Sucesos
Testigo directo: Así recuerda Alcàsser el triple crimen 26 años después
26 años después del crimen más mediático de la crónica negra española, una serie de Netflix ha hecho revivir viejos fantasmas en este pequeño pueblo valenciano.
Los vecinos de Alcàsser recuerdan con dolor aquellos días de 1992 en los que desaparecieron tres niñas del pueblo. Nadie creyó la versión oficial y la leyenda en torno a Anglés sigue muy viva.
El sol aprieta y no se ve un alma por el cementerio de Alcàsser (Valencia). Solo una señora parece rezar una oración por un familiar enterrado muy cerca de tres lápidas blancas que destacan entre todas. «Ni la maldad engendrada en los hombres fue capaz de destruir vuestras virtudes», dice la inscripción grabada en ellas. Sobrecoge la resta entre el año de la muerte y del nacimiento: niñas que fallecieron a los 14 y 15 años. Son Miriam, Toñi y Desirée. Tres nombres comunes que, pronunciados en ese orden, llevan a toda la sociedad a recordar uno de los sucesos más terribles de la historia de España.
Ya han pasado 26 años de aquello, pero al pie de sus tumbas hay un pequeño altar con flores y dedicatorias recientes, la última de mayo de 2019. Ahora, una serie de Netflix sobre el caso ha devuelto a la actualidad este pequeño municipio de apenas 10.000 habitantes que sufrió tanto aquellos meses y que vio cómo el teatro musical del pueblo llegó a convertirse en un plató de televisión donde se realizaron programas que hoy no tendrían aceptación social.
Pero, ¿cómo recuerdan todo aquello ahora? Lo cierto es que el documental les ha hecho revivir viejos fantasmas: las dudas sobre la autoría del crimen, el miedo que pasaron durante los 75 días de desaparición de las niñas y el sambenito que les quedó a los que viven aquí. «Cada vez que vas fuera y dices de dónde eres es inevitable escuchar: “Ah, ¿donde pasó lo de las niñas?” No falla», explica Sonia, una mujer de 46 años, que entonces era veinteañera. «Cogimos bastante miedo en mi grupo de amigas y, las que no tenían carné de conducir, se apuntaron a la autoescuela para dejar de hacer autostop. Eso es verdad que se dejó de hacer porque, aunque ahora se vea como algo alocado, antes era lo normal».
Las llamadas a la tele
Fue la tarde del viernes 13 de noviembre de 1992. Tres adolescentes salieron a dar una vuelta y acabaron haciendo «dedo» para ir a la discoteca del pueblo de al lado. Nunca llegaron a entrar y durante los dos meses largos que estuvieron desaparecidas la sociedad española vivió sobrecogida. Se hacían programas de televisión donde recibían llamadas en directo que aseguraban haberlas visto «sin ningún género de duda» en todas partes: Andalucía, Navarra... Desgraciadamente, nada era cierto. Los cadáveres de las tres chicas fueron encontrados el 27 de enero de 1993 por dos apicultores, Gabriel Aquino (ya fallecido) y su consuegro, José Sala, en lo que los lugareños conocen como «la majada romana», cerca de Catadau (a 25 minutos de Alcàsser). Se trata de un paraje de complicado acceso y, al fondo del enésimo sendero, junto a un olivo, una pequeña valla con flores recuerda la fosa donde las tres niñas fueron enterradas por sus asesinos.
A unos 500 metros se encuentran las ruinas del caserón donde fueron violadas y torturadas antes de ser asesinadas. Pero de aquella casa de los horrores apenas quedan ya unas vigas. El tejado colapsó y el suelo está lleno de escombros donde la maleza ha crecido a sus anchas rodeada de una higuera y una nogal. El sonido del fuerte viento que, hasta en los días de más calor, suele azotar entre estas montañas aún estremece. Son tierras de algarrobos donde solo subían quienes tenían alguna caseta para animales de labranza o cazadores. En Catadau recuerdan que Antonio Anglés (junto con Miguel Ricart, los responsables del crimen) solía ir al pueblo en moto para jugar al frontón y conocía aquellos parajes y sus casetas abandonadas de cuando «estaba de fugitivo», porque allí todos sabían que andaba siempre entrando y saliendo de prisión.
En el pueblo de al lado, Montroi, aún vive José Sala, pero su familia no quiere saber nada de los periodistas y no le dejan hablar. Él, a sus casi 80 años, solo asiente y sonríe sentado desde el sofá de casa. «Estamos muy enfadados con el director de la serie. Dejan a mi padre y a mi suegro como si hubieran ocultado información y siempre hemos soportado los rumores de haber recibido dinero para sostener la versión oficial. Recordar esto nos hace mucho daño: mi padre se echó de repente 10 años encima, la Guardia Civil le mareó mucho y en el juicio también lo pasó muy mal», explica una de sus hijas, que se queja de que nadie agradezca «que fue por ellos que las familias pueden ir a llorar a un cementerio».
Un reloj Disney
Fueron estos mieleros los que, bajando de las colmenas la mañana del 27 de enero de 1993, vieron un trozo de brazo con un reloj Disney sobresalir del suelo. Era de Toñi. «Aquellos días llovió mucho y el agua hizo bajar la tierra, por eso las encontraron», recuerda un vecino. Asustados, los hombres dieron el aviso a la Guardia Civil y al día siguiente, gracias a un volante médico «perdido» en el lugar de los hechos a nombre del hermano de Anglés, los agentes acudieron al domicilio familiar en Catarroja. Antonio Anglés se les escapó por los tejados traseros de la vivienda pero sí detuvieron a Miguel Ricart, único condenado (a 170 años) por estos hechos. Desde entonces, la leyenda sobre el paradero de Anglés ha sido alimentada hasta día de hoy. «Ese está muerto, es lo que dice su madre. Y a la familia les dieron mucho dinero porque mi madre tenía allí una casa y la madre de Anglés la quería comprar a tocateja. ¿De dónde sacaron tanto efectivo?», explica una chica de Alcàsser.
