Asuntos sociales
Sohila, Elma y Amelia, por los derechos de las niñas
La ONG Plan International España invita a tres menores de Egipto, Bangladesh y Guatemala a que expongan la realidad que viven las menores en sus respectivos países
La ONG Plan International España invita a tres menores de Egipto, Bangladesh y Guatemala a que expongan la realidad que viven las menores en sus respectivos países
A Sohila la encanta cantar, actuar, y –¿por qué no?– le chiflaría participar en «The Voice». Pero su primer sueño es ser doctora, incluso tener su propio hospital para atender a aquellas chicas que no pueden permitírselo. Amelia concreta menos, pero tiene claro que quiere ser trabajadora social, y cambiar la vida de las niñas de su país para que gocen de un futuro mejor. Por último, Elma quiere dedicarse a la política, porque eso le permitiría hacer leyes que mejoren el medioambiente. En todo caso, estas tres menores son ya unas activistas de pleno derecho. Todas ellas han salido por primera vez de su país invitadas por la ONG Plan International España, que, con motivo del Día Internacional de la Niña, el próximo 11 de octubre, ha presentado en el Congreso de los Diputados el movimiento #Girl4President. ¿El motivo? Denunciar situaciones de desigualdad que padecen las menores –acceso a la educación secundaria gratuita, por ejemplo– pero también los frecuentes casos de violencia, como los provocados por la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil forzoso y el embarazo adolescente. Dramas que Sohila, Amelia y Elma han vivido, en algunos casos, muy de cerca. Durante estos días, las tres adolescentes, colaboradoras de Plan en sus respectivos hogares, quieren dar fe en nuestro país de la realidad, de todo lo que han visto y oído en sus escasos años de vida, y con toda su crudeza si es necesario. ¿Su objetivo? Ser portavoces de aquellas niñas que no tienen voz, y que jamás serán escuchadas. Lo cierto es que, al oirlas hablar, parecen más nerviosas por el hecho de coger un avión por primera vez –en algunos casos han llegado hasta las 24 horas de viaje– que por denunciar una serie de abusos que les ha costado la vida también a amigas y familiares. No en vano, si alguien puede cambiar el mundo, son jóvenes valientes como ellas.
Sin una parte de tu cuerpo
Sohila tiene ahora 15 años y vive en Egipto. Cuando su familia le dijo que venía a Madrid, sólo le dio un consejo: «¡Nunca salgas por la calle sola!». Y ella obedece. Porque sabe que su familia siempre va a desear lo mejor para ella. Sohila ha viajado a España para denunciar la mutilación genital femenina. «Es un problema serio. La gente cree que es impropio si no se le practica la mutilación a las niñas y mantienen una relación sexual antes del matrimonio. Es un error: si quieres proteger a tu hija, tienes que educarla, darle una ética, no cortarle una parte de su cuerpo», dice. Ella misma lo sabe. «Estuve a punto de sufrirlo, pero cuando entré en Plan como voluntaria, mi madre aprendió lo doloroso que podría ser. No me lo hizo ni a mí ni a mis hermanas. Tomó una decisión valiente». Sohila conoce a niñas, demasiadas niñas, que no tuvieron tanta suerte. Es el caso de Budur, de 12 años, que murió desangrada. También está el caso de Karima, que corrió la misma mala suerte. Una amiga suya, de 10 años, sobrevivió a la práctica. Pero ahora está traumatizada. «No quiere salir con su madre de casa. No se siente segura si lo hace», relata. Y tampoco olvida los casos de matrimonio forzoso, tristemente frecuentes. Su vida dio un vuelco cuando entró en una serie de programas como «Esma3oona» –«Escúchanos»– y «Aflatoun». Y es que, hasta entonces, y como la inmensa mayoría de jóvenes de su país, aceptaba los estereotipos de género.
«Es complicado ser niña en mi país», reconoce Amelia Susana Cruz. Con apenas cinco años, su madre falleció. Vive en la comunidad de Los Izotes (Guatemala). Es la mayor de siete hermanos, y, de alguna forma, también se ha ocupado de ellos. Su padre siempre le ha apoyado para luchar por sus oportunidades. Pero no todas sus amigas han tenido esa suerte. «A muchas chicas no se les permite un nivel de estudios elevado. Somos pocas las que podemos estudiar e incluso hablar. No se nos permite. Y la situación económica y la violencia agravan la situación», asegura.
Sin salir de casa
¿Ejemplos? «Hay muchas niñas que ni siquiera acaban la educación Primaria. Los mismos padres les dicen que sólo sirven para los quehaceres de la casa, que sólo sirven para barrer, para hacer tortillas... Sólo pueden estar en casa. Ni siquiera les permiten salir para poder hablar con sus amigas». Amelia quiere denunciar concretamente los embarazos adolescentes. Un drama frecuente en su comunidad. Y es que el problema no es tanto el parto en sí, ni siquiera el poder cuidar a la criatura. El drama viene por lo que podríamos llamar «daños colaterales».
«Tengo amigas y familiares que lo han sufrido... Una de mis amigas dejó los estudios a causa de un embarazo. Ahora, simplemente se dedica a las tareas de casa y a atender a su esposo. Cuando estudiaba, sufría violencia en su hogar. Y ella pensaba que si se iba con su novio podría cambiar la situación, recibir todo el amor que nunca había recibido», relata. La realidad fue más cruda. «Ese amor no llegó, su novio violentó sus derechos. Ya no puede estudiar». Y así, «muchos otros casos de embarazos adolescentes. Algunas incluso llegan a quitarse la vida, el bebé sufre malformaciones, padecen enfermedades físicas y psicológicas». Con valentía, ha expuesto ante las autoridades guatemaltecas la lúgubre realidad por la que pasan chicas como ellas.
Por su parte, Elma, de Bangladesh, comenzó a participar en las actividades de Plan International cuando apenas tenía 11 años. Se ha formado en derechos de infancia, género, habilidades de vida y educación... Colabora en radios locales, imparte conferencias... Un CV envidiable que ya preludia su futura profesión: política. Pero ha venido a Madrid para hablar de una situación muy concreta: el matrimonio infantil forzado. «Muchas niñas abandonan la escuela para casarse y tener muchos hijos. Y cada vez más hijos. Se quedan deprimidas, sufren el tráfico de personas...».
Sin estudios
Se trata de un drama que ha visto con demasiada frecuencia. «Una de mis amigas dejó el colegio para vivir con su marido. Después, la familia política consideró que no estaba siendo una buena esposa, y tuvo que abandonar la casa del marido e irse a otra ciudad. Se puso a trabajar en una fábrica. Y ella lo pensó: ‘‘Si hubiera progresado en mis estudios, podría haber trabajado de otra cosa’’».
No en vano, la falta de acceso a la educación ha sido una de las preocupaciones que más han incentivado la carrera de Elma. Nunca ha dejado de involucrarse en tareas de sensibilización. De hecho, en el programa de radio en el que colabora intenta sensibilizar a la gente sobre el matrimonio forzado entre niños, así como sobre la educación y las labores de higiene necesarias para la infancia. Pero tiene claro que los adolescentes, solos, no pueden cambiar el panorama; los padres deben saber escuchar. De ahí que esté involucrada en un Grupo de Trabajo para que tanto niños como niñas sepan tratar asuntos tan delicados como estos en compañía de sus progenitores.
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