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Tensión entre los padres de Asunta en la antesala del juicio
Alfonso Basterra llegó esposado. Fue el último en entrar en la sala. Su ex mujer aguardaba sentada en el banquillo de los acusados. No movió un músculo, ni siquiera giró la cabeza para mirarlo. Él se acercó y trató de darle un beso en la mejilla, pero Rosario retiró la cara. El policía que custodiaba a Alfonso lo agarró y le obligó a sentarse en el extremo opuesto al de su ex, que seguía despreciando cruzar con él ni un gesto de complicidad, ni media sonrisa. Alfonso, herido públicamente en su orgullo masculino, pagó el desaire de Rosario con el pobre agente. Se encaró con él y con la mirada cargada de odio le dijo en voz alta: «¡No me toques!». Lo escucharon todos. El policía no entró al trapo. Sí lo hizo el juez Vázquez Taín: «Señor Basterra si usted hubiera pedido permiso y doña Rosario hubiera aceptado, yo mismo hubiera autorizado el acercamiento, pero no de esta forma. Así que permanezca sentado y en silencio».
Lejos queda aquella conversación que los padres de Asunta sostuvieron en las celdas del Cuartel de la Guardia Civil de La Coruña cuando fueron detenidos. Por entonces, Alfonso llamaba a su ex mujer «lentejita». Ella, más distante, reconocía que le había hecho daño: «He sido buena hija, he sido buena madre, contigo me he portado mal, pero...». Desde entonces no han vuelto a hablar, aunque sí han logrado cruzarse algunas cartas furtivas sin autorización ni control de la dirección del centro. En esas misivas, Alfonso se muestra desolado, pero fuerte: «A diario pienso en ti y en la niña, y no puedo reprimir las lágrimas; me duelen los ojos de tanto llorar, pero no te preocupes sigo entero y así estaré mientras dure esta pesadilla... Cuídate mucho mi vida, sé fuerte y aguanta porque la verdad triunfará. Además, piensa que Asunta está de nuestro lado... Te quiero deditos, eres mi vida y lo serás el resto de mis días». Por su parte, Rosario era menos cariñosa, pero respondía a las cartas con cierto afecto: «Alf no te escribo más porque me da miedo que intercepten estos escritos. Pídele a tu padre que se calle, que no hable con los medios. Yo lo pago si hace falta, pero que no alimente a los buitres».
¿Qué ha ocurrido para que la relación se enfríe así? Todo apunta a que la razón del desapego se encuentra en la defensa que cada uno de ellos ha planteado para librase de la condena. Mientras José Luis Gutiérrez Aranguren, letrado de Porto, simplemente ha negado la acusación de asesinato, Belén Hospido, la abogada de Basterra, ha escurrido cualquier tipo de responsabilidad de la muerte de Asunta y se la ha trasladado en exclusiva a Rosario.
Alfonso, en el escrito de defensa, reconoce que compró Orfidal, pero que «entregaba las cajas de las medicinas a la Sra. Porto inmediatamente después de comprarlas, siendo ésta quien las guardaba y administraba en su propio domicilio». Para a continuación negar: «El Sr. Basterra jamás administró Orfidal o cualquier otro medicamento que contuviese lorazepam a su hija. Tampoco tuvo conocimiento de que ésta lo tomase o alguien se lo hubiese suministrado hasta después de su muerte».
Por tanto, traslada la responsabilidad de las intoxicaciones previas a la muerte a su ex mujer. De hecho, en el escrito de defensa, llega a afirmar que los episodios de sedación de Asunta ocurrieron cuando la niña dormía en casa de su madre. Pero, probablemente, lo que más ha indignado a Porto es cómo el hombre que hace unos meses decía que la amaba ha colocado sobre sus únicos hombros el peso del crimen de su hija: «El 21/09/2013, Asunta salió de casa de su padre sobre las 17:15 h, en perfecto estado. El sr. Basterra permaneció en su domicilio toda la tarde; y no volvió a tener noticia alguna de su hija, hasta la llamada de la sra. Porto, a las 21:35h de la noche de ese día, al regreso de ésta de la casa de Teo. No acudió en todo ese día a la casa de Montouto. Ni ese día, ni en los días siguientes al fallecimiento de la menor, supo que la niña había acompañado a su madre a dicho lugar sobre las 18:20h; pues la sra. Porto le contó que la había dejado en el domicilio, haciendo los deberes; y mantuvo esa versión hasta días después del fallecimiento de su hija. Entre las 21:40 del 21 de septiembre, y la 01:30 del día siguiente, el sr. Basterra no estuvo nunca solo el tiempo suficiente para poder desplazarse a la pista de Teo donde fue hallada la niña, y regresar a Santiago».
Aranguren reconoce que cuando le comunicó a su cliente la posición que iba a adoptar su ex marido para defenderse no se mostró contenta, pero también asegura que su cliente es «inocente». «No me voy a apartar de mi línea de defensa. Nunca ha habido ninguna estrategia común. Cada uno hace lo que cree oportuno, pero no lo esperaba», afirma después de la última vista en el juzgado, en la que las acusaciones han pedido la apertura del juicio oral contra los acusados, y éstos, por su parte, han solicitado que se archivara la causa al considerar que no había indicios de criminalidad. Todo apunta a que el juicio, que durará más de un mes porque hay alrededor de 100 personas citadas, se celebrará en octubre o en noviembre. ¿Se saludarán?
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