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Valentín Fuster: «Conseguiremos un corazón artificial y aterrizaremos en Marte»

Valentín Fuster: «Conseguiremos un corazón artificial y aterrizaremos en Marte»
Valentín Fuster: «Conseguiremos un corazón artificial y aterrizaremos en Marte»larazon

El trayecto Madrid-Nueva York es para Valentín Fuster (Barcelona, 1943) como el puente aéreo que une la capital con Barcelona. El avión se ha convertido en su tercer despacho. Cada semana visita nuestro país para seguir de cerca cada uno de los proyectos en los que se ha embarcado en nuestro país y, como no, para dirigir el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), un instituto puntero a nivel mundial. Su jornada empieza pronto, muy pronto, «se levanta sobre las cinco de la mañana», confiesan sus colaboradores. Lleva un ritmo similar al de sus colegas estadounidenses del Hospital Monte Sinai (Nueva York) donde dirige el Instituto Cardiovascular. Para un periodista cuyo ritmo biológico se compagina con el de un periódico y se acuesta pasada la medianoche, la hora de la entrevista es sinónimo de madrugón: viernes a las ocho de la mañana. «Y has tenido suerte a otros compañeros les ha citado a las seis».

¿Los cambios de horario que lleva no deben ser muy buenos para su salud, ni para su corazón?

–No, no es bueno, pero ya estoy acostumbrado. Trabajo durante la noche en el avión que me trae de Nueva York. Llego aquí y la motivación por todo lo que tengo que hacer no me deja dormir.

–Esa motivación mueve a la gente más que cualquier incentivo.

–Sin duda. Llegas aquí y dirías «ahora me voy a dormir» pero hay tantas cosas que hacer en el CNIC y la gente trabaja tanbien que se me quitan las ganas.

–El centro que dirige cuenta con un gran prestigio dentro y fuera de nuestro país, ¿ha demostrado que el mecenazgo es posible, cree que su modelo debería trasladarse a otras instituciones?

–El mecenazgo es posible pero sólo para proyectos muy concretos. Intentar sacar dinero es muy difícil en cualquier país, pero tal vez aquí, en España, aún más porque no existe la cultura del mecenas científico. Para conseguir dinero, público o privado, debes presentar proyectos muy concretos que impacten directamente en la sociedad. Quien da el dinero necesita saber que su inversión se va a reflejar en la salud de los ciudadanos.

–Ese problema con la inversión en nuestros científicos está obligando a muchos de ellos a salir del país. ¿Cree que la ciencia española está sana?

–Es fácil criticar la difícil situación que estamos atravesando, pero debemos centrarnos en ser más constructivos. Si el país lo está pasando mal y los investigadores se tienen que marchar, que lo haga porque no es malo, pero debemos garantizarles que podrán volver. Ahí está el problema. Creo que en España las posibilidades de trabajo han mejorado con respecto a los últimos 15-20 años, aunque aún nos queda un largo recorrido.

–Al trabajar en Estados Unidos y aquí observará muchas diferencias ¿Deberíamos tomar e los norteamericanos como ejemplo en el desarrollo científico?

–No estoy seguro. Es cierto que allí te dan muchas oportunidades para desarrollarte como científico, pero cuando se te acaba la beca, el dinero, te mandan a casa. Debes estar constantemente avanzando, produciendo, si no, estás fuera. Eso sí, la oportunidad siempre te la dan.

–¿Es sencillo que la gente comprenda que nuestra salud no mejoraría sin la investigación básica? ¿Es una simbiosis necesaria?

–Es fundamental. La unión de las universidades con fundaciones o instituciones que tienden a proyectar lo que se ha hecho en investigación para un impacto público es el futuro. No tengo ninguna duda. Es lo que estamos intentando hacer aquí, en el CNIC, con la fundación que presido. Es importante unir dos fuerzas: la científica y la divulgativa.

–Uno de los problemas que se achaca a nuestros investigadores es su incapacidad a la hora de difundir la ciencia ¿es una de nuestras tareas pendientes?

–No sé qué decirle, creo que el problema en España es más primitivo: la investigación aplicada no ha sido el fuerte de este país. Se ha producido una gran escisión entre el investigador básico y el que se dedica a la clínica. No están unidos.

–En el centro que dirige están especializados en salud cardiovascular. ¿Contamos con buenos profesionales en este área?

–Sí, sin duda, pero es un sistema muy rígido. Aquí no entra cualquiera y ése es uno de nuestros éxitos. Exigimos un nivel muy alto. Tenemos programas de educación para jóvenes desde los 15 años. Llego cada semana aquí, con diez o quince reuniones al día, podría ser agotador pero la gente está motivada y me lo transmite. Por eso no me quedo dormido después de una noche de trabajo. En España hay un gran género y la gente joven es el futuro en todo: en la salud, en la política... Si no les damos prioridad, no llegaremos a nada.

–Dan becas a estudiantes muy jóvenes.

–Les tendría que ver, son impresionantes. Así es como empecé yo. Me dieron una beca para un seminario en la Universidad Menéndez Pelayo, debía de tener 16 años, y aquello me iluminó. Supe que iba a ser investigador.

–Ahora mismo, ¿en qué áreas de trabajo se centra?

–Buscamos entender cómo se desarrolla el corazón para saber cómo podemos reemplazarlo cuando esté dañado. Hay que comprender qué factores producen un corazón defectuoso. Es uno de nuestros proyectos más importantes. En la aplicación clínica también somos punteros: una de las últimas aplicaciones que hemos desarrollado nos ayuda a tratar el infarto de miocardio inmediatamente, hemos desarrollado la polipíldora; podemos descubrir quién está enfermo y quién no con tecnología de imagen para motivar al que tiene alguna dolencia para que cambie sus hábitos de vida... todos enfocados a mejorar la salud. Queremos promocionar, no prevenir la salud cardíaca y mental.

