Internet
La contaminación invisible del wifi
¿Qué hay de cierto en el daño que provocan las radiaciones de móviles? Distintos estudios no han logrado probar su peligrosidad
¿Qué hay de cierto en el daño que provocan las radiaciones de móviles? Distintos estudios no han logrado probar su peligrosidad
Aprincipios de semana, la cuenta oficial de Twitter de la Policía Nacional alcanzaba los más de 700 retuits publicando el siguiente consejo: «Posible causa de tu insomnio= móvil en la mesilla. La contaminación invisible de móviles y wifi puede dejarte en vela!! #DESENGÁNCHATE». Lo grave no es que la Policía de consejos médicos, sino que publique una advertencia sin dar ninguna fuente científica que la sustente.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó, en 1996, una investigación multidisciplinar. Desde entonces ha estado observando los más de 25.000 estudios científicos que se han publicado y no ha encontrado evidencia que «confirme la existencia de ninguna consecuencia en la salud relacionada a la exposición de radiación de baja frecuencia».
Pero ¿qué es la radiación?
Aquí vale la pena comenzar con una explicación. La radiación es, básicamente, la propagación de energía en forma de ondas electromagnéticas o partículas subatómicas. Esa energía viaja a través de las ondas electromagnéticas. Estas ondas pueden ser los rayos X, la luz, el calor radiado, la televisión, la luz y la radiación de las routers Wifi. Cada vez que escuchamos la palabra «radiación» se activan las alarmas del interruptor Chernóbil: inmediatamente la relacionamos con mutaciones, Hulks, explosiones nucleares y sustancias venenosas. Pero existen dos clases de radiaciones, la ionizantes y las no ionizantes. Los reactores nucleares los rayos X son ejemplos de radiación ionizante, una que tiene la energía suficiente para penetrar en nuestras células y alterar el ADN y producir tumores.
La no ionizante, por su parte, es la presente en los routers wifi, el bluetooth y los monitores de audio y vídeo para bebés. Su potencia es demasiado baja como para penetrar en la piel. A menos que exista una sobreexposición, como ocurre con la radiación solar. Pero comparar el sol con la red wifi sería equiparar la potencia de una luciérnaga... con el sol. Para situarnos en cifras, la OMS señala que, pese a operar en la misma radiofrecuencia (2.4GHz), el wifi tiene una potencia 100.000 veces menor que el microondas.
De hecho, las ondas de radio siguen la ley física del cuadrado inverso (al igual que la luz, el sonido y la gravedad): cuando duplicamos la distancia a la fuente, apenas nos llega un cuarto de la energía. Por eso nos acercamos al router para «tener mejor señal». Y aún así, la intensidad es tan baja que se podría equiparar a la producida por la radiación cósmica de fondo (el eco del Big Bang), ambas de una longitud de onda de 12 centímetros. Por lo tanto, si tenemos miedo de la radiación wifi, tampoco salgamos a la calle.
¿Cuáles son los efectos denunciados?
El primero de ellos y del que alerta la Policía en su cuenta de Twitter es el insomnio. De acuerdo con estudios realizados por la Agencia de Protección Sanitaria del Reino Unido (HPA por sus silas en inglés), utilizar un teléfono móvil 20 minutos genera más radiación que un router wifi en un año. Y aún así, sigue siendo una dosis muy baja. Otro efecto es el cáncer, pero ya hemos visto, pese a lo que digan estudios como el Informe Bioinitiative, que esto es imposible. ¿Por qué hay que creerle a una investigación del HPA o la OMS y la Bioinitiative no? Existen tres condiciones básicas para que un estudio científico se considere serio. Primero: sus resultados deben poder ser repetidos por otros científicos. Algo que no ocurre con los de Bioinitiative, según denuncian diferentes organismos oficiales europeos.
Segundo: debe ser sometido a la revisión por pares, es decir, otros científicos deben evaluar los métodos utilizados para llegar a las conclusiones propuestas. Tampoco ocurre con el Informe Bioinitiative.
Y finalmente, no deben existir conflictos de interés entre los investigadores y el objeto de estudio. Todo trabajo científico serio tiene un apartado en el que se menciona si los científicos o el personal implicado tiene alguna relación que podría considerarse de interés. En el reciente «Carne-gate», por ejemplo, se dejaba constancia que seis de los nueve observadores pertenecían a la industria cárnica. El caso más cercano, en este sentido, es el de una compañía de seguros austriaca que elevó un informe al Gobierno del país sobre el peligro de las radiaciones no ionizantes declarando que «las aseguradoras no realizan pólizas de seguro sobre terminales móviles pese al gran riesgo para la salud que presentan». El interés está planteado desde el prólogo.
Otros riesgos
Problemas en el desarrollo o malformación del feto. A esto, la OMS responde que se detectaron casos muy aislados de estos efectos y sólo en madres que trabajaban en la industria electrónica y que estaban expuestas a dosis mayores de las recomendadas. Así, el problema no es del wifi, si no de la empresa que no cumple una normativa de seguridad. Algunos señalan daño en los ojos, como cataratas, provocadas por la radiación. Si tenemos en cuenta que la cantidad emitida por un router wifi es tan baja, que se han realizado estudios en animales y que los dispositivos no generan tanto calor como para afectar la visión, la conclusión de la OMS es que tampoco está fundamentado.
Se ha denunciado también la posibilidad de que esta «contaminación invisible» provoque depresión. Pero, como declaran todos los estudios relacionados, se trata de depresión relacionada al insomnio... Por lo tanto, si no provoca insomnio, difícilmente sea la causa de la depresión.
Finalmente, tres años atrás, apareció en una revista de prestigio un estudio que señala la posibilidad de que el uso de ordenadores colocados directamente sobre las piernas puede reducir la movilidad del esperma e inducir a la fragmentación del ADN. Es cierto y esto sirvió para disparar las alarmas y apoyar acciones y reacciones contra la maligna radiación. Pero basta leer el estudio para comenzar a dudar. Los análisis se realizaron en 29 voluntarios, un universo muy pequeño para extrapolarlo a toda la población. Y, más importante aún, no se llevó a cabo en ellos, sino en su esperma: éste se colocaba cerca de un ordenador portátil con conexión wifi durante 4 horas. Los autores señalan que sería necesario hacer nuevos estudios y más directos (ejem) para sustentar las afirmaciones.
Visto todo esto, la forma más probable de resultar dañado por un router es que nos lo tiren por la cabeza. Lo bueno es que así desaparece el insomnio.
✕
Accede a tu cuenta para comentar