Y es que, entre la juventud del pueblo, las teorías de la conspiración en torno a estos crímenes han sido uno de los grandes pasatiempos desde hace años: que si las niñas fueron raptadas para rodar una «snuff movie», que si un poderoso grupo de políticos, jueces y empresarios está detrás del suceso y Anglés y Ricart solo fueron los cabezas de turco, que si la alfombra donde estaban envueltas era muy cara... Eran las teorías, unas con más credibilidad que otras, lanzadas aquellos años por el padre de una de las niñas, Fernando García, que, junto con el criminólogo Juan Ignacio Blanco trataron de demostrar que aquellos asesinatos no eran como la Guardia Civil decía haber sido.
De la casa de los horrores apenas quedan ya unas vigas. Foto: Jesús G. Feria
Nada de esto sirvió en el juicio y Ricart fue el único condenado a 170 años de prisión, aunque salió a la calle hace seis años, con la derogación de la doctrina Parot. «Mira el tiempo que hace de ésto y seguimos igual. Ya en el 93 la gente pedía prisión permanente para los violadores: igual que ahora. Un padre salía a recoger firmas, como ahora. Y el único condenado por semejante aberración está en la calle: igualito que ahora. Da pena ver que no hemos cambiado nada. Eso es lo triste», explica quien entonces ocupó un importante cargo en el Ayuntamiento de Alcàsser.
La abismal diferencia a la hora de abordar el tema entre la gente mayor y los jóvenes del pueblo es abrumadora. Los chavales hablan sin problemas, opinan sobre esos «extraños flecos» de la investigación y recuerdan acudir al multitudinario entierro de pequeños (fueron 20.000 personas de toda España) sin saber si quiera de qué iba la cosa. «Yo me acuerdo de que había mucha gente y todos lloraban. Fui con toda mi familia y no tendría ni cinco años pero me acuerdo», explica Raquel, de 31. Mucha gente de edad más avanzada, que a principios de los 90 eran padres de adolescentes, no quieren ni oír hablar del asunto: se convirtió en tema tabú. Al preguntarles a ellos, el silencio por respuesta es lo habitual, así como las miradas de tristeza, que bajan al suelo como para buscar aún respuestas a tanto dolor. Heridas que el tiempo no ha logrado del todo cicatrizar. Eso sí, tienen en común con las generaciones más jóvenes lo que piensan sobre la «verdad oficial». El que se anima a recordar, coincide en la tesis de que lo que salió en el juicio «no es toda la verdad».
«Eso lo taparon todo. Fernando no iba bien encaminado, pero mal del todo, tampoco», dice un hombre a las puertas del Hogar del Jubilado. «Le pararon los pies», añade otro. Y eso que el hombre, que montó una tienda de colchones en Catarroja frente a la casa de los Anglés (la familia sigue con el negocio en Beniparrel) no es muy apreciado en el pueblo. Le acusan de haberse lucrado con el dinero que la gente donó para que continuara con la investigación. «Nos da pena porque bastante tiene con lo que le pasó pero iba a montar algo para buscar a desaparecidos y al final no salió nada de eso. Pero pobre hombre».
La secuencia de los hechos
► 1. Desirée Hernández, Miriam García Y Antonia Gómez desaparecieron el 13 de noviembre de 1992. Así son hoy los escenarios del recorrido que hicieron aquella última tarde.
► 2. Casa de Miriam. Desde la calle Juan XXIII Miriam salió a buscar a Toñi, en calle Francesc Martorell y a Desirée, en Maestro Chanza. Menos la de Miriam, las familias continúan viviendo allí.
► 3. Recreativos Zass. Las tres juntas, fueron a los recreativos del pueblo, hoy una vivienda particular. Luego fueron a casa de su amiga Esther para convencerla de que saliera pero estaba mala y se quedó en casa. Así, salieron ellas tres solas.
► 4. Autostop. Sobre las 20:00 horas hicieron «dedo» desde este semáforo a las afueras del pueblo: querían ir a la discoteca Coolor de Picassent. Las paró una joven con su novia.
► 5. Gasolinera de Picassent. Apenas dos minutos en coche separan el semáforo de Alcàsser de esta Repsol de Picassent. Allí dejó la pareja de novios a las tres chicas.
► 6. Discoteca Coolor. A unos metros de la gasolinera volvieron a hacer atostop para ir a la disco (hoy un solor al lado del Lidl del pueblo) pero nunca llegaron. Una testigo afirmó ver cómo las tres chicas se subían en la calle Sant Jaume a un Opel Corsa blanco con matrícula 7757BJ. Se supone que iban a bordo, al menos, Antonio Anglés y Miguel Ricart, vecinos de Catarroja.
► 7. Majada de la Romana. El 27 de enero encuentran los cadáveres de las chicas semienterrados en un paraje en el termino municipal de Tous. Aún quedan flores rodeando un olivo en el lugar.
► 8. Los culpables. Al día siguiente del hallazgo de los cuerpos, se procedió a la detención de los culpables. Anglés logró escapar y solo fue arrestado (y después condenado) Ricart, hoy ya en libertad.
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