–Prevención o promoción, ¿cuál es la diferencia?

–La palabra prevención tiene una connotación negativa. Cuando hablamos de prevenir nos referimos a que algo no anda bien. Pero si le digo que voy a promover su salud es muy distinto y psicológicamente tiene mejor impacto. Se capta con más positividad que decir: «Vengo a prevenirte de un desastre que ha aparecido en tu vida».

–¿Qué papel juegan los medios de comunicación para insuflar esa positividad?

–Es necesario criticar lo que no anda, pero el país debe cambiar porque estamos constantemente hablando de lo negativo. Yo no digo que el país funcione perfectamente, no estoy en las nubes, pero lo importante es ser mucho más positivos. Vale la pena que desde la comunicación transmitan positividad porque aunque España esté pasándolo mal, no hay nada malo en que un investigador se marche un tiempo a tomar el aire.

–Para transmitir positividad siempre hay que fijarse metas de futuro. ¿Crear un corazón artificial podría ser una de ellas? ¿viviremos para verlo?

–Se va a conseguir un corazón artificial pero va a ser muy caro. No creo que tengamos que ir por esa vía. Se creará ese órgano y se aterrizará en Marte, pero la tecnología que estamos utilizando es carísima para prolongar la vida y no podemos seguir así. Se producirán avances científicos pero el reto es que se puedan usar en los países en desarrollo. Aunque, es verdad, que siempre se empieza por lo caro. No estoy en contra del corazón artificial, pero decir que es el futuro es un mal asunto.

–Usted es uno de nuestros mejores embajadores, ¿qué impresión causa nuestra ciencia allende nuestras fronteras?

–Nuestros proyectos son de primer nivel y se nos reconoce. La polipíldora que combina tres fármacos diferentes en una misma dosis y que se prescribe a personas que han sufrido un infarto está subvencionada por la Comunidad Europea. Mi proyecto en Kenia que busca controlar la presión arterial lo financia el Instituto Nacional de la Salud. También hemos conseguido subvenciones de proyectos que utilizan imagen en Estados Unidos. Competimos con cientos de proyectos por dinero federal norteamericano y para eso necesitamos a los mejores científicos. De ahí que seamos especialmente exigentes con nuestro equipo.

–Al margen de los proyectos científicos y de la evolución de muchos tratamientos, ¿la sociedad ha comprendido la importancia de proteger el sistema cardiovascular?

–Es difícil, pero creo que está naciendo una cultura de protección de la salud en todas las áreas.

–Usted impulsó el programa «Monstruos Supersanos», dirigido a los más pequeños. Es más, uno de los muñecos –basado en uno de los «muppets» de «Barrio Sésamo»– es su homólogo.

–Sí, nunca pensamos que tendría tan buena acogida y el personaje con el que me identifican, Ruster, es uno de los líderes de la serie. A los niños les gusta mucho. El trabajo con los menores debe comenzar desde que son pequeños, por eso hemos puesto en marcha varias iniciativas para fomentar la salud en las escuelas.

–¿Y el resto de la sociedad? ¿Cree que la legislación sanitaria ha ayudado a promover buenos hábitos? La ley antitabaco, por ejemplo.

–Creo en la ley antitabaco, pero no es lo más importante. En nuestro país hay un tema difícil de percibir y es que la sociedad no se cree vulnerable a las enfermedades y así es más difícil de tratar. Podemos hablar de tabaquismo, de alcohol, pero el problema mundial es que el ser humano tiene una gran resistencia a reconocer que es vulnerable. Para que lo acepte no sólo debe saber que el tabaco es malo, necesitamos una constante de márketing que nos lo recuerde, al igual que la industria promociona sus productos. Siempre le achacamos el problema a la educación y no es sólo eso, debe haber una motivación, una constante alarma y no existe. Es un peligro que no nos demos cuenta de nuestras debilidades físicas porque hay una epidemia de enfermedad cardiovascular. ¿Por qué? Es muy sencillo, la gente piensa que nunca les va a pasar a ellos.

–¿Seremos capaces de rebajar esa epidemia e, incluso, de eliminarla?

–Es muy difícil porque si son seis factores (obesidad, presión arterial, colesterol, diabetes, ejercicio físico y tabaco) los que causan el problema cardíaco y usted tiene mal dos de ellos, con 55 años tiene un 25 por ciento de posibilidades de sufrir un infarto, pero la gente no piensa en el futuro, sino a corto plazo. Si además le añades más factores, ese porcentaje no deja de crecer.

–Desde España nos da la sensación de que donde reside gran parte del año, en la Gran Manzana, practicar ejercicio físico, como correr, por ejemplo, está muy de moda. ¿Por qué no hemos adoptado esa moda al igual que imitamos muchas otras?

–Se corre, pero también se come mucho. En salud a veces se consideran saludables hábitos que no lo son. Es como decir que el chocolate es bueno para la salud. No debemos olvidar que cuidar de nuestro cuerpo engloba muchos aspectos de nuestra vida y no debes descuidar nada, es importante cuidar todos los factores que están relacionados con una vida saludable. Es un conjunto de cosas. Hay gente que toma vitaminas, que llega a mi consulta con un bote lleno porque creen que van bien para el corazón y no existe ninguna evidencia científica que lo confirme. Nadie me lo ha explicado, pero lo siguen haciendo. Uno se va a internet, lee tonterías y se las cree. En la sociedad falta sentido común.