Filipinas

Un refugio para 2.000 niños filipinos víctimas de la pederastia

Foto. Fundación PREDA
Foto. Fundación PREDAlarazon

En lo alto de una colina, suspendida sobre la ciudad de Olongapo, en el noroeste de Filipinas, se encuentra una imponente residencia que ha sido el refugio de más de 2.000 menores víctimas de unos de los grandes males del país: la pederastia.

Entre la vegetación del patio que rodea el edificio, propiedad de la Fundación PREDA, decenas de adolescentes participan en animadas conversaciones y ríen a carcajadas con la complicidad y despreocupación de cualquier otro joven de su edad, a pesar de haber sufrido un abuso sexual continuado.

La escena es una fiel representación de los resultados del trabajo de PREDA, una ONG que cumple este año el 40 aniversario desde su fundación, tiempo en el que se ha convertido en uno de los referentes en la defensa de los derechos de los menores de Filipinas y la lucha contra la pederastia en el país.

PREDA existe porque los niños del archipiélago asiático son objetivo constante de abusos, ya sea de turistas sexuales que se desplazan hasta Filipinas o de pederastas que ven en internet una herramienta perfecta para poder cometer atrocidades con total impunidad.

La Policía filipina informa prácticamente todas las semanas del rescate de menores de prostíbulos y, más recientemente, de pequeños habitáculos en los que son obligadas a obedecer, frente a una cámara web, las órdenes de pederastas que abusan de ellos a miles de kilómetros de distancia.

El cofundador de esta ONG, el misionero irlandés Shay Cullen, ha aprendido de primera mano que la fórmula para devolver la estabilidad emocional a estos menores es crear un ambiente en el que se sientan protegidos de todo aquello que ha convertido su vida en un infierno.

"Lo primero es que el abusador no pueda contactar con el niño nunca más, y además iniciamos acciones legales para que no abuse también de otros menores", explica con una claridad aplastante Cullen, nominado hasta en tres ocasiones al Premio Nobel de la Paz por su labor en Filipinas.

Cuenta el misionero que sólo así desaparecerán los miedos y secretos del menor, y con ayuda de sus sesiones de terapia podrá expresar toda su "tristeza, frustración e ira".

Desde una de las habitaciones de la enorme y animada casa de acogida, asegura que en una sala insonorizada, los niños "lloran todo lo que tienen que llorar, y eso para ellos supone un gran alivio".

Después, tras 8 o 9 meses de intensa terapia, comienza la etapa de escolarización, unida al apoyo, el ánimo, mucho entretenimiento, excursiones y hasta fiestas en la playa.

"Intentamos que sean realmente felices", señala Cullen.

Quizá la tarea más triste que tiene que llevar a cabo la Fundación PREDA es enseñar a los niños a defenderse de futuros depredadores que puedan volver a encontrarse por las calles de Olongapo.

"Les enseñamos cuáles son sus derechos. Les enseñamos a ser fuertes, a defenderse y a proteger sus intereses -detalla el misionero-, y también les damos pautas sobre cómo deben testificar en los juicios contra sus abusadores, para que no tengan miedo ni se sientan intimidados".

Aunque la pederastia está presente en todo el país, las autoridades de Filipinas saben muy bien dónde se concentra.

Dos de las zonas más castigadas, Angeles City y Olongapo, en la zona norte del país, se encuentran muy cerca de bases militares que hasta hace pocos años estaban en manos del Ejército estadounidense y son centros notorios de prostitución.

Por otra parte, el uso cada vez más extendido de internet y las cámaras web han facilitado los abusos para miles de pederastas, como comprobó la ONG holandesa "Tierra de Hombres"y su famosa niña virtual filipina Sweetie, con la que intentaron contactar unos 20.000 hombres en las diez semanas que duró el experimento.

En ocasiones, según las autoridades del país, son las propias madres las que llevan a sus hijos a los establecimientos donde se desnudan y deben seguir órdenes del pederasta vía cámara web.

"La pobreza de Filipinas, unida a la desesperación de las madres, que muchas veces tienen más hijos de los que pueden cuidar, es lo que lleva a estas situaciones tan terribles", explica Cullen.

Datos de la Policía apuntan que los pederastas pagan por un vídeo de pornografía infantil alrededor de 73 euros, lo que supone más de 80 % de los 87 euros que precisa una familia filipina de 5 personas cada mes para cubrir las necesidades básicas de alimentación.

"Está claro que si no hubiera tanta pobreza, sobre todo en las zonas rurales de Filipinas, esto no sucedería", se lamenta el misionero.