Cadena perpetua
La última bala de Pablo Ibar
La defensa del español condenado a cadena perpetua en EE UU pone en duda la cadena de custodia del ADN que involucra al preso e insiste en que no hay pruebas sólidas
Después de 16 años en el corredor de la muerta, Pablo Ibar –sobrino del mítico boxeador vasco José Manuel Ibar «Urtain»–, logró in extremis que un tribunal de apelación anulara esa sentencia. Era el año 2016 y consideraron que las pruebas que le condenaban eran «demasiado endebles» y ordenaban repetir el juicio. Tres años después no logró convencer al jurado de su inocencia y fue condenado a cadena perpetua, por lo que la alegría inicial de haberse librado de morir se vio empañada por la perspectiva de pasar el resto de su vida en una cárcel de EE UU. Sin embargo, su defensa no ha tirado la toalla en todo este tiempo y ahora, en una nueva vista celebrada el lunes ante el Tribunal de apelaciones de Florida, mantiene que sigue sin haber «pruebas sólidas» para mantener esa condena por un triple crimen.
En una rueda de prensa celebrada esta mañana para los medios españoles, el letrado Joe Nascimiento, aseguraba que «si alguien lee todos los detalles del caso» está «absolutamente seguro» de que ganarían esta apelación. Así lo tradujo Andres Krakenberg, el portavoz de la Asociación Ibar Juicio Justo, que ahora se agarran a una lista elaborada por el letrado con una docena de «motivos principales» por los que Pablo no recibió un juicio justo.
Poco ADN en la camiseta
Nascimento pone en duda que estos últimos jueces se hayan leído las «20.000 páginas de transcripciones» pero sí cree que ha visto el vídeo y han leído las casi 100 páginas de su apelación. Y lo cree porque la primera pregunta que realizaron a la Fiscalía fue precisamente en ese sentido: «¿Y no creen que deberían haber encontrado mucho más ADN de Pablo en esa camiseta si él realmente fuera quien perpetró el crimen?», dijeron.
Es decir, a juicio de Nascimiento, con el visionado de las imágenes, parece que les ha quedado claro «que la persona que sale en el vídeo y se envuelve la cara con la camiseta y deja su ADN, su saliva, en esa camiseta, tiene que haber dejado muchísimo más ADN. Y está clarísimo que ese ADN no es el de Pablo».
El letrado de Ibar también se mostró esperanzado porque la segunda cuestión que lanzaron a la Fiscalía fue si no creían que debía haber alguna conexión «más fuerte» entre Pablo y las víctimas.
Nascimiento aseguró que a él no le dio tiempo en 20 minutos de exposición en sala judicial a sacar el tema de que uno de los miembros del jurado que le condenó denunció «presiones» y haber estado «aterrorizado» pero fue precisamente este nuevo tribunal quien sacó el asunto. A su juicio, todas esas preguntas, «claramente ponían en cuestión el trabajo de la Fiscalía en este caso y no hubo ninguna pregunta que pusiera en cuestión la postura de la defensa».
Para el abogado de Ibar, si los jueces vieron todo esto durante la vista desarrollada la tarde del lunes ante el Tribunal de West Palm Beach de Florida y «vieron los múltiples errores» cometidos por el anterior juez (la actuación del magistrado Dennis Bailey, que dirigió el último juicio en Broward County, al que acusa de «abusar de su discrecionalidad») y el fiscal, su conclusión es que lo más coherente sería que «anularan ese juicio y ordenaran la repetición de uno nuevo, esta vez, con todas las garantías».
Eso fue lo que él solicitó en su turno de palabra mientras que la Fiscalía, por su parte, representada por Deborah Koenig, sostuvo el proceso judicial se ajustó en todo momento a la legalidad, por lo que solicitó la confirmación de la condena previamente establecida.
Un caso de hace casi 30 años
Los hechos que le imputan a Ibar, según recuerda Europa Press, sucedieron en la localidad de Miramar, próxima a Miami en junio de 1994. Esa noche, dos individuos armados irrumpieron en un chalet propiedad de Casimir Sucharski, dueño de un local nocturno, y acabaron con las vidas del dueño de la casa y de las jóvenes Sharon Anderson y Marie Rogers que se encontraban en el lugar.
La secuencia de los hechos fue grabada por una cámara de vídeo situada en el salón de la casa, que, en un momento determinado, captó el rostro de un joven con rasgos latinos que la Policía identificó con Pablo Ibar.
Ibar fue sentenciado a la pena de muerte en un segundo juicio (el primero fue nulo al no llegar el jurado a un acuerdo), pero tras 16 años en el corredor de la muerte, el Supremo estimó que no existían «pruebas físicas» que conectasen a Ibar con el crimen y revocó la condena.
Por eso, para su segundo juicio, el de 2019, la Fiscalía incorporó de manera inesperada una prueba de ADN. Nascimento cuestionó esta prueba, «que se conoció de manera sorprendente», solo unos meses antes de la celebración de la vista. El letrado recordó que hasta ese momento todos los análisis habían dado negativo, de manera que «no había vestigio biológico alguno» que situara a Pablo en el lugar
Testigo clave: "Era el único sin afeitar"
El abogado de Ibar también puso en duda ante la Sala «la veracidad» del testimonio de un residente de la zona del crimen, llamado Gary Foy. En su declaración, que resultó clave para la Fiscalía, dijo que aquel día vio a Ibar sentado en el asiento del copiloto del Mercedes de Casimir Sucharski.
La defensa indicó que los agentes de Policía mostraron la foto de Ibar del vídeo obtenido en la vivienda de los hechos con anterioridad a la rueda de reconocimiento y añadió que, en el transcurso de esta última diligencia, solo se encontraba Ibar de entre todas las personas cuyas fotos se habían mostrado en el reconocimiento fotográfico. En esta rueda, el testigo había seleccionado dos fotos de personas no afeitadas y una de ellas era Ibar. Pero en la rueda presencial Ibar era el único que estaba sin afeitar. Por eso, Nascimento concluye que los agentes condujeron al testigo a una «identificación errónea».
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