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Un Pirineo sin nieve

La cadena montañosa perderá hasta un 50% de espesor de nieve en 2050, y para finales de siglo, la acumulación disminuirá hasta en un 78%, según un informe elaborado por más de cien científicos. Es un ejemplo del cambio irreversible que se está produciendo en este territorio, el último en el que quedan glaciares activos de la Península Ibérica.

En la foto de izquierda el Pico de La Maladeta en 1871. En la de la derecha en 2013.
En la foto de izquierda el Pico de La Maladeta en 1871. En la de la derecha en 2013.larazon

La cadena montañosa perderá hasta un 50% de espesor de nieve en 2050, y para finales de siglo, la acumulación disminuirá hasta en un 78%, según un informe elaborado por más de cien científicos. Es un ejemplo del cambio irreversible que se está produciendo en este territorio, el último en el que quedan glaciares activos de la Península Ibérica.

La «ira» del cambio climático se ceba con la cadena pirenaica, donde la temperatura media desde 1959 hasta 2010 ha aumentado 1,2º, frente a los 0,85 de incremento de la media mundial, provocando el retroceso de glaciares y el retraso del arranque de la temporada esquí, un sector de enorme impacto socioeconómico en la zona. Es decir, que en esta zona la temperatura media se ha disparado un 30% más que la media mundial en los últimos 50 años. Ésta es una de las conclusiones del informe «El Cambio Climático en los Pirineos: impactos, vulnerabilidades y adaptación», presentado ayer por el Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC) en Zaragoza.

Este incremento de la temperatura media (de 1,9 grados por década, y con pocas diferencias entre la vertiente norte y la vertiente sur) explica que la mitad de los glaciares (en los Pirineos, no sólo en la vertiente española) hayan desaparecido en los últimos 35 años. «Son los glaciares más meridionales de Europa, y son, por tanto, los centinelas de lo que ocurrirá más adelante en otros lugares del continente», afirma por teléfono a este periódico Idoya Arauzo, coordinadora del OPCC.

Se trata, por tanto, de un ejemplo del cambio irreversible que se está produciendo en el paisaje iconográfico de este territorio, donde España alberga los únicos glaciares activos de la Península. De hecho, a principios del siglo XX ocupaban unas 3.300 hectáreas, pero, según los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica, ya sólo cubren unas 390 hectáreas, 211 de la vertiente española.

Y las proyecciones de los más de cien científicos de Aragón, Navarra, Cataluña, País Vasco, Nouvelle-Aguitaine, Occitanie y Andorra que han elaborado el informe no son nada halagüeñas, especialmente para los aficionados al esquí. Según este estudio, el Pirineo central (a 1.800 metros de altitud y donde se concentra la zona de esquí) perderá hasta un 50% de espesor de nieve en 2050. Por debajo de los 1.500 metros de altitud, la acumulación de nieve disminuirá hasta en un 78% en el último cuarto de este siglo.

La previsión de que se pierda, de media, la mitad del manto de nieve para dentro de tan solo 30 años es muy relevante. Y es que uno de los impactos socioeconómicos será la reducción del atractivo turístico invernal de algunas estaciones de esquí. Según refleja el informe, la fecha de inicio de la temporada de esquí se ha ido posponiendo progresivamente, con retrasos de entre 5 y 55 días en las estaciones a baja cota y entre 5 y 30 días en las situadas a cotas medias. Un retraso que coincide en esta zona con la temporada de mayor demanda turística, de ahí que las estaciones de esquí se vean sistemáticamente obligadas a recurrir a la innivación artificial para poder estar operativas, con los consiguientes gastos. De hecho, tal y como recuerdan los expertos, a medida que las temperaturas invernales vayan aumentando, la producción de nieve artificial será cada vez menos eficiente.

Ahora bien, esta realidad también prolongará la temporada de turismo de montaña. O que debido a las temperaturas cada vez más extremas en verano, se vaya produciendo un cambio en el patrón turístico y cada vez más gente prime zonas de fresco y montaña al típico turismo de sol y playa.

El informe arroja otras cifras, como la tendencia a la disminución de las precipitaciones del orden del 2,5% por década en los últimos 50 años. Un descenso debido sobre todo a la caída pluviométrica que se registra durante invierno y verano.

Esa subida de temperatura también se refleja ya en el patrón de las migraciones. Así, algunas especies de aves migratorias, «como el aguilucho cenizo, la cigüeña o la golondrina, han adelantado su fecha de llegada hasta diez días desde los años 60», añade Arauzo.

Y no sólo las aves. El límite superior del área de distribución de las especies de fauna de montaña en Europa ha ascendido un promedio de 11 metros por decenio.

Y es que el Pirineo es una región especialmente sensible y vulnerable a los efectos del calentamiento. Y urge adaptarse, porque se espera una mayor variabilidad del clima así como episodios de sequía y lluvias torrenciales cada vez más frecuentes, que darán lugar a inundaciones, deslizamientos, desprendimientos de rocas o aludes.

A su vez, esa mayor variabilidad climática y la sucesión de eventos climáticos extremos reducirá el rendimiento de la producción agrícola, aumentando el estrés y el riesgo de difusión de enfermedades del ganado, así como un mayor riesgo de expansión de plagas en los cultivos.

«A través de este informe –afirma Arauzo en la nota de prensa–, pretendemos proporcionar un documento de referencia para la comunidad científica y para los responsables de decisiones técnicas y políticas, así como el sector empresarial y toda la sociedad». El cambio climático, añade Juan Terrádez, coordinador del informe, «es ya una evidencia indiscutible. Sucede en estos momentos y en estas latitudes. Tenemos un reto urgente: seguir investigando el cambio climático y adaptarnos a sus consecuencias».