bebés comparado con lo que se cuece en localidades como Estepa. «Quien le roba a un ladrón tiene cien años de perdón», sentencia Josefa con la voz de la especie. «¿Pero a qué ladrones te refieres, abuela?», replica el único chiquillo del corro de vecinos.

Del lado de los vecinos y de la Ley

Situado en la Sierra Sur de la provincia de Sevilla, Estepa es un municipio que vive de la bonanza proporcionada por la industria de los dulces navideños y de las cooperativas olivareras. Podría decirse que es un pueblo no marcado en el mapa de los gobiernos como conflictivo. Hasta hoy nadie lo habría señalado como localidad con indicio de estallido social. Pero la Sociología no es exacta como las Matemáticas. El polvorón lo tienen los políticos, según muchos ciudadanos. Estos municipios son visitados por ciudadanos de toda clase y condición llamados como El Dorado, pero para ganarse la vida. También vale ganársela como sea. Y se acepta. Son las cosas del buenismo. El Ayuntamiento de Estepa ha estado gobernado por el PSOE desde 1979 hasta las anteriores elecciones. Mucho tuvo que ver, defienden los estepeños, la presunta implicación en un caso de corrupción del alcalde socialista saliente, Jesús Rodríguez. La alternativa real en 2011 fue el Partido Andalucista. El actual alcalde, también imputado por otro caso, pide prudencia. Lo natural: «El Ayuntamiento está del lado de los vecinos, pero también de la ley».