Ciencia y Tecnología
iPhone X: ¿Dejarías que tu móvil sea tu DNI?
La llegada del nuevo teléfono de Apple y su reconocimiento facial pone sobre la mesa una tecnología que excede, con mucho, la posibilidad de sobreponer nuestro rostro a un emoticono
La llegada del nuevo teléfono de Apple y su reconocimiento facial pone sobre la mesa una tecnología que excede, con mucho, la posibilidad de sobreponer nuestro rostro a un emoticono.
Es cierto que, al principio, la mayoría de los medios se lo tomaron a broma. Pero es que durante la presentación del iPhone X, hablar sobre el reconocimiento facial y ver el rostro de Tim Cook sobrepuesto a un emoticono para subrayar una de las tecnologías más avanzadas e interesantes que ofrecía el nuevo smartphone de Apple, daba para mucho. Y es cierto también: el reconocimiento facial da para mucho.
El iPhone del décimo aniversario destaca precisamente en este aspecto. Su cámara está a la altura de otras igual de buenas, su procesador no es inferior, pero tampoco destaca en el sector de móviles de alta gama y, pese a no ser el primero con reconocimiento facial, ha sabido sacar partido de él adecuadamente.
El Face ID funciona del siguiente modo. De acuerdo con un escrito publicado esta semana por Apple, una vez que la cámara TrueDepth detecta un rostro (estando el teléfono bloqueado), primero proyecta y luego analiza «30.000 puntos infrarrojos para formar un mapa del rostro junto a una imagen infrarroja en 2D. Los datos obtenidos se utilizan para imágenes en dos dimensiones y mapas de profundidad que se firman digitalmente. El procesador transforma todos estos datos en una fórmula matemática», el código en tres dimensiones de nuestro rostro. Por eso, se supone, no es posible engañarlo con una fotografía. Ni siquiera con una máscara de silicona. El sistema tiene una posibilidad entre un millón de abrirse a un rostro ajeno, muy lejos de los 1 a 50.000 de la huella dactilar. Eso sí, destacan desde Apple, que «las proporciones para gemelos, menores de 13 años y miembros de una familia que sean muy parecidos, son diferentes».
Al mismo tiempo, el sistema Face ID aprende: pese a necesitar una configuración inicial, esta no es la única que se utiliza. A medida que desbloqueamos el teléfono, el área del procesador destinada a reconocer nuestro rostro, va incorporando nuevas características o más datos que acompañan nuestra propia evolución... por no decir envejecimiento natural.
Tanta confianza ha generado su seguridad que CaixaBank ya ha incorporado esta característica para acceder a sus aplicaciones móviles. Para ello solo es necesario registrarse una única vez y asociar sus datos de identificación a la imagen de su rostro. Esto permite usar el smartphone para pagar, realizar consultas de saldo y movimientos y otras operaciones. Tanto desde Apple como desde CaixaBank nos informan que «la información de acceso en ningún momento sale del terminal y se guarda en el elemento seguro que disponen los iPhone». De hecho, la app nunca recibe las imágenes, solo una confirmación desde el procesador del teléfono, que se trata de nuestro rostro. Importante: toda esta información no estará en la nube, solo en nuestro terminal.
Seguramente en breve llegarán más aplicaciones y cada vez más complejas. Pero esto plantea un futuro muy cercano y muy interesante. Si los bancos ya han comenzado a confiar en este sistema de seguridad y este demuestra ser eficaz y seguro (Samsung por ejemplo, no permite el reconocimiento facial para realizar pagos), se abre una nueva puerta.
El reconocimiento facial es un primer paso, luego llegará el reconocimiento de, por ejemplo, alimentos, que se incorporarán a la lista de la app de Salud, para saber qué y cómo estamos comiendo. Pero luego llegará un sistema para que nuestro móvil no solo confirme nuestra identidad ante bancos o aplicaciones, sino también en los aeropuertos y hasta las fuerzas de seguridad del país. No es ilógico: se supone más seguro y es más difícil de falsificar que un pasaporte. Y, mientras se sabe de casos de préstamos de DNI, nadie quiere dejar su teléfono en manos de otros. Puede que la tecnología sea la más eficaz para garantizar el quién es quién en una sociedad cada vez más vigilada, pero estaríamos dejando esa potestad en una empresa privada. Y allí comienza el verdadero conflicto.
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